Cargos de lujo

29 / 09 / 2016 Nativel Preciado
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Las instituciones mundiales tienen al frente personajes poco competentes. 

Dice Ban Ki-moon que se siente frustrado porque  le  han impedido tomar decisiones. Ahora que está a punto de finalizar su mandato en Naciones Unidas (en diciembre de 2016) critica el egoísmo de ciertos líderes políticos y las limitaciones de la institución. Quizá sus reflexiones, un poco tardías, llegan como respuesta a quienes le sitúan entre los peores secretarios generales que ha tenido la ONU. No solo le acusan de dejar un legado mediocre y de falta de liderazgo, defecto muy común en los actuales dirigentes de los organismos internacionales, sino de algo peor: pasividad a la hora de tomar medidas contra el escándalo de los abusos sexuales por parte de los cascos azules. Lo cierto es que las instituciones mundiales tienen al frente personajes poco competentes, con escasos méritos y un perfil plano, eso sí, con grandes privilegios y salarios desorbitados. ¿No les parece un exceso innecesario que cobren en torno a los 25.000 dólares [22.350 euros] mensuales libres de impuestos, más otras bicocas, como ayudas financieras, planes de pensiones y copiosas dietas para gastos? Es lo que cobran muchos por estar al frente no solo de la ONU, sino de la OCDE, la OTAN, el FMI o el Banco Mundial que, como recordarán, le ofrecieron en primera instancia al exministro José Manuel Soria. Son cargos de lujo que se reparten amigablemente entre altos funcionarios y políticos de dudosos méritos. Es ofensivo que dilapiden así sus recursos unas organizaciones que inicialmente fueron creadas para reducir la pobreza, prestar ayuda económica a las naciones en desarrollo, resolver conflictos planetarios como la crisis de los refugiados, el terrorismo yihadista, la paz y la seguridad. No digo que su enorme descrédito dependa solo del secretario general de turno, pero hay un profundo abismo entre la inacción del coreano Ban Ki-moon y la actividad el destacado pacifista sueco Dag Hammarskjöld, premio Nobel de la Paz, que murió en accidente laboral cuando se estrelló el avión que le llevaba al Congo para supervisar el trabajo de los cascos azules.

Las organizaciones han perdido relevancia y se han ido desprestigiando porque sus plantillas de funcionarios aumentan de manera desorbitada, los cargos no se eligen democráticamente ni por méritos objetivos, sino por intereses o repartos geoestratégicos. Muchos de los designados llegan a lo alto gracias al método conocido como “la patada hacia arriba”. Se me ocurren varios ejemplos de personajes que meten la pata política en su país y, para quitárselos de encima, su partido les facilita un exilio dorado (Dominique Strauss-Kahn o Rodrigo Rato en el FMI). Al menos la ONU ha sufrido tal desgaste que promete transparencia y eficacia en la inminente elección del nuevo secretario general. Ojalá fuera cierto. De lo contrario, deberían someterse a una drástica regulación de empleo.  

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