El conflicto existencial español en la era Trump

13 / 02 / 2017 Jesús Rivasés
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Rajoy parece decidido a que el Gobierno presente los presupuestos, pero tampoco tiene prisa y podría hacerlo después de que el PSOE haya celebrado las primarias y tenga un nuevo líder. Entonces, casi todo dependería de quién esté al frente de los socialistas para que la legislatura continúe o haya otro adelanto electoral.

La víspera del día en que Mariano Rajoy esperó y atendió la llamada de Donald Trump, justo cuando el Barcelona jugaba contra el Atlético de Madrid la semifinal de la Copa, un conocido empresario español, en una sobremesa madrileña en un restaurante catalán, reflexionaba, tan sorprendido como preocupado, sobre el nuevo presidente americano. “Es el primero en mucho tiempo –decía– que cumple lo que ha prometido, al menos de momento, y eso nos parece revolucionario”. Cuando los inquilinos de la Casa Blanca y de La Moncloa hablaron por teléfono, el jefe del PP ya tenía encima de la mesa el último barómetro del CIS, que Pedro Arriola ya había destripado, y cuya foto fija indicaba que todo seguía, electoralmente, más o menos igual. El PP bajaba un poco sus expectativas, los socialistas en busca de líder mejoraban algo y Podemos –en medio de todos sus líos– apenas descendía. A la demoscopia todavía no le había dado tiempo a calibrar el abrazo de Albert Rivera y Ciudadanos al liberalismo progresista.

Antes y después de hablar con Trump, Rajoy vive atrapado en una especie de “conflicto existencial entre lo posible y lo necesario”, como apunta un informe independiente que circula entre varios ministros. El líder del PP, que hizo de la economía su bandera en la legislatura pasada, ahora, al gobernar en minoría, carece de capacidad para aplicar nuevos ajustes del gasto público y tampoco puede impulsar grandes reformas institucionales. Sin embargo, está obligado –y convencido– a salvar de alguna manera los muebles y cumplir con los objetivos de déficit pactados con la Unión Europea. Lo posible y lo necesario.

Días antes del día en que Trump iba a llamar a Rajoy, la irrupción definitiva de Pedro Sánchez en la carrera por el liderazgo del PSOE pilló con el pie algo cambiado a muchos en el PP y en el Gobierno. Entonces, los más optimistas todavía pensaban que, de alguna manera, podrían sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado. Sánchez, y en menor medida Patxi López, lo cambiaron todo. La gestora que encabeza Javier Fernández está abocada a oponerse a los Presupuestos, al menos antes de que se celebren las primarias.

Mariano Rajoy ha tenido encima de la mesa –y de hecho tiene– la opción de ni tan siquiera presentar los Presupuestos, prorrogar definitivamente los del año anterior y ponerse a trabajar en los de 2018. Cristóbal Montoro no haría ascos a esa posibilidad que, de alguna manera, garantiza que, por lo menos, no se gastará más, una forma como otra cualquiera de avanzar en el control de déficit. El presidente, sin embargo, cree que, en el primer tramo de una nueva legislatura, políticamente está obligado a llevar al Congreso unos Presupuestos. Otro asunto es que no tenga prisa. El inquilino de La Moncloa ha demostrado su habilidad en el control de los tiempos y su paciencia es legendaria. El Gobierno presentará unos Presupuestos, pero no es probable que eso ocurra antes de que el PSOE celebre sus primarias y tenga un nuevo líder. A partir de ahí, casi todo dependerá de quién ocupe la secretaría general de los socialistas, cuando también se hayan despejado otras grandes incógnitas europeas, como quién gobierna en Holanda y qué ocurre en las elecciones presidenciales francesas.

Tras el congreso del PP, Rajoy, quiere que los distintos congresos territoriales del partido –en algunos lugares puede haber lío– estén celebrados antes de que termine mayo. El presidente quiere tener la maquinaria del partido engrasada, por si acaso. Hay ministros que ven posible que Sánchez vuelva a dirigir el PSOE y, entonces, y si vuelve con su estrategia de “no es no”, otro adelanto electoral podría estar a la vuelta de la esquina, aunque los repetidos fallos de la prospectiva electoral introducen todavía más incertidumbre. En el PP esperaban un barómetro del CIS más favorable y, sobre todo, peor para el PSOE y Podemos, pero claro, es solo la foto fija de un momento.

El Gobierno se ha pertrechado para seguir adelante con cierta comodidad, incluso con su conflicto entre lo posible y lo necesario a cuestas, durante los próximos meses. No obstante, los pertrechos para afrontar una nueva crisis no son los mejores y los nubarrones abundan en el horizonte: a la incertidumbre política en Holanda y Francia se suman las complicaciones que se presumen del brexit, que no serán pocas. Además, el repunte de la inflación, unido a las elecciones alemanas del otoño, aumentará la presión de Alemania sobre el Banco Central Europeo y su presidente, Mario Draghi, para que suba los tipos de interés. Sería lo peor para un país cuya principal vulnerabilidad es el enorme endeudamiento privado y ahora sobre todo público. No hay que olvidar que quizá sea inevitable recurrir a más endeudamiento para pagar la próxima paga extra de las pensiones, siempre pendientes de una reforma casi imposible que nadie quiere ni puede acometer con garantías de éxito. Todos tienen muy presente aquella frase de Jean-Claude Juncker, el presidente de la Comisión Europea, que sigue muy vigente: “Sabemos lo que hay que hacer, pero no sabemos cómo ganar las elecciones después de hacerlo”. Todo un conflicto existencial, entre lo posible y lo necesario, antes y después de que Trump y Rajoy hablaran, en medio de un Barça-Atlético.

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