Trump convierte la Casa Blanca en un reality show

03 / 03 / 2017 José Oneto
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Después de más de un mes en la Casa Blanca, se cumplen los peores pronósticos sobre la presidencia de Donald Trump. 

Donald Trump acaba de cumplir su primer mes y medio en la Casa Blanca y nadie recuerda en Estados Unidos un aniversario tan sorprendente, tan alocado, tan de salón del far west, como el de este mes largo de mandato, hasta el punto de que parece que el desorden, la improvisación y la confusión entre lo público y lo privado han sido los principios que han presidido las actuaciones del presidente, en las que su principal interés ha sido llevar a la opinión pública el convencimiento de que él cumple lo que ha prometido, pase lo que pase.

Setenta y dos horas antes de que fuese elegido 45º presidente de Estados Unidos, este cronista, en crónica desde Nueva York, advertía del peligro que suponía que, después de años de participar en un programa de telerrealidad el inquilino de la Casa Blanca convirtiese la residencia oficial de los presidentes estadounidenses en un plató de Televisión, con lo que eso suponía de desprestigio para el país.

Temía entonces este cronista que si ganaba Trump se montase en la Casa Blanca todo un reality show en el que tendría un papel estelar su tercera esposa, Melania, que ya ha empezado a ganar puntos de audiencia con la publicación en Internet de un antiguo desnudo, sus tres hijos, ocupados en heredar y repartir el negocio paterno mientras entre bastidores, junto con su yerno, participaban entonces en la elección del equipo que dirigiría la política del país en los próximos cuatro años, a menos que se produzca un impeachment.

“Habrá todo tipo de intérpretes y acompañantes –escribía este cronista–, cada cual más pintoresco, y periodistas, informadores de sociedad, paparazzi, columnistas, corresponsales internacionales seguirán los acontecimientos que, siete días a la semana, se irán desarrollando dentro y fuera de la Casa Blanca y en directo desde el Despacho Oval, desde la sala de prensa oficial o, incluso, desde el dormitorio presidencial”. Algo, esto último, que no hay que descartar, porque se puede llegar al extremo de que su hija Ivanka anuncie las sábanas de la Casa Blanca, que ha empezado a diseñar y vender. Ya desde la misma Casa Blanca se han publicitado los accesorios de moda que comercializa la hija preferida del señor presidente, casada con uno de sus principales y más poderosos consejeros.

Siento haber acertado, porque el señor Trump lleva más de un mes ofreciendo al mundo un espectáculo inédito en la Casa Blanca, donde el tuit ha sido su peculiar forma de gobernar, hasta el punto de que ha salido al mercado una aplicación que ha hecho furor entre los empresarios, para estar informado al instante de las ocurrencias del presidente, con sus efectos inmediatos en la bolsa. La firma de sus órdenes ejecutivas, sus famosos decretos, ha sido puesta en escena de forma burlesca. Las llamadas telefónicas desde el Despacho Oval a dirigentes de países amigos hacen pensar en los peores momentos de su programa de telerrealidad, El aprendiz, porque a ningún jefe de Estado se le puede ocurrir colgar el teléfono a otro jefe de Estado en una conversación sobre la situación internacional, una acción que parece responder a ese eslogan de El aprendiz que le ha convertido en personaje famoso: “Está usted despedido”.

Las ruedas de prensa cuyo principal objetivo ha sido atacar a los medios, quitarle la palabra a los informadores o responder disparates a preguntas de los periodistas han formado parte de un show, en el que se ha prohibido la entrada a varios informadores, algo inédito en la Casa Blanca. Pero el colmo del espectáculo ha sido la celebración, el 10 de febrero, de una reunión de crisis sobre Corea del Norte en el restaurante de su club de golf de Florida, a la que asistía el primer ministro japonés, Shinzo Abe, en visita oficial a EEUU, en la que a la luz de los móviles se leían documentos secretos sobre las consecuencias de ese cohete lanzado por el régimen de Piongyang en plena crisis en el mar de China.

Y todo eso, acompañado de fotos en Twitter e Instagram de muchos clientes del restaurante, entusiasmados con asistir en directo a una crisis política mundial, que incluso se hicieron selfies con el oficial de Marina que transportaba el maletín nuclear con el que siempre viaja el presidente del país más poderoso de la Tierra. Por primera vez todo el mundo ha conocido la identidad del oficial del maletín nuclear: Ricardo Terner, graduado de la academia militar de West Point y asesor militar en la Administración del presidente. Es más, hay testimonios de Trump levantándose para saludar a un amigo con la imagen del maletín nuclear en el suelo...

Además están la suspensión por un Tribunal Federal de su orden ejecutiva para prohibir la entrada en el país a súbditos de siete países árabes, el escándalo de su consejero de seguridad, el general Michael Flynn, por sus relaciones con el espionaje ruso, la dimisión de su ministro de Trabajo por no contar con el respaldo del Partido Republicano, y el terror y preocupación con los que el propio partido contempla el show. Evidentemente Estados Unidos, ha dejado de ser Estados Unidos para muchos que lo consideraban el líder del mundo. El país ha caído en manos de un loco, según el diagnóstico de 35 psiquiatras que, en carta al New York Times y tras manifestar que “hay demasiado en juego para continuar en silencio”, afirman que presidente muestra una “grave inestabilidad emocional” que le impide ser presidente.

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