El mito roto de Syriza y el banderazo de Pedro Sánchez

29 / 06 / 2015 Jesús Rivasés
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Mientras el moderno mito griego de Syriza se desvanece, Pedro Sánchez inaugura la campaña electoral con todo un espectacular banderazoal centro y un gobierno en la sombra ortodoxo y moderado

Martin Seymour-Smith, biógrafo y estudioso de Robert Graves (1895-1985), escribió en su obra sobre el poeta británico y autor de famosas novelas históricas ambientadas en Roma y Grecia, entre las que destaca Yo, Claudio, que “el contenido de la mitología no era más misterioso que las modernas propagandas electorales”. La más moderna historia griega, con la irrupción y ascenso al poder de los radicales de Syriza, liderados por Alexis Tsipras, encaja a la perfección en esa descripción y, sin duda, también tendría cabida entre “los mitos griegos”, uno de los estudios más famosos y respetados de Graves junto con ese monumento que es La diosa blanca, de la que ahora hay disponible una excelente traducción al castellano, salida de las manos del propio hijo del poeta.

Syriza, con Tsipras de primer ministro y Yanis Varoufakis de responsable de la economía, se convirtió de repente en un auténtico mito y referente de la izquierda radical europea y, sobre todo, de la española que lideran Podemos y Pablo Iglesias y su grupo de profesores-políticos. El mito del anunciado triunfo de un moderno David –Syriza– contra Goliat –la llamada Troika– que, ahora, ha comenzado a desmoronarse con rapidez y que amenaza con desaparecer del todo, al margen de que finalmente Grecia alcance un acuerdo mejor o peor con la Unión Europea (UE), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Central Europeo (BCE). Sí, casi seis meses después de llegar al poder con promesas tan imposibles como atractivas para una población que había tenido que hacer muchos sacrificios, Tsipras y Varoufakis han traspasado todas las líneas rojas que, solemnemente, anunciaron que jamás cruzarían. La propuesta de Syriza a la UE, FMI y BCE, ahora llamados instituciones, salga adelante o no, es toda una renuncia y, entre otras cosas y a modo de comparación, significa un ajuste cinco veces superior al que José Luis Rodríguez Zapatero tuvo que aplicar por la vía de urgencia en la primavera de 2010 para evitar la intervención manu monetari de la economía española. Y, por supuesto, va acompañada de bajadas de pensiones y subidas de impuestos. Todo llega, además, tras casi seis meses en los que el Gobierno de Syriza ha mareado la perdiz, lo que ha hecho que la economía griega pase de un crecimiento modesto a una nueva recesión, de un superávit del 1% a un déficit que ya debe superar el 2%, a lo que une una nueva caída del nivel de vida de los griegos. Eso sí, en España Pablo Iglesias entiende que el éxito ha sido de Syriza y de su amigo Tsipras y los pone de ejemplo de lo que querría hacer en España, aunque el líder de Podemos nunca ha sido tajante a la hora de mostrarse partidario del euro, algo que sí tienen muy claro incluso la inmensa mayoría de los ciudadanos griegos. Históricos líderes de Izquierda Unida, por ejemplo, como Julio Anguita, no tienen dudas y reclaman siempre que pueden la salida de España del euro.

Mientras el mito, griego y moderno, de Syriza se desvanece –aunque todavía dará bastante que hablar–, el líder del PSOE, Pedro Sánchez, después de haber pactado con Podemos para desalojar a los populares de algunos ayuntamientos y comunidades autónomas, ha dado su propio y rojigualdo banderazo de salida de la campaña electoral en la que él se lo juega todo a una sola carta y con una única oportunidad. El futuro próximo de Pedro Sánchez bascula entre La Moncloa y volver a ser un político poco más que raso. No hay término medio. Y para alcanzar su objetivo, tras los pactos con Podemos y otros radicales, Sánchez ha iniciado su particular viaje al centro, bandera española constitucional incluida, bien acogido por unos y menos bien por otros dentro de sus propias filas. Lo primero fue la imagen, su proclamación como candidato a la presidencia con el fondo de una inmensa bandera española y también acompañado de su mujer –todo muy visual–, Begoña Gómez, vestida de rojo, y no por casualidad. Después llegó el goteo de esa especie de Gobierno en la sombra que ha empezado a formar el candidato socialista, con la traca de la resurrección política de Jordi Sevilla, exministro de Administraciones Públicas con Zapatero, y que será el encargado de desarrollar el programa económico del PSOE, lo que, sin duda, es una vacuna contrastada contra locuras y un elemento tranquilizador incluso para los mercados, que saben quién es y que no apadrinará disparates. En definitiva, todo un guiño al centroizquierda que, claro, no ha sentado muy bien a Manuel de la Rocha, que hasta ahora era quien llevaba la voz cantante en asuntos económicos y había elaborado algún documento con cierto sesgo radical. El movimiento de Sánchez parece hábil y le aleja de los extremismos de los que le ha acusado Mariano Rajoy, aunque los pactos ahí quedan. No obstante, la gran cuestión planteada por el propio Manuel de la Rocha en una reunión de parlamentarios socialistas es: “¿A qué electorado queremos recuperar, al que se ha ido con el PP o al que ha votado a Manuela Carmena?”. Sin embargo, para Pedro Sánchez y para muchos la pregunta es otra: ¿dónde puede recuperar más votos el PSOE, hacia el centro o hacia la extrema izquierda?, y la historia dice que por el centro. Al fondo, en Grecia, Syriza, el último mito heleno –moderna propaganda electoral en definitiva– ha empezado a dejar de serlo. 

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