Tita Cervera no tiene cash para su hijo Borja

13 / 12 / 2016 Jesús Mariñas
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La baronesa Thyssen acusa a la prensa española de hacer una campaña de desprestigio contra su hijo Borja. Tiene que pagar a Hacienda 1,2 millones de euros, por lo que se ha visto obligado a subastar un Goya.

Cálida y lujosa forma de acabar el año con Paolo Bulgari y su esposa, Maite Carpio, periodista española que conoció haciéndole una entrevista. De cuento, como lo ya calmado de Bigote, que cumplió 68 y Teresa le regaló una enorme foto. El glamour fue más allá de las vitrinas que hacían antología de los cien años de Bulgari. No solo repasaban sus piezas con collarones casi etruscos. También exhibían la clientela encabezada por Lyz Taylor, Loren, Lollo o una Anna Magnani, gran trágica inolvidable en Mamma Roma. En una foto luce los dos broches florones de brillantes y rubís, regalo de Rosellini. Los destacan como el deslumbrante collar de topacios azules y amarillos prestado por la baronesa Thyssen, que dejó su museo como marco a esta exaltación del lujo. Los Alvarno, la fría Sánchez Silva, Marián Camino y Mar Saura, bella con falda sobre pantalón, repasaron lo expuesto: bizquearon con los enormes brillantes, valoraron ser los primeros en usar monedas romanas para engastarlas y repasaron los relojes Bulgari-Bulgari lanzados en 1975. Montados en resina negra, con sus flexibles y enredadas pulseras turbogás son lo más popular de sus creaciones. Las llevan los pijos. Aunque para impresionar, nada como un collar de 1938 homenaje, con piedras colgando cual escalinata, a la Plaza de España, tan nuestra. De ahí joyas sobre el pavimento del Foro, las columnas de Trajano, el Campodoglio o las operísticas termas de Caracalla. “Es como llevar un piso en un dedo”, reconocieron ante pedruscos de ocho quilates.

El acoso de Hacienda

Ante la variada asistencia sobresalió la delgadez de Jon Kortajarena y los ojos azules de Maxi Iglesias, con cantosa chaqueta a cuadros impropia de cóctel. La baronesa, forever Tita, impresionó doblemente: por sus esmeraldas y detallando las desgracias financieras de Borja: “Tiene que vender el goya que Heini le dejó en herencia. Es la manera de afrontar el acoso de Hacienda. Me duele que la prensa española se ensañe tanto con él, pobre hijo mío”. Podríamos decirle que solo recibe lo que el mismo creó con sus irregularidades.

“¿Por qué no se lo compra, si tanto le duele que el cuadro deje la familia. Usted también ha vendido alguno”.

“No tengo liquidez”, se desmelenaba más supuestamente contrita mientras oscilaban los esmeraldazos de un joyero que tiene hasta treinta piezas de la marca aunque prefiera Van Cleef. Reflejo de tiempos pasados, cuando el barón la sorprendía, ella vestía en Givenchy y ahora lo hace en Escada. ¿Serán ciertos sus apuros económicos? Para mí los querría. Enseguida los olvidó jaleada por el embajador italiano, Steffano Sannino, nada que ver con sus colegas. Forma parte de la diplomacia gay tan de moda. Impera actualmente, matrimonio son los estadounidenses y Francia envió a dos sustituyendo la masculinidad de Bruno Delaye, un grandote delicioso por el que se deshacía Tita. No llegaron a nada. Pero flirtearon, coquetearon, jugaron el aquí te pillo pero no te mato. Se pusieron de moda cabreando al resto de pretendientas. Los franceses de referencia la liaron bien, porque el pequeño consorte hindú llevaba chulos a la residencia y no les pagaba, quizá amparándose en la inmunidad. Y un cuerno, uno salió bravo, se la organizó reclamándole la pasta, intervino la Guardia Civil de servicio y llegó la Policía. A los meses los trasladaron. Hubiera sido pareja ideal para El fin de las embajadas, histórica novela de Roger Peyrefitte, contando entresijos casi secreto de Estado. Cual a nuestro Julio Camba, lo expulsaban de los países y hasta el Vaticano casi lo excomulga por su cáustica Las llaves de San Pedro. Detalló la burla de las reliquias, veneran 300 prepucios del Niño Jesús y exponen treinta coronas de los Reyes Magos que, quizá gracias a su poder, las multiplicaron. Incontables son los clavos de la crucifixión, Dios me perdone.

Un mundo submundo, comentaban en la hoy cómoda embajada italiana en lo mejorcito de Madrid. Nelsy Chelala la tiene a tiro de piedra, enfrente de su apabullante alarde de cibelinas, chinchillas y visones teñidos de azul cielo. Renovadora incansable que desde su despacho admira la escultura de Pastora Imperio alardeando de agitanados brazos.

 

Pocholo, genio y figura

Mientras Pocholo Martínez-Bordiú reapareció con floreada chaqueta Mao –genio y figura, qué casta–, Tita apareció despeinada con negro blusón bohemio nada glamuroso para anfitriona de la muestra. Encantó sobre negras plataformas de ante salpicadas de flores bordadas con enorme lazo rosa en el empeine. Cursilada que puede permitirse. Contrastó con el anodino encaje negro de Nieves Álvarez, cada día más imponente. Jugó con Gerardo Miró hablando de su reportaje con Juan Abellaneda, donde el sastre luce idéntica chaqueta de lamé que una de Van Noten. Chocante coincidencia, ironizaban ante la vasca sobriedad de Kortajarena, ya sin las tonterías de cuando Tom Ford –espléndida su nueva película– lo meneaba. Floreadas fueron María Esteve, que no se consolida pese a ser hija Gades y Marisol, mientras Kuka Martínez Bordiú, tan resucitada como su surrealista hermano, se floreó la estola sobre tremendos zapatones de tiras que le acortaban la pierna. Maribel Verdú anda alelada à la recherche del tiempo perdido y lució préstamo de Carolina Herrera, verde de escote redondo remarcándole cuello. Eugenia Osborne, una de las tres gracias de Bertín, que el año próximo amplía su programa, arrastró estola de renard y Carmen Lomana, ya rígida como una cariátide del Partenón, desempolvó capa de argentés. Cautivaron Manuel Díaz y la dulce Virginia Troconis, que no se pierden una.

Noche de guapas sobre negro

Escotadísima mostrando pecho volvió Patricia Conde, a quien Miguel Ángel Muñoz ayudó presentando. Aunque nada como hacer comedor el céntrico cine Capitol. Quitaron las butacas y puede ser salida a la crisis de espectadores que se ceba –¿será verdad lo del boicot?– con Fernando Trueba y Penélope en su Reina de España. La otra noche una tele repuso La niña de tus ojos y me defraudó. Segundo fracaso de Pe tras Mamá. Ojito. El director lo ganó a pulso tras declarar que nunca “me he sentido español”. Pero se aprovecha de nuestras subvenciones, ya más de dos millones.

Juncal Rivero presume de cincuentona y parece treintañera. Estilo, piernas y figura. Ansía la Nochevieja “porque me toca pasarla con mi hijo”. Realzada en napa negro de muchas cremalleras fue Raquel Meroño, que tiene el bar con más vips de Madrid. María Zurita tiene mesa puesta –y la usa– y Marta Ortega es habitual con Torreta.

“Pasaremos las navidades aquí, pero nos iremos fuera con los niños”, me dijo Manuel Díaz ante Estefanía Luyck y una Vicky Martín Berrocal evitando fotos con su ex. Recuerdo que su boda sevillana intentó superar a la impactante de Enrique Ponce y Paloma Cuevas, a la que siempre envidió. Son incomparables y no lo consiguió pese a la belleza de El Salvador, que en tarde sudorosa acogió la ceremonia.

Ante Paloma Lago, que comerá marisco en la natal Cova, cerca de La Coruña, Arola me contó que reside en Chile como jurado de La Voz suspirando por Silvia Fuminaya. Me pregunto que habrá hecho el cocinero para que la guapa no quiera verlo. Fernando Martínez de Irujo pasará la Navidad en Liria como instituyó Cayetana. “Es manera de homenajear a mamá, estaremos todos los hermanos”. A final de año en Marbella para el marqués de Griñón suenan campanas de boda con el encanto de Esther Doña. No lo desmintió al presentar en Siglo XXI La buena vida. Es autobiografía de éxitos con vino y aceite “que hace siete siglos, los míos servían a Isabel la Católica”. Lo ayuda su segunda hija Sandra y su hijo Duarte.

Realzaron este bautismo ante José María Michavila –que cenará con sus hijos y acaso la recuperada Genoveva Casanova– y Conde Pumpido con liberado gesto o de feliz Navidad.

“Tenía reserva en segunda fila, pero me han quitado el sitio. Bueno, ese y también el otro”, ironizó como algunos viendo que, caballero de fina estampa, el padre de Tamarita en 206 páginas solo cita una vez a Jeanine Girod e Isabel Preysler, su primera y segunda esposa, ante las Segrelles y Emiliano Suárez con abrigo negro sobre plumas azul noche. Extrañó a Begoña Aranguren, última y paciente esposa de José Luis de Vilallonga. Girod luego fue amante con derecho a todo –incluso al número de las cuentas suizas– de Ramón Mendoza. Duró hasta que se lo quitó Naty Abascal. Con ella no gastó ni calderilla siendo presidente merengue. Ella le llamaba “el zorro del pelo blanco”.

Alabé tal discreto gesto señorial de Griñón, reserva lo doméstico para unas memorias matrimoniales. Darían mucho juego.

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