La “nueva normalidad” en tiempos revueltos

23 / 12 / 2016 Jesús Rivasés
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Rajoy se ha adaptado a la “nueva normalidad”, europea y sobre todo española, en la que encabeza uno de los gobiernos más estables de Europa, en una legislatura quizá larga y también incluso cómoda para unos socialistas necesitados de tiempo, pero que presumen de que el gobierno hace lo que ellos quieren.

Angela Merkel afronta unas elecciones complicadas a la vuelta del verano. La matanza prenavideña de Berlín complica su situación. Si no renueva mandato, en el otoño de 2017 Mariano Rajoy será el único gobernante superviviente de la crisis. También es el último de los históricos del PP, después de que José María Aznar, en vísperas de Navidad, renunciara a la presidencia de honor del PP. Evita asistir al congreso de la formación política que llevó al poder. Tampoco creará otro partido que divida el voto más de centro derecha, el sueño siempre acariciado de la izquierda y especialmente del PSOE. José Luis Rodríguez Zapatero lo persiguió con tanto ahínco como falta de éxito. Podemos, con sus peleas internas, demuestra que es un partido tan clásico como el que más, incluido su ramalazo leninista verbalizado por Juan Carlos Monedero. Albert Rivera, como Rajoy, también quiere cuanta más aquiescencia interna mejor, mientras los socialistas, en busca de líder, intentan salir de su propio laberinto. Al mismo tiempo, el Gobierno, quizá uno de los más estables y con más recorrido de Europa, pierde una tras otra las votaciones en el Congreso de los Diputados, lo que no le impide gobernar con cierta comodidad y enfriar la posible reforma de la Constitución. Es la “nueva normalidad” en tiempos revueltos.

Mohamed A. El-Erian, estadounidense de origen egipcio y economista jefe de Allianz y antes primer ejecutivo de Pimco, uno de los mayores gestores de renta fija del mundo, acuñó la expresión “nueva normalidad” para describir en 2009 el paisaje económico inmediatamente después de la Gran Recesión. El-Erian argumentaba que las economías occidentales habían entrado en una “nueva normalidad”, caracterizada por una “frustrante e inusual trayectoria de bajo crecimiento” que, además, se enquistaría. Ahora, el Fondo Monetario Internacional (FMI), por otra parte asolado por la “maldición de sus directores gerentes” (los tres últimos, Dominique Strauss Kahn, Rodrigo Rato y Christine Lagarde, por distintos asuntos, han tenido o tienen problemas con la Justicia), ha recuperado la expresión “nueva normalidad” para describir el mundo en el que ha elogiado –en su último informe– la política económica de Rajoy, que ha dado buenos resultados, pero que a Aznar y a parte de su entorno, le parece demasiado socialdemócrata. No ha sido decisiva para el portazo del expresidente del Gobierno, pero ha sido otra de las gotas de agua que han colmado el vaso, jaleado por los que creen que Rajoy es blando con los nacionalistas y que en lo económico y social aplica una especie de “socialismo de derechas”. Es una vieja expresión de José Luis Feito, presidente del Instituto de Estudios Económicos, e histórico liberal que, sin embargo, hace tiempo que acepta, con matices liberales amables, las políticas del inquilino de La Moncloa y de su equipo.

En la “nueva normalidad”, la gestora del PSOE intenta caminar todo lo despacio que puede hacia el congreso que –quizá antes del verano– elija nuevo secretario general. La unanimidad en las filas socialistas es algo perdido y nunca recuperado. Susana Díaz emerge como la candidata más potente, pero sigue sin convencer a todos y está muy lejos de aparecer como un cartel electoral atractivo para aglutinar la mayoría suficiente. La hipótesis de la tercera vía, ni Díaz ni Pedro Sánchez, está presente de forma permanente, pero tampoco avanza por falta de una figura que enarbole con garantías esa bandera. La última vuelta de tuerca a los líos internos de los socialistas ha puesto sobre la mesa una vía rocambolesca, pero que apenas tendría rechazo, salvo quizá del principal protagonista. Todo es enrevesado, pero no imposible. Alguien ha sugerido que Javier Fernández, ahora mismo al frente de la gestora del PSOE y presidente del Principado de Asturias, sea el próximo secretario general de los socialistas. Su trabajo al frente del órgano provisional de Gobierno del partido convence a casi todos, con la excepción de Pedro Sánchez y muy pocos más. La idea, cuya paternidad nadie reclama todavía, tiene problemas prácticos de puesta en marcha, pero no hay nada insalvable. Los escollos principales son dos: primero, el máximo responsable de la gestora no puede presentarse a secretario general, lo que obligaría a que dimitiera y fuera sustituido por otra persona. Segundo, Fernández, de momento, no quiere ni oír hablar del asunto. Los puntos principales a favor de la idea son que el presidente asturiano sería secretario general, pero no candidato a la presidencia del Gobierno, algo que no molesta a futuros aspirantes, como la propia Susana Díaz, y que al frente del partido –y no de forma provisional– podría pacificar definitivamente al PSOE y darle tiempo para reorganizarse hasta las próximas elecciones. Todo muy rocambolesco, pero en la “nueva normalidad”, quizá sea posible.

“Esto sigue revuelto”, como decía uno de los personajes de Camilo José Cela –paisano de Rajoy– en Madera de boj, pero mientras Pablo Iglesias e Íñigo Errejón reproducen las clásicas luchas por el poder de cualquier partido y Albert Rivera empieza a ser partidario de formar parte de Gobiernos, aunque no los presida Ciudadanos, el inquilino de La Moncloa confía en una legislatura larga, que quizá también sea cómoda para unos socialistas que defienden que el Gobierno hace “lo que nosotros queremos”. Es la “nueva normalidad”.

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