La semana más negra de Mariano Rajoy

22 / 04 / 2016 José Oneto
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En vísperas de que el Rey inicie la tercera ronda de consultas, en un último intento de encontrar una solución al bloqueo en el que se encuentra el país desde las elecciones generales del 20 de diciembre, el inesperado escándalo y dimisión del ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria (Las Palmas de Gran Canaria, 1958), que aparece en los llamados papeles de Panamá con empresas en paraísos fiscales en el país centroamericano, en Bahamas y en la Isla de Jersey, ha estallado como una bomba en La Moncloa, donde el presidente Mariano Rajoy ha ido recibiendo las noticias, los desmentidos, las rectificaciones y las confirmaciones, primero con escepticismo, luego con preocupación y, por último, con una no disimulada alarma.

Cuando parecía que, por fin, el presidente del Gobierno iba a iniciar los contactos con el socialista Pedro Sánchez y el líder de Ciudadanos, Albert Rivera para articular una posible gran coalición entre PP, PSOE y Ciudadanos, le estallaba entre las manos una de las más graves crisis políticas de su mandato. La secuencia de esa semana negra empezaba el lunes 11 de abril con la aparición del nombre del ministro Soria en los papeles de Panamá ligado a una sociedad offshore, cuyas conexiones terminaban en el paraíso fiscal de Bahamas, seguía con la noticia de que el expresidente José María Aznar estaba siendo investigado por Hacienda, y terminaba con la detención del alcalde y de la concejal de Urbanismo de Granada.

José Manuel Soria formaba parte del círculo íntimo de Rajoy desde antes de su nombramiento como ministro de Industria. Exactamente desde que, en Canarias, empezó a ocuparse del padre del presidente del Gobierno, de su estado y de su salud, cuando se traslada a vivir, ya jubilado, a las islas.

Desde el lunes en que se hizo público el nombre del ministro relacionado con la trama de Panamá (él sabía, desde días antes, que esa información iba a salir) Soria no solo no ha dicho la verdad, sino que ha intentado ocultarla con evidentes mentiras, con datos falsos, e incluso con fantasías como que su nombre respondía a otra persona con la misma identidad; que todo era producto de un error y hasta insinuando que su firma había sido falsificada. Pero la aparición de nuevos documentos del registro en el Reino Unido, donde el señor Soria figuraba como administrador de la compañía Mechanical Trading Limited en el paraíso fiscal de la isla de Jersey echaba por tierra las prolijas explicaciones del ministro intentando demostrar que él nunca ha tenido relaciones con empresas radicadas en paraísos fiscales.

Las contradicciones, las torpes explicaciones y las claras mentiras sobre sus actividades empresariales mantenidas durante tres días, desencadenaban finalmente su dimisión, a la que se había resistido hasta que no tuvo más remedio que reconocer, después de trasladarse a Canarias en busca de pruebas, que no podía demostrar su supuesta verdad. El jueves 14 anunciaba que no asistiría al Consejo de Ministros del viernes y ese mismo viernes por la mañana enviaba a la prensa un comunicado en el que anunciaba su renuncia al cargo, poniendo fin a una brillante carrera política que comenzó en 1995, como alcalde de las Palmas de Gran Canaria. En su comunicado, Soria, que ha tenido que lidiar numerosos incidentes judiciales que siempre han acabado archivados, sostiene que “la política es una actividad que debe ser en todo momento ejemplar también en la pedagogía y en las explicaciones; cuando así no ocurre se deben asumir las responsabilidades correspondientes”.

Aunque desde el Gobierno se ha querido poner el acento en la falta de explicaciones y en la política de comunicación del ministro, la realidad es que estaba condenado desde que su nombre apareció en los papeles de Panamá, esos 11,5 millones de documentos filtrados desde el despacho Mossack Fonseca, comprados por el Gobierno alemán, cedidos al periódico Suddeutsche Zeitung e investigados por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, en los que han aparecido los nombres de 140 jefes de Estado y de Gobierno, ministros y políticos de medio centenar de países, y que han provocado una auténtica conmoción mundial con dimisiones como la del primer ministro de Islandia.

La primera negativa de Soria, cuando en una comparecencia pública en la cadena de televisión La Sexta aparentaba dar todo tipo de detalles, daba a entender que era víctima de una extraña conspiración: alguien había utilizado su nombre, todo era un error, su nombre apareció pero meses después fue borrado, la firma de su hermano se parecía mucho a la original (insinuando que había sido falsificada)... Toda una retahíla de despropósitos, contradicciones y mentiras que complicaban su situación, aunque un sector del Gobierno, el llamado G-8, el más cercano al presidente Rajoy, salía en su defensa y apoyo. Sin embargo, los nuevos datos sobre el paraíso fiscal de Jersey que publicaba el periódico El Mundo fueron definitivos. Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda, lo sentenció en público delante de uno de sus mayores adversarios, la vicepresidenta Santamaría: “No se puede estar en la mesa del Consejo de Ministros y en paraísos fiscales”. 

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