El lado oscuro

26 / 05 / 2016 Nativel Preciado
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Iré a ver lo antes posible Café Society, a pesar de lo mucho que me ha impactado la demoledora crítica de mi venerada Susan Sarandon sobre Woody Allen. Ya saben que su hijo Ronan Farrow, el único biológico que tuvo de su unión con Mia Farrow, intentó boicotear al cineasta, una vez más, en la 69 edición del festival de Cannes y publicó un artículo en The Hollywood
Reporter recordando los supuestos abusos sexuales que cometió sobre su hermana Dylan cuando tenía 7 años.

No hay crimen que me repugne más y de haberlo cometido me apuntaría al boicot al cineasta, pero resulta que, por muchas razones, no se pudo demostrar. De manera que todo se quedó en especulaciones sin certidumbres y es probable que nunca se sepa la verdad.

El director siempre lo ha negado y no se llegaron a probar los hechos en un tribunal. La opinión pública se dividió entre los que creían ciegamente la denuncia de Mia Farrow y los que defendían la presunción de inocencia de Woody Allen. Decían que Allen desplegó toda su potencia mediática para impedir que las investigaciones llegaran más lejos. Farrow estaba enfurecida y juró hacerle la vida imposible. Le han recordado muchas veces que ella también testificó a favor de la inocencia de Roman Polansky, uno de sus mejores amigos desde que protagonizó La semilla del diablo, cuando le acusaron de intentar seducir a una joven modelo en un bar de Nueva York. En aquella ocasión, logró convencer al jurado.

La actriz Susan Sarandon se ha puesto de parte de Farrow y por eso afirma: “Creo que abusó sexualmente de una niña y no creo que eso esté bien. No tengo nada bueno que decir de Woody Allen”. Lo entiendo, porque aunque sea inocente y jamás haya cometido semejante delito tampoco fue muy virtuoso que mantuviera una relación sentimental con la hija adoptiva de su mujer cuando vivían bajo el mismo techo. La historia, como es sabido, terminó en boda y desde entonces se pasea por el mundo de la mano de Soon-Yi.

Toda la confusión emocional que rodea a Woody Allen, que muchos consideran degradante, no ensombrece un ápice la calidad de sus películas, es más, alimenta sus argumentos más recurrentes. Las acusaciones de Ronan, como las de su madre y el resto de sus hermanos, cayeron en saco rato. Nadie preguntó sobre el asunto en la rueda de prensa. Quizá sea injusto que la familia Farrow, profundamente herida por la actitud del genio cinematográfico con el que compartieron buena parte de su vida, lleve todas las de perder. Tal vez su aislamiento es lo que haya provocado la rotunda denuncia de Susan Sarandon, tan solidaria siempre con la causa de las mujeres. La acusación no habrá prosperado, pero la imagen de un Allen ya octogenario siempre estará bajo sospecha.  

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