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Aventura, incompetencia, “broma” y el olfato de Pujol

07 / 09 / 2015 Jesús Rivasés
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Jordi Pujol, que siempre tuvo –y conserva– un gran olfato político, es pesimista sobre las posibilidades de que Junts pel Sí alcance la mayoría absoluta de los diputados, lo que daría origen a meses sin gobierno y una posible repetición de las elecciones catalanas tras las generales

La aventura independentista catalana que impulsa Artur Mas, enfrentada a la hora de la verdad, empieza a sufrir el vértigo de lo desconocido, sobre todo ahora que Angela Merkel, Felipe González e incluso los siempre infinitamente prudentes empresarios de Fomento del Trabajo –la patronal catalana que lidera Joaquín Gay de Montellá– han dejado claro que la independencia de Cataluña no es ningún camino hacia ninguna parte. Josep Antoni Duran i Lleida, que puede ser el gran beneficiado del muy probable fiasco de la lista Junts pel Sí, está en la misma sintonía y también lo ha dicho, e incluso el mismísimo Jordi Pujol que, más allá de sus errores y sus tropiezos con Hacienda, siempre tuvo –y mantiene– un extraordinario olfato político, ha comentado este verano a los que han tratado con él en sus horas más bajas que no es muy optimista sobre el denominado “prucés” (independentista, claro).

La resurrección del 3% –supuestas comisiones percibidas por Convergència durante años, denunciadas en su día por Pascual Maragall– ha sido el penúltimo tropiezo de un Artur Mas, en teoría más o menos liberal con ramalazos socialdemócratas, que ha alarmado a una parte de su clientela con su alianza con los izquierdistas semirradicales de Esquerra, pero sobre todo al aceptar la colocación de un comunista histórico como Raül Romeva –con aspiraciones propias– al frente de la lista unitaria que aspira a una mayoría absoluta, al menos de escaños. Ni tan siquiera la extraña aventura, sobre todo por el momento, en la que se ha embarcado el PP, con dudosa oportunidad, para cambiar por la vía de urgencia el Tribunal Constitucional para que pueda actuar contra Mas, ofrece garantías suficientes a los independentistas para acercarse a sus objetivos. No perderán por goleada y, por lo tanto, habrá que contar con ellos, pero cada día que pasa –“bromas” inoportunas como la desafortunada frase de Xavier García Albiol al margen– la mayoría absoluta, con y sin la CUP, por la que en teoría suspira Mas está más lejana. Miles de abstencionistas históricos en las elecciones catalanas, que nunca se han sentido concernidos por ese tipo de comicios, ahora saben que hay en juego otras cosas y acudirán a las urnas y no votarán independencia. Muchos fueron el granero socialista catalán, desorientado tras el pacto del PSC con ERC, ahora calificado por Carme Chacón como “el mayor error”. El día 27 quizá tengan dudas de qué papeleta escoger, pero en ningún caso optarán por una independentista.

La lista de Romeva, que es quien la encabeza, con Mas y Oriol Junqueras en los puestos cuatro y cinco, ganará las elecciones según todos los sondeos, pero sin mayoría absoluta. Más complicado todavía. Nadie garantiza que obtenga un resultado que le permita formar un Gobierno, encabezado por Artur Mas o no, que ahora tiene el handicap añadido de la resurrección del famoso “3%”, algo de lo que no le resultará sencillo evadirse y que en ERC, en la CUP y en la versión catalana de Podemos, Catalunya Sí que es Pot –Cataluña Sí se Puede– ya ven como un obstáculo para apoyarle en una investidura. Los integrantes de Junts pel Sí tenían acordado –más o menos– que Artur Mas volviera a ser presidente de la Generalitat, pero eso fue antes de la resurrección del “3%” y ni tan siquiera el exabrupto de García Albiol de “se acabó la broma” y la incompetencia política para algunos, electoralismo para otros y acierto para los más convencidos del PP al querer cambiar el Tribunal Constitucional dé oxígeno suficiente para el todavía líder de los convergentes. Y mucha de su histórica clientela, muy nacionalista pero no independentista, y menos aún de izquierda radical, ya mira hacia otros lares, casi al mismo tiempo que se anuncian en el horizonte nuevos proyectos de la sociedad civil como Seny per Catalunya, que se presentará los próximos días y que intentará orientar a los nacionalistas más templados.

El día después del 27-S puede ser muy largo si se cumplen los pronósticos de que no hay mayoría absoluta. En ese escenario, la formación de un Gobierno en Cataluña puede ser extremadamente complicada para Artur Mas y para cualquier otro. No está claro, por ejemplo, que todos los electos de la lista de Junts pel Sí se integren en el mismo grupo parlamentario ni que los diputados convergentes voten a otro candidato que no fuera Mas, lo que haría imposible esa opción. En ese escenario, probable para muchos, nadie descarta que no haya nuevo Gobierno en Cataluña por lo menos hasta que se celebren las elecciones generales en toda España, a la espera de cómo quede el mapa electoral nacional y quién y cómo está en La Moncloa y qué se puede negociar. En el fondo, la gran apuesta de Mas siempre ha sido esperar a que Rajoy no sea presidente del Gobierno o lo sea con una extrema debilidad parlamentaria. Sin embargo, esa apuesta también puede salirle mal, por muchos errores tácticos que pueda cometer el PP, y ya hay quienes trabajan en la hipótesis de que, tras las generales, tengan que repetirse las elecciones catalanas ante la imposibilidad de formar Gobierno y, entonces sí, Mas estaría al final de una aventura que, como decía Roald Amundsen, el hombre que conquistó el Polo Sur, solo “es señal de incompetencia”. Y se puede aplicar a muchas aventuras de muchos otros.

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