El general Boulanger

14 / 11 / 2017 Luis Algorri
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Huido a Bruselas, Boulanger no cumplió su destino. Pasó a la historia, sí, pero como un pobre engañabobos.

Hay gente que tiene un destino. No me refiero a un empleo en la Administración sino un destino en la vida. Tiene que ser tremendo eso. El faraón Jufu (Keops) tenía un destino, que era poner piedras unas encima de otras en forma de pirámide. Cristiano Ronaldo tiene un destino: que le quieran más que a Leo Messi. Kiko Rivera tiene un destino: la Filarmónica de Berlín (ese es un destino lejano). Así todo.

El general francés Georges Boulanger (1837-1891) tenía también un destino: pasar a la historia. Era un hombre valeroso, eso sin duda: le hirieron cinco veces en diversas guerras, lo cual quiere decir que, al menos de joven, era un echao p’alante de mucho cuidado. Pero Boulanger se comportaba, hablaba, se movía más o menos como Pío XII: como si estuviera día y noche en un escenario, como si le estuviesen filmando, como si hasta sus más mínimos gestos fuesen recogidos por un biógrafo que fuese detrás de él para anotar el camino de aquel hombre hacia su glorioso destino.

Boulanger era lo que hoy se llama un populista en estado puro. Nadie se fiaba de él en la clase política de su tiempo, porque pensaban que era un ambicioso y un mentecato (cualidades que suelen encontrarse juntas), pero tenía la habilidad de decirle a la gente, con mucha emoción, las cosas que esta quería oír, y eso, como bien sabemos, es garantía de éxito.

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