El buen Jordi

10 / 10 / 2017 Luis Algorri
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Por unas horas sentimos que hay algo más allá de los cultivadores de odio, que la fraternidad es alcanzable.

El buen Jordi, Jordi Sánchez Méndez, pintor catalán de setenta y pocos años, llegó a Madrid en el AVE de las siete y diez de la tarde, el día 1 de octubre, domingo. Le fui a buscar a la estación de Atocha. Jordi es una de las personas más amables y bondadosas que conozco, pero no hacía falta ser ningún lince para darse cuenta de que venía tenso como una cuerda de violín. Me preguntaba si era verdad que en la Puerta del Sol había una manifestación en favor del “derecho a decidir”. Me hablaba de los tremendos vídeos de incidentes con la Policía en Cataluña que ya habíamos visto todos veinte veces a lo largo del tristísimo día.

Madrid estaba decorado como en la fiesta del Pilar de hace treinta años: banderas de España en cientos de balcones. Jordi, en el taxi que nos llevaba hacia su hotel, hablaba nervioso (“mira, esto pasa en Barcelona con las esteladas desde hace mucho”), pero yo procuraba no contestarle. Mis esperanzas estaban puestas en la cena de esa noche.

Esa esperanza nacía (y crecía) de que Jordi ha venido a Madrid a inaugurar una exposición sencillamente espléndida. La lleva preparando desde hace casi año y medio. Se llama El símbolo y las marcas de cantería y ustedes pueden verla ahora mismo (hasta el día 30 de octubre) en la Sala de Capellanes del Colegio de Aparejadores de Madrid, a un paso de la plaza de las Descalzas. La organiza la Gran Logia Simbólica Española.

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