Corruptos impunes

07 / 04 / 2016 Nativel Preciado
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Tengo la impresión de que no hay corruptos arrepentidos. Les compensa, incluso, en el supuesto de que les caiga una buena condena, sobre todo, si se quedan con el botín. Parto de la base de que todo corrupto es un indecente, de manera que la mayoría soporta pasar un mal trago, aunque implique una temporada entre rejas, si sabe que al final del camino le está esperando una fortuna de la que podrá disfrutar el resto de su vida sin remordimientos. Con esa perspectiva de futuro, la estancia carcelaria se les hace bastante llevadera. Y eso si les pillan, porque lo más probable es que sus fechorías no dejen rastro o encuentren la manera de blindarse ante los tribunales o, en caso de delito fiscal, se vean favorecidos por cualquiera de las reiteradas amnistías. Me gustaría saber cuántas de las 3.000 personas que están siendo investigadas por corrupción disfrutan de alguno de los anteriores supuestos. Solo un ejemplo, en el caso de los ERE de Andalucía se acaban de archivar las causas de 12 empresarios porque ha prescrito su imputación. No cuestiono la presunción de inocencia ni tampoco algún ejemplo inusitado de arrepentimiento, pero son los menos. Otro asunto sería si tuvieran que devolver el dinero y las propiedades adquiridas de manera ilícita, con la debida sanción, más los correspondientes intereses, algo que resulta altamente improbable porque los corruptos suelen echar mano de la ingeniería financiera: modalidad que utiliza instrumentos legales para evitar el riesgo perjudicial dejando solamente el riesgo beneficioso.

El preámbulo anterior me sirve para recordar un espeluznante agravio comparativo; el caso de extraordinaria mala suerte que afecta a Víctor Sánchez, albañil con esclerosis lateral amiotrófica, al que Hacienda reclama 325.873 euros. En síntesis: este hombre montó una empresa de reformas con su hermano, se puso enfermo, dejó de trabajar y no pudo hacer frente al pago del IVA más los intereses de demora. El hermano se declaró insolvente y se quitó del medio. Presa del pánico, para que no le embargasen, cometió el error de donar la casa a sus hijos de 12 y 14 años. Hacienda estaba al acecho y, al detectar un posible alzamiento de bienes, esperó a que los hijos fueran mayores de edad para reclamarles el pago. A una le han embargado la cuantía de la beca con la que estudia en la universidad y al otro todavía nada, porque trabaja en un desguace y cobra el salario mínimo. Temen que Hacienda ejecute el embargo de la vivienda donde su padre, enfermo de ELA, apenas puede costear la medicación paliativa. Víctor no goza de inmunidad, no ha podido instalarse en Andorra, ni ha cometido prevaricación, tráfico de influencias o malversación de caudales públicos, ni ha disfrutado de viajes exóticos ni áticos de lujo ni tarjetas black... solo ha tenido una inmensa mala suerte.

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