Tres mujeres tendrán que resolver el rompecabezas catalán

15 / 12 / 2017 José Oneto
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Es poco probable que el 21-D aclare el futuro político de Cataluña, que estará en manos de Inés Arrimadas, Marta Rovira y, sobre todo, Ada Colau, la pieza clave del puzle catalán.

El jueves de esta semana, cuando este número de Tiempo esté en los quioscos, se estarán celebrando las decisivas elecciones autonómicas catalanas, que en teoría tendrían que poner fin a tres años de activismo independentista y de ilegalidades, que terminaron el pasado 1 de octubre con un referéndum ilegal de ruptura con España, con una declaración unilateral de independencia, con la intervención de la autonomía catalana por parte del Gobierno central y con una querella por rebelión, sedición y malversación de fondos públicos contra el expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, la totalidad de sus consellers, la presidenta del Parlament, los presidentes de la Asamblea Nacional de Cataluña y Òmnium Cultural y el máximo responsable de los Mossos d’Esquadra, Josep Lluís Trapero. Y, también, con la cinematográfica fuga y huida a Bruselas del expresidente Puigdemont, dejando a todos sus compañeros en prisión o en libertad provisional bajo fianza.

Una actitud que, en teoría, debía haber jugado contra sus posibilidades electorales. Esa imagen de un presidente de la Generalitat que se presenta como el máximo representante de la República Catalana en el exilio, escondido en tres coches distintos, protegido por mossos de fidelidad indiscutible, no era la mejor para encabezar la llamada “lista del presidente” (impuesta por él a Artur Mas y a todo el PDECat). Pero, sin embargo, en todas las encuestas aparece Puigdemont por delante de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). Esquerra era el partido que aparecía como posible ganador, empatado con Ciudadanos y con Junts per Catalunya, en un escenario de un independentismo dividido y enfrentado, pero convencido de que hay que seguir con ese procés que tanta ruina política y económica ha traído a Cataluña.

Con este panorama nacionalista dividido, en el que también está la Candidatura de Unidad Popular (CUP), un partido antisistema que ha tenido a Puigdemont a su servicio, Cataluña y España están viviendo estas elecciones como si fuesen unas elecciones generales, en las que todos los partidos se han preparado para las elecciones más difíciles de la historia democrática de España. Entre miedos y tensiones, los ánimos no se han calmado. Es más, ha aumentado el rencor y la división entre familiares y amigos. Y lo han hecho tanto catalanes como españoles. Todos en contra, como si fuesen enemigos, y no connacionales. El clima es tenso, en esta extraña campaña electoral en la que se respira un ambiente como en los años de plomo, donde las amenazas a los políticos están prácticamente a la orden del día, donde las intimidaciones adquieren forma y color en una lata de gas disparada contra la pared bajo la casa del político adversario.

Está siendo una campaña surrealista, en la que los separatistas han pedido observadores internacionales, especialmente de la Unión Europea, y han elaborado un programa electoral que viene a ser el mismo con el que se presentaron a las elecciones de 2015, aunque muchos del Govern hayan prometido mantenerse dentro de la legalidad para poder salir de la cárcel. Tan surrealista, que uno de los candidatos, el de ERC, Oriol Junqueras, se encuentra en prisión, y otro, el expresidente Puigdemont, huido y refugiado en Bruselas para no responder ante la Justicia española. Los dos, aliados políticos en las anteriores elecciones de 2015, les habían prometido a los catalanes un auténtico paraíso, con un Estado propio que les iba a resolver todos sus problemas.

Pero a pesar de que no lograron sacar adelante nada más que una declaración no vinculante de independencia, política y económicamente han dejado a su paso una montaña de escombros en la autonomía más rica del país. Hasta ahora, la región ha sido el motor económico de España. Desde el referéndum el 1 de octubre las buenas cifras macroeconómicas se han venido abajo y el pronóstico es malo, tendiendo a empeorar, tanto para el sector minorista como para el consumo y el turismo. Las nuevas elecciones del 21 de diciembre, probablemente, no aportarán ninguna clarificación política y, por tanto, tampoco traerán la seguridad necesaria para las inversiones y la recuperación, porque lo que aparece en el horizonte es un horizonte de inestabilidad, con tres partidos (Ciudadanos, ERC y Junts per Catalunya) muy igualados con lo que, al final, quienes van a decidir el futuro de Cataluña y si hay que repetir las elecciones van a ser, por primera vez en la historia, tres mujeres y no tres hombres.

Entre los hombres, uno está en la cárcel, y otro en el exilio. El tercero, el hombre clave de Ciudadanos, Albert Rivera, ha dejado todo en manos de la candidata Inés Arrimadas, la que tiene más posibilidades de quedar como auténtica ganadora por delante de los partidos independentistas. En su lugar, el papel más importante en la política catalana lo desempeñan, en esta ocasión, tres mujeres. Marta Rovira, la candidata de Esquerra Republicana, e Inés Arrimadas, de Ciudadanos, son jóvenes, juristas y han sido portavoces de sus respectivos grupos en el Parlamento catalán. Y, al final, la mujer que podría tomar la decisión final es Ada Colau, alcaldesa de Barcelona. De Colau dependerá de qué lado se ponen los comunes, que cuentan con Podemos como aliados. Con lo cual Colau podría convertirse en la pieza clave de ese complicado puzle que comenzará a armarse con muchas dificultades el jueves 21 de diciembre.

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