Cataluña: situación peligrosamente desbordada

29 / 09 / 2017 José Oneto
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Junqueras ha intentado toda la semana evitar la inhabilitación y aceptar el diálogo con el Gobierno, pero la movilización en la calle hace ya muy difícil una marcha atrás.

Este número de Tiempo sale a la calle horas antes del referéndum que tiene previsto celebrarse el domingo 1 de octubre, si antes no se impone el sentido común y, a la vista de las circunstancias (sin censo electoral, sin papeletas, a menos que sean impresas en casa, sin Sindicatura Electoral catalana, que tiene que dar fe de los resultados, porque han dimitido ante el Tribunal Constitucional todos sus miembros para evitar las multas de 12.000 euros diarios que les ha impuesto el Alto Tribunal, y con la incógnita de unas urnas que no se sabe dónde pueden estar, aunque siempre cabe la posibilidad de votar por Internet), la Generalitat decida suspender la consulta.

En esto ha estado durante toda la semana el vicepresidente Oriol Junqueras: intentando por todos los medios evitar la inhabilitación y acercar posiciones con el Gobierno en un intento de suspender el referéndum y aceptar el diálogo que abrió a última hora no solo el presidente Mariano Rajoy, sino el PP, el PSOE y Ciudadanos. Pero estos últimos días ha llovido tanto sobre Cataluña, se han producido sucesos tan graves con la ocupación de las calles en numerosas ciudades y pueblos de la comunidad autónoma, para convertir los actos supuestamente pacíficos en provocación, humillación y desobediencia contra los tribunales, los jueces, la Policía, la Guardia Civil y las instituciones del Estado, que es difícil una rectificación. Especialmente, tras los registros en varias consejerías de la Generalitat, la detención de todos los miembros del núcleo duro que preparaba el referéndum, la decisión de la Fiscalía de iniciar procesos por sedición en la Audiencia Nacional a los responsables de la Asamblea Nacional de Cataluña (ANC) y de Ómnium Cultural (los que realmente están manejando la movilización en la calle), y el control por parte del Ministerio del Interior de los Mossos d’Esquadra. Pero Junqueras, que ante unas futuras elecciones autonómicas se perfila (así lo reflejan las encuestas) como presidente de la Generalitat si no lo inhabilitan, está intentando aparcar la consulta, creyendo, además, que tiene la puerta abierta del despacho de Soraya Sáenz de Santamaría, a la que ha engañado durante todo el tiempo de la operación Diálogo.

La situación se ha desbordado hasta tal punto que la prensa internacional más sensata es unánime al hacer un llamamiento “para alejarse del precipicio”, según pide The Guardian, uno de los medios más cercanos a las posiciones independentistas; advirtiendo, como Libération, que “el futuro de Europa se juega (de nuevo) en Cataluña”; exagerando, como el Bild alemán, con la pregunta de si “podría estallar una guerra civil en Cataluña”; o comprando claramente el mensaje de la Generalitat al titular que “Cataluña está en estado de excepción” (Berliner Morgenpost). Probablemente, en medio de comentarios de muchos nostálgicos que se han instalado en Barcelona como aspirantes a Hemingway a la espera de contar el estallido de una guerra civil en Cataluña o una sublevación como la de 1934, el semanario The Economist, ejemplo de rigor periodístico, es el que mejor describe la situación: convencido de que “hay mejores formas que un referéndum para abordar las legítimas reivindicaciones de la región”.

Para el semanario, Cataluña disfruta de una calidad de vida más alta que la media tanto de España como de la UE, y de más autogobierno que casi cualquier otra región de Europa. Se trata, de puertas afuera, de un lugar maravilloso y de éxito. Sin embargo, una mayoría de catalanes no está contenta con su suerte y siente que España se lleva demasiado dinero suyo y no respeta su identidad. Rajoy ha hecho mal al suponer que el tiempo y la recuperación económica curarían el descontento de los catalanes. “El Gobierno catalán reclama el derecho a la autodeterminación. Pero el Derecho Internacional solo lo reconoce en casos de colonialismo, invasión extranjera o grave discriminación y abuso de derechos humanos. Sin embargo, Cataluña no puede considerarse un territorio colonizado, ocupado u oprimido. Si el Estado de Derecho sirve para algo, la Constitución debe respetarse. Por eso Puigdemont debería dar marcha atrás en su irresponsable referéndum. Es poco probable que quienes se oponen a la independencia vayan a votar, así que todo que obtenga será cuestionable (...). Dicho esto, al jugar al ratón y al gato con las urnas, Rajoy ha regalado a Puigdemont una victoria propagandística”.

Al margen de esos imitadores de Hemingway, hay quienes recuerdan que las limitaciones a un referéndum como el del 1-O no es algo exclusivo de España. La Ley Fundamental alemana no prevé una separación de sus Estados federales. Ni siquiera prevé una consulta popular sobre la salida de Baviera del conjunto de los länder alemanes, que es lo que exigió el partido bávaro. Violaría la Ley Fundamental, pues Alemania es un Estado-nación basado en el poder constitucional del pueblo alemán.

Lo mismo ha ocurrido en el Véneto, que estuvo a punto de salir de Italia en 2014. Una sentencia del Tribunal Constitucional italiano declaró que el plebiscito secesionista no estaba cubierto por la Constitución. Ninguno de estos casos es mencionado por los independentistas en sus discursos. En cambio, repiten el disparate de que más de la mitad de los países europeos habrían surgido en el siglo XX por medio de referendos. Peor aún son los ejemplos que citan, porque Groenlandia no es de ninguna manera independiente de Dinamarca. E Islandia ya era un Estado propio desde 1918.

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