Rajoy, amigos, enemigos y compañeros de partido

22 / 05 / 2017 Jesús Rivasés
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Susana Díaz concurre como favorita a las primarias del PSOE, pero aunque gane, vencerá por muy poco margen, lo que significa que el día después será muy difícil. Muchos temen qué pueda hacer Pedro Sánchez y reconocen con tristeza la ruptura interna de difícil costura: “hay dos partidos, dos PSOE”.

Manuel Rajoy, desde la Nueva ruta de la seda, fue el gran vencedor del debate que celebraron Susana Díaz, Pedro Sánchez y Patxi López en su carrera hacia la secretaría general del PSOE. Ese era el balance triste que hacía un histórico socialista, que admite, sin paños calientes, que la organización está rota y tiene mal arreglo. “Hay dos partidos”, apostilla y duda que el resultado de las primarias solucione el problema. Cree que “ganará Susana, pero ganará mal”, es decir, el veterano dirigente está convencido de que la presidenta andaluza vencerá en las urnas a Sánchez –y por supuesto a Patxi López–, pero lo hará por muy poca diferencia. Eso es lo que significa “ganará mal” y también que el día después será muy complicado si Susana Díaz es la nueva secretaria general y casi imposible si lo vuelve a ser Pedro Sánchez.

El debate del lunes 15, día de San Isidro, fue quizá el más vivo de los debates electorales de los últimos tiempos, pero al margen de que el verdadero vencedor fuera o no Rajoy, supuso la constatación de que los puentes entre Susana Díaz y Pedro Sánchez están rotos y que la tercera vía, la de Patxi López, tiene el recorrido que tiene y por eso han sido bastantes, incluido Alfonso Guerra, por ejemplo, quienes le habrían dicho al socialista vasco que abandonara la carrera hacia la secretaría general, lo que en teoría, solo en teoría, beneficiaría a al líder andaluza.

La bronca interna de los socialistas, que ya va más allá de lo fratricida, da la razón al inefable Giulio Andreotti y a una de sus frases lapidarias: “Hay amigos íntimos, amigos, conocidos y... compañeros de partido”. Algo similar habría dicho incluso antes el primer canciller de la República Federal Alemana, Konrad Adenauer: “Hay enemigos, enemigos mortales y compañeros de partido”. Sin embargo, la paternidad de la idea de que los verdaderos enemigos están en el propio partido se remite a Winston Churchill.

Una de tantas tradiciones parlamentarias británicas concede a un diputado que llega por primera vez a la Cámara de los Comunes en Wetsminster un curioso privilegio. El día de su estreno como MP (Member of Parlament) puede sentarse al lado del líder de su partido, sea el primer ministro o el jefe de la oposición. En una ocasión, el diputado novel se colocó al lado de Churchill. Aquel día coincidió con un debate vivo y agrio y el neófito, junto a su líder, se vio obligado a hacer un comentario y habló de los enemigos políticos mientras señalaba la bancada de enfrente. Churchill, sonriente, le corrigió, “no, no es así, nuestros adversarios no están enfrente –el partido rival–, nuestros enemigos están atrás –los compañeros de partido–”.

Susana Díaz y Pedro Sánchez, y en mucha menor medida, Patxi López, demostraron con contundencia en su debate electoral que son auténticos compañeros de partido, en el mejor sentido de Churchill y también de Andreotti o Adenauer. Es decir, son auténticos enemigos y, por esto, tantos temen que el día después de las primarias el problema siga, aunque puede estar más o menos agravado según quien gane. Sin embargo, lo que podía ser un secreto a voces en el seno de un partido histórico como el PSOE ha trascendido con toda su crudeza al resto de la sociedad y, sobre todo, a los posibles votantes socialistas en un país que, desde los tiempos de la UCD de Adolfo Suárez, no ha perdonado en las urnas las divisiones y las peleas internas. En su intento de atraerse a los militantes necesarios para dirigir el PSOE Díaz, Sánchez y López también han podido espantar a otros muchos partidarios que ahora quizá se lo pensarían mejor si hubiera elecciones generales.

Susana Díaz fue la favorita para ganar las primarias desde el principio, pero en las últimas semanas algo más que una inquietud –un temor fundado– se asentó en su candidatura. El gran número de avales que presentó Pedro Sánchez disparó todas las alarmas. Por eso, la presidenta andaluza intentó aprovechar el debate pero, aunque salió airosa, Sánchez tropezó y López quizá fue el mejor parado, no fue definitivo y hasta el último momento todo es posible, todo menos la concordia entre Díaz y Sánchez.

Susana Díaz y sus partidarios insisten en que el día después, si vencen, buscarán el acuerdo de todos. Sin embargo, en su misma candidatura ven utópico un entendimiento con Pedro Sánchez, de quien dicen que “está en el PSOE, pero no es del PSOE”, que para él sería solo un instrumento para alcanzar el poder. Algunos también recuerdan que Sánchez medró en el partido al pairo de Miguel Sebastián, ministro de José Luis Rodríguez Zapatero, tildado de liberal, y que sin duda no compartirá algunos de los guiños radicales –incluidos coqueteos con Podemos– de su expupilo. Sánchez y su equipo tampoco ahorran críticas a Díaz y aunque proclaman que, gane quien gane, habrá cierre de filas, las heridas abiertas son muy profundas y, en el mejor de los casos, tardarían en curar. El PSOE, tenga el líder que tenga, necesita tiempo para reorganizarse y eso, incluso con Sánchez en la secretaría general, le da una cierta ventaja a Rajoy al frente de un partido más monolítico y sin rivales por el liderazgo, aunque la proliferación de casos de corrupción –y sobre todo de filtraciones interesadas– permiten concluir que en el PP también hay “compañeros de partido”, peores que los adversarios, los enemigos y los enemigos mortales.

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