Tiro en el pie, demonio popular y pánico moral

09 / 09 / 2016 Jesús Rivasés
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Pedro Sánchez piensa ya en las próximas elecciones, lo que no impide que si suena la flauta aproveche la oportunidad y acometa el salto a La Moncloa con un gobierno Frankenstein. Puede haber sorpresas, pero huele a elecciones, con tiros en el pie, pánicos morales y demonios populares incluidos.

El PP y Mariano Rajoy se han disparado un tiro en el pie al proponer al exministro José Manuel Soria para el puesto de director ejecutivo en el Banco Mundial. Ha sido un espectáculo estrambótico que todos sus adversarios –desde Ciudadanos a Podemos– han recibido con alborozo y que también ha podido ser el preámbulo de la campaña electoral de unas elecciones que, si nadie lo remedia, se celebrarán a finales de diciembre. En el PP confían en que, tras la renuncia forzada de Soria –que no quería dar su brazo a torcer y a quien hubo que convencer–, la herida producida por el fuego amigo no solo pueda curarse, sino que tampoco deje cicatrices.

No es sencillo, pero sí es posible. El error, en cualquier caso, es insólito para un partido y unos políticos con tanta experiencia como el PP e incluso el mismísimo Mariano Rajoy. Todo era legal, por supuesto, y un asunto, en definitiva, de altos funcionarios, que es donde hay que buscar el origen de la metedura de pata. Los miembros de los llamados cuerpos de élite de la Administración del Estado –abogados del Estado, técnicos comerciales, registradores, etcétera– viven, cuando se trata de su profesión, en una especie de mundo endogámico que les aleja de la realidad, con independencia de su adscripción política. Manuel Conthe, técnico comercial del Estado, que fue director general del Tesoro y presidente de la CNMV con diferentes Gobiernos socialistas y que nunca ha ocultado su cercanía al PSOE, no ha dudado en escribir –pullita personal a Luis de Guindos incluida– un artículo en la web de Expansión con un título que no arroja ninguna duda: “En defensa del nombramiento de José Manuel Soria”. 

Los argumentos de Conthe son tan poderosos como alejados de la realidad social y explican el patinazo del Gobierno en funciones. El propio Conthe, a pesar de todo, lo percibe y sugiere que estamos en una situación de “pánico moral”, una expresión acuñada por el sociólogo sudafricano Stanley Cohen. “Cohen –escribe Manuel Conthe– denominó ‘pánicos morales’ a esas olas de rechazo popular que, alentadas por informaciones inexactas o exageradas, se desatan contra ciertas personas, instituciones o grupos sociales que se apartan del orden establecido o lo desafían y se convierten por ello en demonios populares (folk devils)”. La teoría y el razonamiento pueden ser sólidos –no está demostrado, por ejemplo que Soria no pagara sus impuestos como le acusan algunos– pero, a pesar de todo, es inexplicable que políticos de la experiencia de Rajoy –y su entorno– no percibieran los más que obvios riesgos y que José Manuel Soria se iba a convertir, sí o sí, en un demonio popular.

Los más críticos en el PP alegan que el presidente en funciones está rodeado de muchos altos y muy brillantes funcionarios de carrera que ni tan siquiera imaginan que un asunto así alimenta un “pánico moral”, por muy injusto que sea. También por eso, porque es técnico comercial del Estado, y por muy político que haya sido durante 30 años, a Soria le costó aceptar que debía renunciar por razones políticas y para tratar de contener daños a su partido y a sus amigos, Mariano Rajoy el primero. Al final cedió y el político se impuso al funcionario de élite, que fue quien pidió para sí mismo el puesto, pero para entonces el daño ya estaba hecho.

El tiro en el pie que se ha disparado el PP con el caso de José Manuel Soria ya ha sido aprovechado por todos sus rivales políticos. Es un asunto de manual. Pedro Arriola, el protoasesor de Rajoy, siempre ha advertido contra el fuego amigo. “Nunca pongas por tu propia decisión un asunto que te pueda causar problemas”, vino a decir cuando surgió el escándalo de las tarjetas black de Bankia. 

El PSOE –y los demás partidos– intentarán convertir el error social en munición electoral, en unos comicios que parecen inevitables y a los que solo parecen temer en Ciudadanos, aunque la incertidumbre es tan grande que todo puede ocurrir. La ronda de llamadas/conversaciones de Pedro Sánchez con el resto de líderes políticos, desde Mariano Rajoy a Pablo Iglesias, se interpreta, dentro y fuera del PSOE, como un calentamiento de la próxima campaña electoral.

Pedro Sánchez y los suyos están convencidos de que, en otras elecciones, mejorarían y eso les consolidaría al frente del partido para una larga temporada. Eso no impide, claro, que, si suena la flauta, aprovechen la oportunidad. Es decir, si en esas conversaciones, el líder del PSOE llega a la conclusión de que si Unidos Podemos y todos los nacionalistas-independentistas están dispuestos a votar su investidura, acometería el salto a La Moncloa con un Gobierno Frankenstein. Lo que le gustaría es contar con el apoyo de Unidos Podemos y Ciudadanos y juega la baza de que Albert Rivera y los suyos quizá desconfían en exceso de otra vuelta a las urnas. Sin embargo, en Ciudadanos parecen tener claro que, todavía más que unas terceras elecciones, lo que les pondría contra las cuerdas es apoyar un proyecto en el que esté Podemos. Ni tan siquiera el gran objetivo de retirar a Rajoy compensaría los daños futuros. Todo lo contrario. Incluso hay quien cree que le harían un favor al PP si provocan la sustitución de Rajoy, porque “¿y si su sustituto funciona?”. Puede haber una sorpresa y nuevo Gobierno, pero todo huele a elecciones, tiros en el pie, pánicos morales y demonios populares incluidos.

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