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Panorama en el inicio de dos campañas electorales

28 / 08 / 2015 José Oneto
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La Diada, como “acto épico de independencia”, convertirá la Vía Meridiana de Barcelona, de más de siete kilómetros, en “la calle Mayor de la República Catalana”

Terminaba julio con la preocupación oficial de la convocatoria de las elecciones soberanistas catalanas y termina agosto con la misma incógnita: ¿tiene Mariano un plan secreto para Cataluña?, un plan, se entiende, que vaya más allá de su promesa de que mientras él esté en La Moncloa, Cataluña estará unida a España. Porque, la realidad es que, en menos de dos semanas, el 11 de septiembre, en la Diada, la fiesta nacional de Cataluña, se inicia la campaña de las elecciones de 27 de septiembre, cuyo objetivo, según ha venido repitiendo el presidente de la Generalitat, es la declaración unilateral de independencia y la escisión de España, y todo transcurre como si fuera inevitable la caída en el precipicio.

Unas elecciones que, salvo en los documentos oficiales, van mucho más allá de ser unas simples elecciones autonómicas. Lo ha dicho una y mil veces el presidente de la Generalitat, Artur Mas (representante del Estado español en Cataluña), la totalidad de los partidos nacionalistas, las autoridades políticas más representativas de Cataluña, los miembros de la candidatura única que encabeza el ecocomunista Raül Romeva y en la que Mas va de número cuatro y Oriol Junqueras de número 5. Lo han venido repitiendo la ANC (Asamblea Nacional de Cataluña), Omnium Cultural, la Asociación de Municipios para la Independencia y toda una serie de asociaciones civiles que ya han empezado los ensayos de lo que será este año la Diada, el día que comienza la campaña electoral y la primera escenificación de esa escisión de España (“acto épico hacia la independencia”, según los organizadores) en la Vía Meridiana de Barcelona, esa vía de más de siete kilómetros de longitud convertida, con la movilización de decenas de miles de personas, en “la calle  mayor de la República catalana”.

Es decir que, según el exvicepresidente del Tribunal Constitucional Ramón Rodríguez Arribas, estaríamos ante lo que él llama un “fraude de ley”: “Cualquier fraude de ley se determina no por las palabras que el propio defraudador realiza para establecer la forma en la que lo va a perpetrar, sino por las circunstancias anteriores, coetáneas y posteriores al acto defraudatorio. Cuando se quiere descubrir un fraude de ley, lo que se hace es recurrir a los actos y a las declaraciones de los que las realizan, las coetáneas anteriores y posteriores al acto, y, por otra parte, a la prueba de presunciones que, una vez determinado un hecho cierto perfectamente determinado, de él se deduce con claridad meridiana y con carácter racional una consecuencia”. No obstante, en estos casos, según el criterio de este jurista conservador, “lo normal es que se oculte celosamente la finalidad y la forma”.

A estas alturas, es evidente que Rajoy no tiene un plan secreto ni parece que tenga otro plan que no sea esperar y ver. Esperar y ver cuál es el resultado de esas elecciones, cómo se producirá ese de-senganche de España y qué repercusiones tendrán en las elecciones generales del próximo 13 de diciembre. Unas elecciones que pueden ser históricas (como las autonómicas catalanas) y cuya campaña electoral ya ha empezado de hecho, aunque todavía no se haya anunciado la disolución de las Cámaras. Los debates políticos del verano, los sondeos y encuestas, las promesas electorales que ya han empezado a articularse para incluirlas en los distintos programas de los distintos partidos políticos, están dando la sensación de que, en efecto, ya estamos en plena campaña electoral para las generales, aunque queden más de tres meses, y en los que todavía puede pasar de todo.

En el inicio del curso político, el panorama general es que el bipartidismo comienza a recuperarse y que los partidos emergentes (Ciudadanos y Podemos) tienden a la baja, más acelerada en el caso de Podemos que de Ciudadanos, que confía en una notable recuperación en las elecciones catalanas, quedando por delante del PP y del PSC y convirtiéndose en la segunda fuerza política tras la candidatura soberanista y unitaria. Según la última encuesta del CIS, el verano no es bueno para Podemos ya que el sondeo de julio ha dado al partido de Pablo Iglesias una caída de ocho puntos respecto a enero.

El caso de Podemos es especialmente grave ya que parece estar desangrándose lentamente. Comparado con su mejor resultado, el pasado mes de enero, con una subida espectacular de nada menos que de un 23,9% de los votos, y situado dos puntos por delante del PSOE, y a cuatro puntos del PP (algo que hizo concebir esperanzas a Pablo Iglesias de que la alternativa al PP no era el PSOE, sino Podemos) hay que señalar que, en estos seis meses, el partido ha perdido ocho puntos, que no recuperó en abril, ni ahora, en este sondeo del CIS de julio, y ha seguido bajando poco, pero bajando.

La misma tendencia que reflejaba en julio la encuesta de Metroscopia. ¿A qué se debe esta especie de hundimiento? Según señalaba este cronista recientemente, muchas de las razones estaban en: la política de descalificación hacia IU, el agresivo lenguaje de Pablo Iglesias contra quienes no aceptan integrarse en Podemos, ese exceso de ambición que se le nota demasiado, la actitud despreciativa con la que Iglesias habla del resto de las fuerzas políticas, la indefinición ideológica que ha sido interpretada como oportunismo político y últimamente su identificación con Syriza y su gran fracaso griego… Pero es que, además, Pablo Iglesias es el dirigente político peor valorado en el sondeo de Metroscopia después de Mariano Rajoy. El único que aprueba es el dirigente de Ciudadanos, Albert Rivera

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