Cuando llegue septiembre

02 / 09 / 2016 José Oneto
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A la espera de unas terceras elecciones, que pueden celebrarse el mismo día de Navidad, y sacar al país de esta auténtica crisis institucional 

Como advertencia previa al lector, el cronista quiere aclarar que estas notas están escritas cuando el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, empezaba a pronunciar en el Parlamento su primer discurso de investidura, después de haber declinado la primera oferta del jefe del Estado el pasado 22 de enero.

Ha esperado pues ocho meses, confiado en que, como decía el mítico cantautor  Manolo Tena, todo se resuelva “cuando llegue septiembre”. En septiembre siempre se producen las recuperaciones escolares e incluso las de aquellos que, en un momento determinado, por miedo escénico o porque no lo tienen claro, no se presentaron a los exámenes. E incluso porque piensan que, según Manolo Tena,“un día todo será diferente, cuando no rimen el amor y la muerte, poco a poco, paso a paso, del invierno al verano”.

Se fue el invierno, llegó el verano y ahí tenemos a Mariano Rajoy Brey, 61 años, cuatro en el poder, y casi otro en ese mismo poder, pero en funciones, intentado la aventura inútil, después de dos triunfos electorales como el candidato más votado, de ser investido presidente del Gobierno de España. Sabiendo como sabe que no será elegido en la primera votación, en la que necesita 176 votos (y solo tiene los 137 de su grupo parlamentario popular, los 32 de Ciudadanos y el de Coalición Canaria), ni en la segunda, en la que se le exige más síes que noes. Y, sabiendo como sabe que el partido socialista, por el momento, y bajo ningún concepto, está dispuesto a colaborar.

Por eso, su discurso, muy medido, con el que no ha querido romper, definitivamente, con el partido de la oposición y con Pedro Sánchez, que sigue teniendo la llave para la formación de cualquier  Gobierno, ha sido preparado cuidadosamente, después de unas interminables negociaciones entre representantes de su partido y de su nuevo aliado, Ciudadanos que, con sus 32 diputados, ha llegado a un pacto de investidura, firmado solemnemente en Madrid en el Congreso de los Diputados por los portavoces de PP y Ciudadanos, Rafael Hernando y Juan Carlos Girauta, respectivamente.

Y que se encargaron de explicar, matizar y ampliar, el candidato Mariano Rajoy y el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, después de un ultimátum de 48 horas que tuvieron que ir modulando ambos. Ese pacto, con menos contenidos que el que se firmó ente Sánchez y Rivera en la frustrada investidura del primero, el pasado mes de marzo, se ha ido progresivamente aguando por las reticencias del PP a cambios importantes en lo que se refiere al Estado del bienestar, regeneración democrática, lucha contra la corrupción y reformas institucionales. Solo perdonable porque se trata de un pacto de investidura, y no de un pacto de Gobierno, a lo que Ciudadanos siempre se ha resistido, ni de un pacto de legislatura.

Al final, las 150 medidas consensuadas entre Ciudadanos y PP, de las cuales tanto Rajoy como Rivera insisten en que un centenar de ellas son parte del pacto que en febrero firmaron Ciudadanos y PSOE para la frustrada investidura de Pedro Sánchez, suponen un paso adelante en el intento de regenerar la vida política del país, aunque muchas de las medidas se hayan quedado en el tintero, otras han sido suavizadas hasta el punto que tienen poco que ver con los planteamientos iniciales y algunas pueden que estén incluidas en un acuerdo que corre el riesgo de quedar en papel mojado si, como parece, todo queda en intentos frustrados de salir del actual bloqueo.

Sin embargo, Rajoy sigue creyendo que “cuando llegue septiembre”, y después del día 25, cuando se celebren las elecciones autonómicas vascas y gallegas, y esté resuelto el futuro del presidente de la Generalitat y el calendario independentista, tendrá su segunda oportunidad. Quizá entonces pueda jugar la carta del Partido Nacionalista Vasco que le puede necesitar en Euskadi para gobernar a cambio de sus votos en un segundo debate de investidura en Madrid. O cuando el Comité Federal del PSOE, en una nueva reunión, como ha pedido formalmente el presidente valenciano Ximo Puig, decida levantarle el veto a Rajoy y al PP y sea posible una abstención. Aunque también es posible que, como cantaba Manolo Tena en su nostalgia de septiembre ocurra que “la señorita tristeza se pintó los labios porque tenía una cita con el rey del mambo, pero cuando llegó, nadie estaba esperando...”. Es decir, que todo ya sea demasiado tarde y vayamos a las terceras.

La verdad es que, terminado el invierno, y después de las primeras elecciones  de diciembre, llegó la primavera, hubo unas segundas elecciones en verano y todo sigue igual, a la espera del nuevo invierno y de unas terceras elecciones que pueden celebrarse el mismo día de Navidad, si los partidos políticos y, sobre todo, sus responsables no se ponen de acuerdo para sacar al país de lo que se ha convertido en una auténtica crisis institucional que tiene sorprendida y preocupada a Europa, que vive, con el brexit y con la crisis política del futuro de la UE, uno de los peores momentos de su historia.

Ha llegado septiembre y estamos como estábamos, con la única diferencia de que Rajoy ha dado el paso, aunque haya sido derrotado, como lo fue Sánchez, uno de cuyos objetivos era que Rajoy pasase por el mismo tribunal que él y que sufriera la humillación de lo que ha sido un intento de moción de censura en vez de un ensayo de investidura.  

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