El ADN de la suerte

30 / 05 / 2017 Nativel Preciado
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Somos un complejo sistema de equilibrio entre nuestra herencia genética y nuestras propias opciones vitales.

La influencia que la genética tiene en nuestras emociones, sentimientos y creencias forma parte de las conversaciones más recurrentes. Casi todo el mundo tiene criterios radicales sobre el tema, hasta tal punto que se suelen provocar acaloradas discusiones entre los defensores del determinismo biológico y los que consideran más decisiva la educación. Suelo divulgar en este espacio todo lo que se publica sobre los nuevos descubrimientos genéticos. Mi lectura de estos días es El ADN dictador,lo que la genética decide por ti, de Miguel Pita, autor que colabora con distintos proyectos científicos y educativos en universidades americanas y australianas, da clases en la Autónoma de Madrid sobre Genética y Biología Celular y cuyo mérito es haber escrito un texto didáctico y sencillo en un tono informal pero muy riguroso; excelente para satisfacer curiosidades y corregir algunas ideas preconcebidas. Sostiene Pita que la naturaleza ha depositado un plan secreto en nuestro interior, una especie de microchip, el ADN, que a través de unos diminutos genes dictadores dirige la fabricación de cada parte de nuestro cuerpo y sus reacciones fisiológicas: desde los cambios hormonales hasta lo que ocurre en el cerebro. La carga genética es nuestro verdadero libro de instrucciones que nos condiciona la vida, aunque también el entorno que vivimos provoca reacciones influyentes. Somos, en realidad, un maravilloso y complejo sistema de equilibrio condicionado por la herencia y por nuestras propias opciones vitales, en las que influyen los factores educacionales, culturales y ambientales. Sin embargo, no siempre todos los genes con los que nacemos se ponen en funcionamiento, porque necesitan la experiencia, las influencias del entorno en el que nos desarrollamos, para que unos se manifiesten y otros se desactiven. A partir del hallazgo del genoma humano se ha demostrado que las capacidades heredadas se pueden desarrollar hasta límites asombrosos.

Y con esta sugerente proposición, El ADN dictador lleva a cabo un apasionante recorrido por todas las cuestiones que nos inquietan. ¿La longevidad o las enfermedades, en definitiva, nuestro futuro está escrito en los genes?¿Nacemos predispuestos a ser religiosos o descreídos, monógamos o promiscuos, ordenados o caóticos? Hay etapas históricas en las que la moda imperante era dudar del libre albedrío y se culpaba de todo lo pernicioso a los cromosomas; y otras más perseverantes en las que se consideraba, parafraseando a Gandhi, que lo más importante no era la capacidad física, sino la voluntad indomable. Las conclusiones más radicales son difíciles de probar, sin embargo, existen pretenciosos estudios científicos que intentan delimitar la carga genética que influye en nuestro comportamiento de aquello que es voluntario o cultural, pero las conclusiones son indemostrables. Si se sostiene que el color del pelo, la piel o los ojos son atributos heredados, ¿en qué medida dependen del ADN otros rasgos como la inteligencia, la fuerza, el optimismo, la capacidad de resistencia o la voluntad? Conclusión final de brocha gorda podría ser que todo determinismo es siempre una cuestión de suerte.

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