El panorama desde fuera no puede ser más descorazonador

15 / 01 / 2016 José Oneto
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La prensa internacional destaca el riesgo de ingobernabilidad que suponen para España las crisis institucional y territorial, con sus negativas repercusiones económicas y financieras

Cualquiera que estos días haya seguido en el extranjero la actualidad española por la prensa internacional, se habrá quedado asombrado y preocupado del grado de conflicto en el que vive el país y de cómo, de pronto, muchos de los temas que estaban embalsados han coincidido y han reaparecido, con toda su crudeza y gravedad, creando una sensación de crisis generalizada y caos, que afectan a la Corona, a los partidos, a los propios políticos y a su falta de entendimiento para la formación de un Gobierno estable después de las elecciones generales. Y todo, en medio de una crisis institucional y política en Cataluña y en la política nacional que parece no tener salida.

Hay titulares para todos los gustos, desde “El día negro de la Corona en España” (La Stampa, de Milán), o “La desgracia de una pareja principesca” (Le Parisien, París), hasta “Cataluña coloca a Madrid entre la espada y la pared” (De Morgen, Bruselas) o “Después de las elecciones, España sin cabeza” (Le Monde, Francia) pasando por “España ingobernable” (Frankfurter Allegemaine Zeitung, Alemania) o “España, sumida en el caos por un agravamiento de la crisis política” (Chicago Tribune, Estados Unidos). Todos los pronósticos sobre el país son pesimistas, especialmente después del relevo en la Generalitat de Cataluña, donde, a través de un “fraude de ley” (la CUP ha cedido dos diputados al grupo parlamentario de Junts pel Sí, mientras firmaba un compromiso de no votar en contra de esta formación y, de hecho, dejar de ejercer la oposición) ha sido elegido presidente de Cataluña quien fue alcalde de Gerona, Carles Puigdemont, el más independentista del sector más radical de Convergència y presidente, hasta ahora, de la Asociación de Municipios por la Independencia (AMI).

Puigdemont (Amer, Gerona, 1962), hijo de pastelero, periodista y filólogo, fundador de las juventudes de Convergència, tras militar en la organización juvenil de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) e independentista de primera hora, ha asumido el programa de Artur Mas, especialmente la declaración aprobada por el Parlamento catalán el pasado 9 de noviembre, con la que se pone en marcha el proceso independentista que culminará dentro de 18 meses con la escisión de España, tras el correspondiente referéndum.

Por si quedaban dudas del valor que el nuevo presidente catalán concede a las sentencias del Tribunal Constitucional, ha querido referirse en su discurso de investidura a la elaboración de una Constitución catalana, una hacienda, una seguridad social y un banco central exclusivamente catalanes, y ha hablado de iniciar negociaciones con el Estado y con la comunidad internacional.

Todo un desafío independentista que parecía haberse paralizado al no lograr un acuerdo para la investidura de Mas, y que ha resurgido con más fuerza, con las consecuencias que eso tendrá para la política nacional: queda descartado ese pacto de izquierdas a la portuguesa que quería hacer el socialista Pedro Sánchez; refuerza la propuesta de Mariano Rajoy de una gran coalición para hacer frente al desafío independentista (aunque se ha comenzado a especular con que esa coalición no podría ser presidida por él); lesiona el futuro de Sánchez porque algunos barones volverán a insistir en la necesidad de un congreso para eliminarle, y vuelve a reforzar el protagonismo de la presidenta andaluza, Susana Díaz, que puede tener la tentación de entenderse con Rajoy al margen de Sánchez. Es lo que llaman “el efecto Puigdemont”, que paraliza, de momento, unas nuevas elecciones en Cataluña que habrían hundido a Convergència y supuesto un triunfo espectacular de la formación que lidera la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, junto con Podemos, y de ERC a costa de la CUP.

Y todo eso, con un Gobierno en funciones que transmite una sensación de vacío de poder, a pesar de las declaraciones institucionales insistiendo en que se tomarán todas las medidas necesarias defender la unidad la integridad del territorio nacional. España pronto podría volverse ingobernable. En este sentido, uno de los blogs financieros más influyentes de Estados Unidos, Wofstreet, habla del “clima de miedo que se está apoderando de muchos de los altos ejecutivos del país”. Lo último que las empresas necesitan, especialmente las grandes (que dependen del apoyo estatal) es un vacío político, en un momento en el que el índice bursátil de referencia del país, el IBEX 35, ya muestra preocupantes signos de debilidad, a pesar de las favorables condiciones económicas externas de los pasados doce meses, en los que el desplome del precio del petróleo ha ahorrado al país casi 15.000 millones de euros y en los que, gracias a la ingeniería financiera de Mario Draghi, el Gobierno español ha podido colocar bonos a dos años a rendimiento negativo por primera vez en la historia.

Sin embargo, hay algo seguro: no tener un Gobierno dispuesto a suscribir casi todo lo que pidan los mercados y la Troika tendrá repercusiones en la confianza económica de España. Cuando esto suceda se pondrá realmente a prueba la fortaleza de la recuperación económica del país, y es probable que sea deficiente. Precisamente por eso, la élite financiera y empresarial española no tendrá un feliz año.

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