¿Líder o ‘killer’?

25 / 06 / 2015 Natível Preciado
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Parece que para triunfar en las corporaciones hay que aparcar los escrúpulos

Reconozco que fui con ideas preconcebidas a la presentación del libro ¿Líder o killer?, de Rafael Cámara Mena (FC Editorial), a pesar de que lo había leído con atención. El título es tan sugerente que dispara algunos prejuicios. La creencia más extendida es que para llegar a ser líder hay que ejercitar el killer que casi todos llevan dentro. Da la impresión de que para triunfar en las grandes corporaciones hay que dejar a un lado ciertos escrúpulos. Parece imposible que las personas empáticas, dialogantes, sinceras y honradas lleguen fácilmente a la cima. Se necesita tener el colmillo un poco retorcido para superar determinados obstáculos en un territorio donde, por lo general, impera la ley de la selva. Las empresas son neutras, dice Rafael Cámara, son los líderes los que forjan la cultura empresarial. Pues bien, en las escuelas de negocios les han educado en valores que dan prioridad al éxito profesional basado solo en el estatus y el dinero. No lo digo yo, sino reconocidos gurús del management, como el estadounidense William Deresiewicz, el canadiense Henry Mintzberg o la economista francesa Florence Noiville. A esta última, por cierto, le declaró la guerra el Financial Times por sus demoledoras críticas a esas escuelas de negocios donde transforman el talento en avaricia. Al principio de la crisis, Mintzberg denunciaba en La Vanguardia que el mejor directivo de una fábrica en EEUU era el que despedía a más trabajadores y vendía el stock, porque así disparaba las acciones y él se convertiría en el empresario que recibiría mejores ofertas de trabajo.

 

Tendría que haber aclarado previamente que ¿Líder o killer? no es un ensayo más sobre emprendedores ni tampoco un clásico manual de autoayuda de management. Contiene todos esos elementos, pero tratados de una forma peculiar, es decir, a través de cuatro arquetipos, tres hombres y una mujer, que coinciden en un curso para ejecutivos de una escuela de negocios. Con el relato de sus respectivas historias se van estableciendo las diferencias que existen entre las prácticas de un killer y las de un auténtico líder. No todos tienen el mismo concepto del éxito y del liderazgo y debo añadir que Olivia, el personaje femenino, es de los que sale mejor parado, junto a un excelente profesor llamado metafóricamente Plácido. La historia, que tiene un final feliz, está salpicada de resúmenes de la mejor bibliografía sobre liderazgo, y recoge una interesante corriente autocrítica sobre la necesidad de regeneración en las escuelas de negocios. Los nuevos profesores pretenden potenciar valores éticos, porque consideran que la responsabilidad social corporativa es absolutamente imprescindible para tener una buena marca. Quieren acabar con la imagen del líder agresivo, acosador, arribista, sin escrúpulos, manipulador y dominante que se ha propagado, entre otros medios, a través de un aluvión de excelentes películas realizadas a partir de la quiebra de Lehman Brothers, el principio de todas nuestras penurias económicas. Confiemos en que lo consigan.  

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