Nuevo Gobierno: Europa, preocupada, aprieta

22 / 01 / 2016 José Oneto
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Pasado un mes de las elecciones del 20 de diciembre, la formación de un Gobierno estable sigue tan abierta y tan complicada que ha empezado a cundir el nerviosismo en la Unión Europea, hasta el punto de que el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, ha hecho un llamamiento a los partidos españoles para que aceleren la formación de un Ejecutivo que haga frente a las medidas económicas que hay que tomar, especialmente en lo que se refiere a los Presupuestos para 2016, elaborados por el Gobierno de Mariano Rajoy. Unos Presupuestos a los que, según el comisario de Economía, Pierre Moscovici, hay que meterles la tijera para cuadrar muchos datos excesivamente optimistas. Es la tercera vez que Juncker hace referencia a la situación española y aunque no ha querido sugerir fórmulas ha llegado a poner en duda que un “Gobierno a la portuguesa” contribuya a la estabilidad del país, sobre todo a la estabilidad económica.

La Comisión Europea pedirá incluso al nuevo Ejecutivo que se forme en España que actualice los Presupuestos: esa es otra manera de decir que Bruselas espera ver algún ajuste adicional, que según los expertos superará los 10.000 millones de euros. En la capital europea no han gustado las formas del actual Gobierno en funciones, que adelantó varios meses la presentación de los Presupuestos de 2016 como baza electoral. Ya no gustaron los anuncios de rebajas de impuestos en un país que presenta unos ingresos fiscales muy inferiores a la media, que tendrá muy difícil ajustarse a sus objetivos de déficit, que ya incumplió en 2014. Con todo ese bagaje a cuestas, Bruselas ha alertado del “riesgo de incumplimiento” de los Presupuestos de España para 2016. Algo que se puede complicar si hay nuevas elecciones y el país se mete en un semestre perdido.

Pero no solo Juncker o el comisario francés Moscovici se han manifestado sobre la situación española. Probablemente lo que peor ha sentado ha sido lo que ha dicho, y cómo lo ha dicho, el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, el holandés que doblegó a Alexis Tsipras y a su Gobierno en la peor crisis que ha vivido la Eurozona en su historia, y el hombre que le arrebató la presidencia del Eurogrupo al ministro español de Economía, Luis de Guindos: “El Presupuesto español para 2016 incumple las reglas. La Comisión Europea fue clara al respecto. El nuevo Gobierno deberá presentar más ajustes. España deberá hacer más reformas y el control del déficit será el gran desafío del nuevo Ejecutivo”. El frío y antipático Dijsselbloem no solo hablaba en nombre del Eurogrupo, sino de todas las instituciones europeas, temerosas de que las buenas relaciones que el Gobierno de Rajoy ha mantenido con Alemania y, por encima de todo, con la canciller Angela Merkel, no vuelvan a ser las mismas, sea cual sea la fórmula final del Gobierno en España.

Si hace unos meses preocupaban por encima de todo los Presupuestos, ahora, a la vista de los resultados electorales y de cómo se están desarrollando las conversaciones para los pactos, preocupa más la inestabilidad que se puede instalar en el país. Una inestabilidad que puede terminar con los primeros síntomas de recuperación económica. Hasta ahora, una ecuación de la política del euro era que si mejoraba la situación en los países en crisis del sur de Europa, también irían a menos lo que se conoce como “dislocaciones políticas”. En esta teoría se basaba, sobre todo, la visión del norte de Europa de que el sur del continente tenía que pasar por una cura de caballo, de la que saldría fortalecido. Según la lógica de Berlín, y en parte también de Bruselas, una vez frenado el endeudamiento y la corrupción, y una vez recuperada la competitividad, también desaparecería el peligroso tema de los populismos. Eso no se ha cumplido ni en España, ni en Portugal.

En el caso español con un factor añadido: la crisis constitucional por la situación en Cataluña, donde, según el semanario británico The Economist ha sido elegido el más radical de los candidatos. Un radical “rebelde, rebelde” que sostiene que “los invasores serán expulsados de Cataluña” y que se ha convertido en el primer presidente de la Generalitat en asumir el cargo omitiendo la “tradicional promesa de lealtad a la Constitución y al Rey” “Durante años –afirma el semanario– el movimiento separatista se ha vendido con éxito como fresco, amable y moderno, mientras que a los unionistas se les ha tildado de reaccionarios, incluso de herederos del legado de Franco. Ahora los seniors del movimiento separatista están preocupados por quedar identificados con la CUP, cuyas asambleas caóticas asustan a los catalanes de la clase media conservadora”.

“Durante la última media docena de años –prosigue The Economist–, las filas separatistas han aumentado espectacularmente. En parte, es el resultado de la negativa de Rajoy a satisfacer cualquier demanda catalana de más autogobierno, pero, según Sánchez, es más importante que los jóvenes sean los más inclinados a la independencia. Es buen augurio para el futuro del separatismo. Mucho dependerá de cómo responda el Gobierno central de Madrid. Lamentablemente, las elecciones generales del 20 de diciembre dejaron un Parlamento tan fragmentado que formar Gobierno requerirá meses o nuevas elecciones. Puede que Cataluña tenga nuevo presidente, pero la cuestión de la independencia no está más cerca de resolverse”. 

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