Terelu cumple 50 deseando enamorarse

06 / 10 / 2015 Jesús Mariñas
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La presentadora celebró su cumpleaños en un ambiente muy animado mientras los reyes Felipe y Letizia inauguraban la temporada operística del Real, donde también estuvieron la Preysler y Mario Vargas Llosa

Hay edades para todo. Ahí están los últimos ejemplos: IsabelPreysler acudiendo por primera vez a la ópera bien agarrada por el Nobel (que no al Nobel). Redemuestra un cariño posesivo como el que nunca exteriorizó con la patria, ya resignada a sufridora en casa. Porque Isabel no es simple aventura fugaz o momentánea como tantas otras. No supone un arrebato enloquecedor de un momento. Naty Mistral, que hizo con la Chunga secundada por Pepe Sancho y Emma Suárez, reparto excepcional para su primer estreno español, desde sus lúcidos, vividos y permanentemente atacadores 86 años, asegura que esa noche de un cuarto de siglo atrás en el desaparecido teatro Espronceda, él no dejó de mirarla, embobado ante el pasmo general. Ella en su tercera fila de pasillo, sentada para exhibirse, generó más curiosidad que la trama teatralizada aunque igual de exótica. Lo vieron emocionado y conmovido en su debú escénico entre nosotros. Pero su emoción era otra, fuerte y escondida, “por el amor de una mujer”, entonces casada con el marqués de Griñón, que le duró menos que Julio Iglesias, que parece restablecido de sus muchos males, aunque no proyecta recitales ni encerrarse a grabar. Miguel Boyer batió el récord y le dio una estabilidad y madurez que nadie imaginaba al conocerse en las celestinescas lentejas de Mona Jiménez, tan peruana como quien ideó en plan farsa Pantaleón y las visitadoras, donde Pilar Bardem estaba de pecado mortal. Sus hijos supieron retirarla a tiempo, fue un alivio.

Romance otoñal de verano. El escritor recientemente recompuso el texto para mantener el apoyo de la alcaldesa Ana Botella, que recuperó su dramaturgia no siempre aplaudida. Lo recreó para Aitana Sánchez-Gijón, en quien muchos veían el arrebato senil de quien tiene 80 plenos de vitalidad intelectual. Quizá el novelista, muy en su derecho, traicionó el original de su exótica Casa verde al incluir unas escenas con algún personaje sodomizado. La Mistral no reconoció el texto. Hay que modernizarse y Vargas Llosa lo hizo sentimentalmente dejando como sabemos a “la de toda la vida”, tan mandona y autoritaria, por la menos exigente y más manejable Isabel, una Isabel más agarrada que cogida por el marqués hispano-peruano, engrandecido por el rey don Juan Carlos. Tenía sus motivos, como el escritor los suyos para acudir a la ópera, de la que es seguidor y presidente del Comité y asesor del Teatro Real junto con Eugenia Silva, cada vez más volcada en crear estilismos para revistas. Impactante y provocador su blusón de motivos étnicos, mientras Blanca Suelves, juvenil duquesa de Alburquerque, vestía zigzagueante body, seña, símbolo y estilo de Missoni, como señalaron ante la alcaldesa Manuela Carmena, que gana mucho en la distancia corta: “No le gusto a las fotos y, para colmo, siempre me sacan repanchingada porque así estoy más cómoda”. Se lo confesó desde su chaquetón marfil, tan distinto del floreado blanquinegro de su antecesora Botella, a Gregorio Marañón mientras esperaban recibir a los Reyes en su debú operístico.

Juntos por Navidad. Isabel, siempre con su suma y sigue, hace maletones para rejuvenecer y estar con Vargas Llosa en Princeton hasta la próxima Navidad, que podrían alargar hasta la entrada de año para estar con Enrique Iglesias en Miami. Serán amargos turrones para Patricia, porque todos los hijos Iglesias-Falcó-Boyer –una sagrada familia– los apoyan, aplauden y comparten. A pareja tan desigual pero entregada al amor, nadie le discute supremacía absoluta. Aunque la primogénita Chábeli, que nació de penalti –a fin de cuentas, Julio padre jugaba en el Real Madrid juvenil y sabía meterla bien– sigue negociando centavo a centavo sus opiniones respaldando algo a lo que “mami” los tiene muy acostumbrados. Boyer le inculcó egiptología –por eso decían que, enamorado de las momias, se enamoró de Isabel– y el Nobel les recomienda lectura. Tamara repite que leyó La fiesta del chivo porque se lo recomendó Tito Miguel, muerto hace un año. Parece increíble. En la ópera, Tamara concentró atenciones en medio del engordado papá Carlos Falcó y un vitalista Mario, ya algo encorvado. Juntos rieron, comentaron, hasta se emocionaron en su fila sexta y palco exhibidor donde a los ávidos no se les escapó ningún gesto. Eso sí, era buena teatralidad y no la representación densa y tenebrosa. Aparentaron buenísima relación por aquello tan wildeano de “las buenas maneras antes que la moral”. Elegancia y trío seguido por el público más expectante por ellos que por la tragedia escénica donde, aburridos, Ana Rosa Quintana y Juan se fueron en el primer descanso. Igual hicieron Luis María Anson y José Luis Moreno Fue casi un duelo de marqués a marqués con Isabel sobresaliendo en el triángulo. Eso sí es alta comedia como las que hacía María Fernanda Ladrón de Guevara que, además de grandísima, también atraía por la elegancia con que se quitaba los guantes en la ficción. Cosas de otro tiempo.

Animadísimo y casi a cero grados por desbarrada refrigeración, fue el medio siglo de Terelu Campos. No los aparenta con sus subidas y bajadas lógicas del tratamiento. Calculó suspenderlo por el luto familiar y amoroso, pero la animó su hermana Carmen, casi espina dorsal de la familia. Vestían, no sé si intencionadamente, en vivo rojigualda. Acaso españolizadora indumentaria, contestación a lo catalán que tendremos para largo y tendido. Diseño de Alejandro de Miguel. Mientras a la gran Teresa Campos, desde una revista barcelonesa –con lo modélica que fue esa publicación en tiempos de Julio Bou– la aporrean sin fundamento como contagiados por los deformadores políticos del entorno. Olvidaron el seny y aunque la presentadora aún anda doliente por su hermana Lily, caviló no ir pero hizo fugaz presencia para la tarta: “No podía fallarle a mi hija en un día tan señalado”, se desahogó bajo su traje blanco “que me regaló Edmundo en Buenos Aires. Ideal para entretiempo porque su manga larga agobia en verano y resulta frío en invierno”. No faltó nadie, la Boutique a tope parando el tráfico en pleno Serrano.

Rocío Carrasco y Fidel Albiac reaparecían tras anunciar que se casan después de llevar juntos 15 años (y nadie creíamos en ellos) aunque les queda por elegir mes: “Será en primavera o verano próximos”, dicen. “¿Me confirmas que el traje lo hará Hannibal Laguna?”, pregunté. “Sí, es mi modista de siempre”, contestó. Aún recordamos, como para antología del horror, aquel que le ideó el renacido colombiano Carlos Arturo Zapata para su boda con el luego aprovechado Antonio David. También cuando, ante los problemas matrimoniales, se atrincheró en su chalé de La Moraleja. Soportó echándole valor o mucha cara “para no ser acusada de abandonar el domicilio conyugal”, me dijo entonces. Sonó a argucia en convivencia aliviada por las atenciones que le dio Ortega. Lo amparó con amor de madre. O eso cuenta con malintencionada sonrisa el malagueño ex guardia civil. Lo consideró domicilio propio aunque era la residencia de Rocío que, al morir, pidió que no fuese para nadie de su familia. Así dejó frustrado al torero que, al poco tiempo, también se desprendió de la Yerbabuena, que hubiera sido mejor para Museo Rocío Jurado que el acementado, frío e inacabable de esa Chipiona internacionalizada por su “más grande”. No se están portando, y encima Amador incordia con la mano puesta echando por tierra al mito.

Historias de Marbella. Fue lo que se vio en alarde de flamenquito en las sevillanas que bordó Rociíto –para mí siempre lo será, la vi nacer– pero no Fidel, poco danzante. Se emparejó a una Raquel Bollo radiante en su nuevo maquillaje; Mila Ximénez ahora compadeciendo a su exManolo Santana. Eran una pareja de cine, así les salió Alba, que es todo dulzura y vive feliz en Holanda con un empresario judío.¡Si Marbella contara aquellos tiempos de su jet, nada que ver con los malayos de ahora! Apena que no le den “tercer grado” a Julián, a tono con Pantoja. Los creen capaces de reincidir y sin enmienda. La folclórica sostiene que la engañó su amor por el arcarde.

Reencontré deslumbradora a Eugenia Santana y José Faria. Tras veinte años juntos, van a ser padres. Será por diciembre y viene niña, como a Sofía Mazagatos que “no anda muy allá porque con 40, los embarazos son más difíciles”. Se lo dijo su pareja Tito Pajares, que antes lo fue de la Begoña García-Vaquero a la que aburrió. Ella hoy es feliz con Pedro Trapote –solo le duele que su hijo estudie en Nueva York– y flamante cuñada de un Felipe González “que no está tan gordo como aparece en las fotos”. Me quedé con eso mientras Rocío Carrasco siguió arrancándose con la primera con un arte de tirar para atrás ante una Terelu reconociendo, repitiendo y sosteniendo que “me niego a ser infeliz”. Y lo hizo ante la incansable Belén Esteban, que ansiosa esperaba a “mi Miguel” y Lara Dibildos, que volvió con el mismo, su exmarido Alejandro Rubio y el azafato que la llevó al cielo porque fue hermoso mientras duró.

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