Rajoy, Iglesias, Sánchez, y el cuento del lobo

08 / 05 / 2017 Jesús Rivasés
  • Valoración
  • Actualmente 0 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
  • Tu valoración
  • Actualmente 0 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
¡Gracias!

Rajoy ya puede pulsar el botón nuclear de elecciones anticipadas, pero el estallido del caso Lezo –Ignacio González– aconseja seguir con la legislatura y por eso se concentra en unos presupuestos a los que Podemos presenta como alternativa algo a mitad de camino entre Le Pen y Mélenchon.

Pedro Arriola, el protoasesor de Mariano Rajoy, que además es su amigo –de verdad–, asegura con su verbo extenso y prolijo que los sondeos electorales alejados de las citas con las urnas carecen de validez. Admite que ofrezcan una orientación, pero nada más. Por eso, el estado de semipánico en el que viven algunos dirigentes del PP, tras el estallido del caso Lezo y la encarcelación de Ignacio González, expresidente de la Comunidad de Madrid, no ha llegado a La Moncloa. Viajeros llegados de la lejana y cambiante “galaxia Rajoy”, afirman que el presidente del Gobierno está más cabreado que preocupado porque, como siempre, vuelve a confiar en el tiempo.

El presidente del Gobierno, desde el miércoles 3 de mayo, puede pulsar el ahora llamado botón nuclear de convocatoria de elecciones anticipadas. Tenía el compromiso con el PSOE, con la gestora que lidera Javier Fernández, de no activarlo antes de que los socialistas celebren sus primarias y se reorganicen. No obstante, y por si acaso, Rajoy ya ordenó que el PP estuviera preparado para elecciones en cualquier momento, que podía llegar si, por ejemplo, Pedro Sánchez volviera a ser secretario general del PSOE. Ignacio González, otra vez, se ha cruzado en el camino de Rajoy. Hasta ahora lo había apartado, de Bankia y de la Comunidad de Madrid, pero la Justicia –digan lo que digan, porque en España tarda, pero actúa– es otro asunto. El líder del PP ni ha derramado ni derramará una sola lágrima por Ignacio González, “el que la hace la paga”. El problema para Rajoy es que quizá este asunto ha estallado en mal momento y que le obliga –si puede–, más allá de la estrafalaria moción de censura en diferido de Podemos, a posponer cualquier plan electoral que tuviera. Las encuestas alejadas de las elecciones no tienen mucho valor, pero tampoco hay que jugar con fuego, no vaya a ser que, esta vez sí, aparezca de verdad el lobo. Rajoy y el PP ya salvaron dos bolas de partido y tampoco hay que tentar demasiado a la suerte.

Los Presupuestos Generales del Estado para 2017, que se comenzaron a debatir el miércoles 3 de mayo, son definitivamente el salvoconducto político de Rajoy para viajar a un futuro intermedio en el que los ecos/efectos de las andanzas de Ignacio González y su entorno queden difuminadas en el sentir general de los ciudadanos si, como parece, los asuntos económicos siguen con el viento a favor. Cada vez parece más claro que, por encima de las previsiones del Gobierno, que juega a prudente, el PIB puede crecer un 3%. Es posible –seguro– que esa bonanza no alcance a todos ni lo haga por igual, pero el próximo verano, vacaciones incluidas, será uno de los mejores de los últimos años para una mayoría de españoles. La pasada Semana Santa ha sido el ensayo. La corrupción escandaliza e indigna, pero en una situación –económica– general mejor, sus efectos también se amortiguan. Eso esperan Rajoy y el PP, mientras que toda la oposición –y también quien lidere al PSOE dentro de unas semanas– la utilizará como principal munición contra el presidente y contra los populares, en un intento de hacer una especie de causa general anticorrupción. Es ahora prácticamente su único argumento sólido contra el Gobierno. La política es así, siempre lo ha sido y Rajoy lo sabe mejor que nadie.

El debate presupuestario, a la espera del nuevo líder del PSOE, ha permitido comprobar que las ideas-propuestas económicas de Pablo Iglesias y la tropa de Podemos tienen muchos puntos en común con las de Marine Le Pen que, a su vez, como ella misma reconoció, coinciden en gran medida con las de Jean Luc Mélenchon y todo despide una especie de tufillo de falangismo del siglo XXI. La historia, a pesar de todo, no se repite, aunque hay personajes que parecen soñar con moviolas, como ese Nicolás Maduro que está a punto de reinventar la democracia orgánica franquista, en la que una serie de colectivos –tercios en su caso– se arrogaban la capacidad legislativa según los deseos del dictador. Es el sueño del heredero de Hugo Chávez, una dictadura orgánica.

El PNV, también con los Presupuestos de telón de fondo, ha dado un curso de eficacia al soberanismo/independentismo catalán que, sin embargo, no tomará nota. A Íñigo Urkullu y a Andoni Ortúzar, desde luego, no les pillará el lobo, que quizá atrape a Pedro Sánchez y también al mismo Pablo Iglesias. Sánchez ha logrado –y es un éxito indudable– sembrar algo más que inquietud en Susana Díaz y en sus huestes que, en algunas zonas, no logran conectar con la militancia. Hay, además, por supuesto, bastante juego subterráneo, pero con eso ya contaban los tres aspirantes, Patxi López incluido. El proyecto de Sánchez, que sí cree en su propio milagro, prevé un futuro acuerdo-alianza con Podemos, lo que también explica la moción de censura en diferido. El aspirante a líder de los socialistas está convencido de que un pacto con Podemos es la mejor manera de neutralizar a Iglesias y los suyos y recuperar definitivamente al PSOE. Muchos, sin embargo, creen que acabaría fagocitado por Podemos, es decir, le comería el lobo, disfrazado de abuelita de Caperucita o no. Iglesias por su parte, tiene el problema contrario. Tantas veces ha sugerido acciones contra el PP y luego se ha echado atrás que, cuando sea cierto, quizá nadie crea que ahora sí, viene el lobo.

Grupo Zeta Nexica