El trumpery de Trump en un verano español

01 / 08 / 2016 Jesús Rivasés
  • Valoración
  • Actualmente 0 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
  • Tu valoración
  • Actualmente 0 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
¡Gracias!

Pedro Sánchez primero quiere ver perder a Rajoy una sesión de investidura, rivera se resiste a ir más allá de la abstención y Felipe González comenta que se dará de baja de militante del PSOE si llegara a pactar con Unidos Podemos. Rajoy, criticado por todos, confía en lograr sus objetivos. Él tiene sus tiempos 

El pícaro Autolico es un personaje de Shakespeare que en El cuento de invierno presume de engañar a los ingenuos: “¡Ja!, ¡Ja!, ¡qué necia es la honradez! ¡Y la conciencia, su inseparable hermana, qué señora tan ingenua! Ya he vendido todas mis baratijas”. El autor de Hamlet y de Macbeth pone en boca de su tramposo la palabra “trumpery”, como ha expurgado el analista británico Daniel Jonhson, que la utiliza para describir las condiciones que, en Estados Unidos –no son únicas de ese país–, han permitido que Donald Trump haya sido nominado candidato a la presidencia por el Partido Republicano y que en algunas encuestas lleve ventaja a su rival demócrata, Hillary Clinton. “Trumpery”, palabra que el diccionario define como “objeto que carece de valor, disparate o engaño”, podría ser traducida como “trampeo”, como lo ha hecho Estefanía Pipino para la versión española del artículo de Johnson, publicado en la revista de Faes, la fundación que preside José María Aznar, titulado “Cultura política en la edad del Trumpery”. “Trampeo” no existe en castellano y lo más parecido, sería “trampear”, que significa “engañar a alguien o eludir alguna dificultad con ardides y engaños”.

El “trampeo” para Johnson, además  del fraude “que Trump le quiere vender a Estados Unidos”, también es “el predominio de una mentalidad, un clima de opinión, un hecho sociológico establecido”. El autor británico, que se remonta a Ortega y Gasset y La rebelión de las masas para explicar el orígenes del “trampeo”, cree además que está unido al pesimismo de una generación que ve que sus hijos están en peligro de convertirse en clase baja. Las distancias son abismales, pero en la sociedad española, que intenta dejar atrás la mayor crisis económica en un siglo, se abre paso la sensación de una especie de “trampeo” propio, si los representantes de los partidos políticos no crean las condiciones para que haya nuevo Gobierno y se aleje el fantasma de otras elecciones.

Mariano Rajoy, pertrechado con sus 137 diputados, defiende desde el día siguiente a las elecciones su derecho –que todos le reconocen– a formar Gobierno. El problema es que necesita 39 diputados y nada avala que tenga esos apoyos o que haya las suficientes abstenciones como para que fuera investido presidente. Pedro Sánchez y Albert Rivera, líderes del PSOE y Ciudadanos, han dejado desde el principio la pelota en el tejado del ahora inquilino de La Moncloa. Sánchez, además, siempre ha rechazado incluso la abstención, que es a lo máximo que llega Albert Rivera, que insiste en que el PP debería cambiar los equipos si quiere más, lo que significaría el apartamiento de Rajoy, algo que parece imposible. La única solución para evitar otras elecciones es que alguien ceda o un pacto casi imposible de toda la izquierda y todos los nacionalistas e independentistas.

Los socialistas de Pedro Sánchez, más allá de las tentaciones de su líder de intentar ese acuerdo por la izquierda, quieren ejercer una oposición férrea e implacable a Rajoy, que empezaría incluso antes de ser investido. Sánchez quiere ver cómo Rajoy pierde con estrépito una primera sesión de investidura, que es lo que el jefe del PP quiere evitar. Solo después de un revolcón parlamentario del ahora inquilino de La Moncloa el PSOE abriría la mano. No obstante, el escenario preferido por los socialistas es que Rajoy logre el apoyo de Ciudadanos y de algún grupo más –el PNV, que por su parte ya ha dicho que no– y los canarios Ana Oramas y Pedro Quevedo, que ahora también están de perfil. Oramas, en concreto, esgrime, como otros líderes políticos, que Rajoy hasta ahora no ha negociado nada con ellos. “Nos mandaron unos folios con el programa del PP y, después, nada”. Si el PP consiguiera esos apoyos, alcanzaría la mayoría para una investidura y permitiría a los socialistas votar No, que es la posición de la que no quiere moverse en ningún caso Pedro Sánchez. El líder del PSOE, que ha permanecido en muy segundo plano hasta su entrevista con el rey don Felipe VI, en teoría lo ha descartado, pero ha permitido que circulara la idea de que, en último caso, él intentaría el pacto de izquierdas. Eso ha provocado que Felipe González, también en reuniones privadas, dijera que si el PSOE llega a un acuerdo con el grupo que lidera Pablo Iglesias, pediría la baja como militante socialista.

Ciudadanos, que en teoría sería el socio natural de Rajoy, también mira para otro lado. El que una jueza de Madrid haya sentado al PP en el banquillo por borrar la información del ordenador de Luis Bárcenas lo complica todo. Es el último argumento al que se puede acoger Rivera para ir más allá de la abstención a una investidura de Rajoy, al que también reprochan que no haya negociado y deje pasar el tiempo, aunque quienes conocen al líder del PP repiten que su estilo es actuar con discreción, sin cámaras ni periódicos, y que, al final, logra lo que se propone. En Ciudadanos pasan la pelota al PSOE y le reclaman la abstención para investir a Rajoy. Todo muy enrevesado, una especie de “trumpery” de verano a la española, en el sentido castellano de “trampear”, claro, “eludir dificultad con ardides”. Menos evidente es quién representa el papel de Autolico. Candidatos hay. Y más “trumpery”, el Parlamento catalán, desafiante,  aprueba iniciar la “desconexión” y también influirá en la investidura de un presidente del Gobierno.  

Grupo Zeta Nexica