Sesión doble de ópera en Madrid y Barcelona

12 / 06 / 2017 Jesús Rivasés
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Rajoy y el PP tendrán que lidiar con el estigma de la corrupción toda la legislatura, la gran baza de la oposición. Pedro Sánchez ahora no tiene prisa, pero no dejará pasar una oportunidad.

Mariano Rajoy nunca ha sido un gran forofo de la ópera. Tampoco parece figurar entre las grandes aficiones de Carles Puigdemont. Sin embargo, en Madrid y en Barcelona, algunos hacen paralelismos entre las diferentes situaciones políticas y la ópera. En el Teatro Real de Madrid se estrena a finales de mes la famosa tragedia de PucciniMadame Butterfly, mientras en el Gran Teatro del Liceo de la Ciudad Condal ya está en cartel el Don Giovanni de Mozart, considerada como una “ópera bufa”.

Pedro Sánchez ya está al frente del PSOE y ahora concentrado en ganar el próximo congreso y, sobre todo, en formar una Ejecutiva afín. Persigue un liderazgo largo y ahora lo tiene al alcance. Se ve a sí mismo como el futuro y contempla a Rajoy como el pasado. No tiene prisa, pero aprovechará cualquier atajo y, desde luego, iniciará el acoso a Rajoy enseguida, eso sí, diferenciado del de Podemos y, por ejemplo, de la forzada moción de censura de Pablo Iglesias e Irene Montero, que los socialistas nunca podrían apoyar. Sin embargo, permitirá a toda la oposición insistir, como una gota malaya, en la corrupción del PP.

Rajoy apostó por la economía y acertó. Los resultados son incluso mejores de lo esperado. El Banco de España que gobierna Luis Linde acaba de avanzar que el PIB subirá más del 3% este año. Es posible que la bonanza no alcance a todos por igual, pero sí se percibe en la calle. Sin embargo, el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que preside Cristóbal Torres Albero, afirma que los españoles creen que la corrupción es el segundo problema más grave del país, lo que no impide que el 82% de los españoles se considere feliz o muy feliz y apenas un 11% califica como mala su situación económica personal. Algo chirría y bastantes populares se quejan del CIS.

Mariano Rajoy y el PP van a tener que lidiar con el estigma de la corrupción el resto de la legislatura, de comparecencia en comparecencia y de comisión de investigación en comisión de investigación. Es la estrategia del PSOE, de Podemos y también de Ciudadanos y los populares no tienen fuerza parlamentaria para impedirlo. La comisión de investigación del Congreso, que preside el canario Pedro Quevedo, que escudriñará las cuentas de los populares, como todas, no pretende averiguar la verdad sino obterner réditos políticos a costa del investigado. El PP contraataca con otra comisión en el Senado, donde tiene mayoría, pero es aquello del “y tú más”. Los jueces, al mismo tiempo, siguen con sus causas y en el PP temen que, por ejemplo, el caso Lezo, todavía les dé más disgustos. Ignacio González, que sigue en prisión, supo con antelación que estaba bajo vigilancia y que grababan sus conversaciones. Hay quien sospecha que, al verse perdido, pudo tener alguna conversación deliberadamente comprometida, que implicaría a viejos rivales suyos en el mismo PP, en donde Rajoy nunca le tuvo mucha estima.

El inquilino de La Moncloa, aunque incómodo por tener que ir a declarar como testigo y molesto por algunos errores de su entorno, es el más tranquilo en las filas populares, en donde los nervios afloran con cada revés, como el procesamiento de Pedro Antonio Sánchez. Rajoy sigue convencido de que, al final, la mejoría económica –que seguirá este año y el próximo– le dará las bazas políticas necesarias cuando llegue el momento, porque él cree que al final la oposición no puede mantener la corrupción como monotema indefinidamente. Y entonces, cuando se diluya, convocará unas elecciones que además Pedro Sánchez no tendría obligación de ganar, porque con el PSOE controlado, podría esperar una nueva oportunidad.

Carles Puigdemont, en Cataluña, día tras día da pasos hacia el llamado “choque de trenes” que, sin embargo, algunos todavía confían en que no se produzca. La independencia es tan quimérica que los sindicatos exigen seguridad jurídica para los funcionarios de la Generalitat si, al final, se convoca el referéndum. Si el Estado catalán estuviera a la vuelta de la esquina los funcionarios no reclamarían ninguna seguridad jurídica española. Obvio.

“Cataluña vive el último cuadro del primer acto de una ópera”, explica un muy importante empresario catalán, tan preocupado por la situación como convencido de que no ocurrirá nada irreparable, aunque el camino sí quedará sembrado de cadáveres políticos. Defiende que este primer acto terminará con la convocatoria de elecciones autonómicas. Luego, caerá y volverá a levantarse el telón y comenzará un segundo acto en el que el catalanismo no independentista –un nuevo PDeCAT, que también necesita su propio/a Emmanuel Macron– deberá jugar sus bazas frente a los grandes partidos –el PP y el PSOE– que, a su vez, deberían hacer una buena oferta para Cataluña. Frente a la tragedia de Puccini en el Real, se fija en la ópera bufa de Mozart en el Liceo, aunque quizá prefiere “una italiana en Argel” de Rossini. Algunos, sin embargo, no son tan optimistas y creen que la ópera trágica también puede triunfar en Cataluña. En el PP algunos, que se fijan en Pedro Antonio Sánchez y en Ignacio González, han empezado a leer la Historia de la fisiognómica: el rostro y el carácter, de Julio Caro Baroja. Sesión doble de ópera en Madrid y Barcelona.

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