Empate permanente y situación tóxica

13 / 11 / 2017 Jesús Rivasés
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Todo es posible el 21-D, incluso un empate o una repetición de la actual situación tóxica, aunque hay algo diferente, y es que la cárcel doblega muchas voluntades y nadie quiere volver.

Mariano Rajoy sorprendió a todos al convocar elecciones catalanas el 21-D. “Los independentistas catalanes subestimaron al presidente del Gobierno español”, dice el semanario francés Le Point, que habla del “increíble Rajoy”. El inquilino de La Moncloa, el político en activo más avezado, tomó la iniciativa y no poca ventaja, que luego se eclipsó en parte con la entrada en prisión provisional de Oriol Junqueras y el resto de miembros del Govern que no habían huido a Bélgica junto con el valiente Carles Puigdemont que, a pesar de todo, no consigue convertir “un acto de cobardía, casi de vodevil”, como apuntó Felipe González, en un episodio heroico del imaginario catalán. “Los pueblos personan las mentiras contra los enemigos”, apunta George Edwards, un científico político de la Universidad A&M de Texas, estudioso de las mentiras de Donald Trump, “mentiras azules”, a las que considera no un fallo del carácter del presidente americano, sino sus armas de guerra.

La audaz maniobra de Rajoy requiere ahora el más difícil todavía, que el próximo 21 de diciembre las urnas arrojen un resultado que permita desbloquear la “cuestión catalana”. No es sencillo, porque todo apunta a lo que algunos llaman “el empate permanente”, entre independentistas y no independentistas. El movimiento de Rajoy, además, no está exento de riesgos, pero aunque no conste que el presidente sea un fan del poeta alemán Friedrich Hölderlin, quizá coincide con él que “allí donde anida el peligro, crece también la salvación”, incluso en una situación que muchos no dudan en calificar de tóxica. 

El Gobierno pasó de una cierta euforia tras la puesta en marcha del artículo 155 y la huida de Puigdemont a una cierta melancolía tras la entrada en prisión de Junqueras, cuyo gran argumento legal de defensa consistió en decir que como es cristiano no es violento, y los exconsejeros que no salieron por piernas. Casi al mismo tiempo, veteranos y no veteranos del PP empezaron a hacer cuentas, números electorales, para concluir que no está claro que salgan los números. Sí, en el PP hay quienes defienden que había que haber esperado mucho más tiempo para llamar a las urnas en Cataluña, seis meses al menos para que diera tiempo a desmantelar algunas de las terminales más activas del independentismo. Rajoy, sin embargo, que insiste en presumir de predecible, y que tenía la presión del PSOE y de Ciudadanos para acelerar todo, eligió lo menos previsible, quizá lo más arriesgado, pero también la mejor opción para los no independentistas, siempre y cuando salga bien. Toda una apuesta a un solo número, la víspera del sorteo de Navidad.

Albert Rivera e Inés Arrimadas, los líderes de Ciudadanos, están entusiasmados y convencidos de un resultado muy favorable, para ellos y para los defensores de la unidad de España, el día 21. El líder de los socialistas catalanes, Miquel Iceta, bregado en mil batallas políticas y con mucha experiencia, no quiere expresar su optimismo, pero se ve ante una gran oportunidad. Espera recuperar una parte no desdeñable del electorado perdido e incluso atraer a los antiguos convergentes más moderados que, a pesar de todo, no votarán a Ciudadanos ni al PP. Iceta cree, incluso, que es posible una nueva versión del Gobierno tripartito, en este caso con ERC y los Comunes/Podemos de Xavier Domènech y Ada Colau, la alcaldesa que no está dispuesta a renunciar hasta el último segundo a su trono, coronado por las palabras de José Borrell de “emperatriz de la ambigüedad”, un título que, no sin algo de retorcimiento, han querido equiparar al de “emperador del Paralelo” que llevaba consigo, con todas sus connotaciones negativas, Lerroux, en otra época también tóxica. Un nuevo tripartito podría ser una solución provisional, siempre que ERC renunciara a una nueva DUI, pero tampoco zanjaría el asunto. Y si las gentes de Junqueras, esté dentro o fuera de la cárcel, logran retener el control de la educación en Cataluña, quizá el independentismo conceda una tregua, pero volverá a las andadas.

La victoria electoral del independentismo, pese al optimismo de Ciudadanos, tampoco es imposible. “Si ganan los independentistas el 21-D será un desastre”, dice Javier Vega de Seoane, presidente de Círculo de Empresarios. El goteo de empresas que no dejan de marcharse de Cataluña se explica por el temor a que el independentismo vuelva a poder formar Gobierno y también porque ese posible tripartito, que incluya a ERC y los Comunes/Podemos, intranquiliza tanto o más que otra DUI. La política económica del independentismo radical o la de un tripartito muy escorado a la izquierda que Iceta apenas pueda moderar genera alarma en los círculos empresariales, incluso entre aquellos que durante años fueron complacientes con lo que llamaban nacionalismo moderado. Slomo Ben-Ami, exministro israelí de Exteriores y gran conocedor de España y de la cuestión catalana, lo ha resumido en una frase: “El independentismo debe ahora mucho a los extravagantes sueños de grandeza de una élite”. Todo es posible el 21-D y hay que preverlo, incluso un empate permanente y que continúe una situación tóxica. No obstante, hay algo diferente esta vez y es que la cárcel doblega muchas voluntades y nadie quiere volver.

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