Mujeres públicas

04 / 05 / 2017 Nativel Preciado
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La Real Academia acoge hoy a ocho mujeres, frente a los 38 académicos restantes.

En la Real Academia Española (RAE) están a punto de elegir a la persona que ocupará el sillón vacante M mayúscula. Ambos candidatos tienen sobrados méritos para acceder al nombramiento, pero una de ellas es Rosa Montero. En la RAE se necesitan mujeres, no solo por tener especial sensibilidad contra la discriminación sexista en el lenguaje, como es el caso de Montero, sino porque sería conveniente reparar un largo historial de injusticias. Solo recordaré dos ejemplos indecentes: la exclusión de Emilia Pardo Bazán y de María Moliner, con el argumento de que la Academia no era un lugar para señoras. Han pasado cuatro décadas desde que ingresó la primera mujer académica Carmen Conde; después solo han elegido a 11, de las cuales quedan ocho en la actualidad, frente a los 38 académicos restantes. No quería referirme únicamente al despropósito y el agravio que supone esta vergonzosa discriminación, sino incidir en el anacronismo de determinadas expresiones sexistas que claman al cielo. Los académicos no son los únicos responsables de perpetuar viejos estereotipos que siguen vigentes, incluso entre los más jóvenes; también lo somos los medios de comunicación, los publicistas y una larga serie de profesionales poco escrupulosos con el uso de las palabras. Las culpas, en este caso, están muy repartidas.

Con su lentitud característica, la RAE va modificando algunos términos, gracias a que las protestas son recurrentes. Hace años me tomé la molestia de denunciar en un artículo las expresiones machistas recogidas en el Diccionario de la lengua española y hoy compruebo con satisfacción que la mayoría han sido corregidas o matizadas. Ya no aparece “perro” como el mejor amigo del hombre y “perra” como prostituta; “zorro” como espadachín y “zorra” como prostituta; “hombrezuelo” como varón pequeñito y “mujerzuela” como prostituta; “golfo” como agua marina rodeada de tierra y “golfa” como prostituta; “lobo” como hombre experimentado y agresivo y “loba” como prostituta... ¡Estaban obsesionados con la prostitución! Ahora se equiparan o se matizan y “zorra” sigue siendo prostituta, pero con el antetítulo de “expresión malsonante”. Quedan, sin embargo, algunos residuos ofensivos, como los que diferencian al “hombre público” (personaje prominente) de la “mujer pública” (prostituta) o el “sexo fuerte” (conjunto de hombres) del “sexo débil” (conjunto de mujeres). A propósito de este último, una estudiante de marketing llamada Sara Flores puso en marcha una campaña de protesta bajo la etiqueta #yonosoyelsexodebil que recogió cientos de miles de firmas y se hizo viral en las redes sociales. La Academia ha reaccionado y promete que a finales de año hará constar en su diccionario que se trata de una expresión despectiva y discriminatoria hacia las mujeres que ya no se emplea. ¿Se necesita casi un año para corregir tan grave error? ¡Mira que son lentos!

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