Tel Aviv, paraíso gay

14 / 06 / 2016 Jesús Mariñas
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La ciudad israelí celebra sus fiestas del Orgullo durante una semana en la que 300.000 personas llegadas de todo el mundo han bailado y desfilado, siempre pendientes del demonio y de la carne.

Lo dejó claro, nítido y menos embarrador que los fétidos lodos del Mar Muerto, tan exfoliantes. El regidor que lleva la armada municipal desde hace 17 años remarcó la evolución hoy promocionadora de la ciudad más industrial y jaranera de Israel frente a la monumentalidad espiritual de su hermana, y sin embargo competidora, Jerusalén. Son dos mundos distintos, como las cuatro etnias que encierran sus históricas murallas, cobijadoras del Muro de las Lamentaciones, en el que, separados, hombres y mujeres hacen peticiones sobrepasados por la torre de David. La Vía Dolorosa decepciona reconvertida ahora en mercadillo turístico lleno de camisetas propalestinas. Algo casi impío, si eso fuera posible en el centro de los Santos Lugares, cuyo recinto tiene perfectamente delimitadas las zonas de cada cual: el barrio armenio, el musulmán, el cristiano y el judío, una convivencia no siempre fácil a una temperatura de cuarenta y tantos grados.

Lo mismo hicieron Rafael Amargo y Miguel Poveda, visitantes de excepción llevados por su baile y cante, el catalán mejor en flamenco y copla, tras las huellas del crucificado. El Orgullo gay es un motivo más de este peregrinaje singular que en pocos días tomarán Luz Casal y Emma Suárez promocionando la invencible Julieta de Pedro Almodóvar, el mayor fracaso comercial que recuerda. Y aquí incluyo los disparatados Abrazos rotos con una tripulación digna de encabezar la parada homosexual que durante una semana entera hizo menearse a 300.000 personas de todo el mundo muy pendientes del demonio y de la carne. Hicieron un gasto diario aproximado de 250 euros por cabeza.

Desfile a mediodía

Es una ciudad cara donde una Coca-Cola cuesta 12 euros; 15, un whisky en una discoteca; y un taxi de carrera corta no baja de los 15, mientras hotelazos como el Hilton que alojó a nuestro danzante suben hasta los 500 euros la noche. Desde las habitaciones hay una perspectiva marinera, una panorámica única sobre la playa. Por ella se celebró un desfile a mediodía, a diferencia de paradas similares pero nocturnas en San Francisco, Ibiza, todavía calentita, el nuboso Ámsterdam o el luminoso Sitges catalán, que bate récords de antigüedad reclamando derechos. Lo hacían ya en pleno franquismo, desafiando a gobernadores que, por no montarla, cerraban los ojos ante semejante despendolo impropio de la época. Era más exhibidor que reivindicativo. Les gusta lucirse. En los 60 Barcelona ya tenía definido su barrio chino, donde habitaron Miró, Pedro Pruna, enamorado de la Plaza Real, donde Antonio Gades empezó en Los Tarantos, y Rovira Beleta lo recogió en su película así titulada. Un local que enamoraba a Salvador Dalí, que pedía el bolero Se enamoró un pobre bardo. Bibi empezó allí mostrando poderío convertido en reclamo ciudadano, como hizo también Peqy D-Oslo, luego reconvertida en Amanda Lear.

Cundía el canalleo portuario, aquel “que vino en un barco de nombre extranjero”, zona irrepetible, como los coqueteos ostensibles de los que iban al Liceo no a escuchar ópera y, sin asiento, ligoteaban con mercadeo entre cortinas de terciopelo granate a un paso del Carrer Avinyó. Picasso y Ocaña eran vecinos de un pionero bar llamado Nagasaki, mientras el pueblecito de Sitges erigió un monumento al Greco, no por gay sino porque allí montaron el comodín de la  empinada calle Taco, donde se apoltronaba el hijo de Mauriac, arquetipo de la catolicidad gala. Gordo y desparramado lo conocí y observé sus visitas a las casetas del paseo marítimo de colorido rallado, usadas a modo de aquí te pillo con los pies en el agua.

Pioneros

Todo se exageraba y por carnaval desafiaban convicciones. Allí, sobre taconazos y muy repintados, desfilaron los primeros travestis ante el actor Alan Cunning como adelanto del aplaudido desfile en Tel Aviv, en ridícula parodia emulando los cantos de Conchita Wurst y su barba ya aseguradas en la cabalgata madrileña que anuncian. También recordaron a nuestra Betty Missiego, que el mismo día, pero en Torremolinos, con Chenoa y Marta Sánchez revalidaba ya estatus de icono gay. La emularon tristemente copiando sus movimientos de antigua bailarina aplastada por el moño. Betty pudo ser nuestra tercera vencedora tras Massiel Y Salomé. Era finalista, quedaba por emitir el voto español y, más bobos que quijotes, apoyamos el tema hebreo. Patinazo antipatriótico como el de esa noche supergay de mascarones repintados incluso mejor que Naty Abascal. Cundido el desbarajuste y burdas similitudes de lo admirado. No gustó ni como chiste, por eso conviene control y mano dura para que no lo estropeen charlotadas o piques entre organizadores que estaban a la vista. Debe ser un todos a una, incluso apoyado desde Washington por Hillary Clinton buscando –sorpresa, sorpresa– el voto de los gais estadounidenses. En campaña vale todo, qué no sabremos nosotros.

José María Íñigo, que retransmitió para TVE la anodina actuación de Barei, me comenta algo nuevo: “El eurofestival se ha convertido en una reunión de público gay. Nada menos que 15.000”. Entre ellos y sin nadar a contracorriente el campeón David Meca. Acostumbrado a burbujear en las profundidades salinas, ahora jubilado dedica sus brazadas al cuidado, supongo que bien agradecido, de Cuqui Fierro. De ahí sus alardes de Rolex de oro, dos cinturones Hermès o los mocasines Loewe de 700 euros el par. En el reciente cumple, no sé si años o siglos, de nuestra antaño Mae West hoy un tanto a la baja, Meca controló la lista de 34 invitados, donde en buena escalada social no faltaron los papás Meca como peces en esa agua donde va y viene su hijo David, que borró a los indeseados.

De relumbre social solo fue Tessa de Baviera, porque la duquesa de Franco, muy lista, pretextó un viaje que haría 15 días más tarde. Resultó elocuente. Tomen nota de tan significada espantá. Aquí repetido como el pan nuestro de cada día, lo de siempre. Que si Belén y Toño que si Mila Ximénez confía en ganar el concurso o la duradera tormenta no sé si de verano entre la experta en gimoteo Rosa Benito con su hija Chayo, que pretende ser una segunda Rocío Jurado sin llegarle al tacón. La copia zafiamente como hacía su mamá con los repeinados miameros que empobrecían a la cuñá. Chayo solo ofrece ilusionada juventud, incomparable con Diana Navarro o Pastora Soler. La cuñadísima vive su vía crucis (el calvario es familiar y televisivo, ya sin la voluminosa cabeza de la más grande, que se fue ahora hace diez años, Rosa tiene el alma dividida en dos mitades sin saber qué escoger).

El clan iconoclasta

Por cierto, vaya decepción tuve visitando el local de la Última Cena tan idealizado por Leonardo al encontrar una salita embaldosada con aire acondicionado y varias escobas arrimadas en una esquina, aberrante y burda desacralización. Es atentado al espíritu. Pero igual sigue de iconoclasta el clan Jurado hoy desintegrado. Fueron piña mamando de la Chipionera, que conocía el paño familiar: tuteló, protegió y empleó a la nada estilosa Rosa para evitarle a su hermano ocasiones de pecado, Rocío lo cuidaba mucho y así nació el exagerado cambio físico. Prodigó exagerados peinados. Auténtica deformación folclórica como la que ahora la abate porque el marido de su hija puso cinco demandas a directores televisivos como Yusan Acha.

“Pero si siempre la tratamos de maravilla en Qué tiempo tan feliz” se sorprende como David Valldeperas la realizadora de Ana Rosa Quintana, reinona de la tele mañanera. Rosa salió despedida hace un año, la apartaron seis meses, retomó relación tras darle dinero al demandante, que vive de eso. Pareció tornar la armonía pero no retiró sus quejas. Andan de juzgados y Rosa en la cuerda floja, porque ya no interesa ni tiene gancho tras destripar a fondo sus querencias con Amador. Las exprimió. Aburren, pasemos página, y defraudó como gran hermana sin escándalo a vender al estar doblemente engañada y estafada por Amador. Sigue en la cuerda floja por más golpes de melena que se arregle.

Embarazos que vienen

No interesa como Pilar Rubio, delgadísima tras 7 meses después del segundo hijo con Sergio Ramos. Escribió un libro de consejos para futuras mamás como ha vuelto a serlo Sara Carbonero y como lo serán próximamente Olivia de Borbón, ya regordeta; Anne Igartiburu, a punto de explotar, igual que la coruñesa María Castro; Malena Costa; Astrid Tlisen (la mujer de Carlos Baute); Amalia Bono, que dará nuevo nieto a Raphael; Carla Pereira, ya de cinco meses completando la felicidad de Simeone; y Heide Michel, aún enamoradísima de Rafa Márquez, igual que Andrea Pascual de Bruno Gómez-Acebo.

Aunque para embarazo, el mío repasando esa no sé si doble moral israelí que aúna Tierra Santa con los macizos que sudaron a pleno sol.

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