Ofrecen a Preysler escribir sus memorias

29 / 09 / 2015 Jesús Mariñas
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La Reina de corazones estudia aceptar la propuesta de escribir sus memorias. Promete ser un best-seller: si solo abriendo la boca con naderías genera exclusivas, qué no conseguirá abriendo su siempre hermético corazón

“Isabel es inteligente, elegante y muy importante para mi padre”. La guerra familiar está abierta tras reconocer esto Álvaro Vargas Llosa. Y que escriba no es sugerencia de Vargas Llosa, que está recién llegado, como quien dice. Pero ya rebosa en su corazón ansioso de otra estabilidad ahora que este 29 se cumplirá el primer aniversario mortuorio de Miguel Boyer. No pierde el tiempo y bien lo recuerda en su última entrevista, auténtico desahogo con un “hemos de aprovechar lo que nos quede”. Realismo no le falta y por eso estudia aceptar la propuesta de escribir sus memorias, recuerdos que ya no laceran, sentimentales. Resultaría un best-seller. Porque si solo abriendo la boca con naderías genera sabrosas exclusivas, qué no conseguirá abriendo por primera vez su siempre hermético corazón que tanto amó y con 64 años mantiene ilusionado, suma y sigue. No quiero ni imaginarme lo que puede contar de su primera boda, con solo 18 años. Llegaba de Filipinas y completamente virgen, al menos de espíritu. Julio se encandiló más que enamoró –eso vendría luego–, ya entonces muy ambicioso, hablamos de 50 años atrás, y lo vio como excelente publi a su luego tan bien explotado romanticismo.

Emparejamiento exótico. Algo que le proporcionó buenas y exitosas ganancias buscando siempre exprimir la emotividad. Vio buena proyección a ese emparejamiento exótico bien acogido por la nada escrupulosa sociedad española. Solo encontraron la resistente oposición, mantenida hasta el divorcio, de Charo de la Cueva. Siempre la llamó la China. Era hija del periodista de El LiberalJorge de la Cueva, de la panda de Valle Inclán, Gómez Carrillo y el maestro Padilla, que escribió El relicario y la mundialmente famosa Valencia. El casi himno valenciano ahí sigue mientras no traspasa fronteras locales; su letra ha sido catetamente reformada ante el cabreo de Rita Barberá y el pasotismo de Albert Fabra, más ocupado en retozar sexualmente con la guapa y coruñesa televisiva Silvia Jato, que sigue haciendo las tardes de la ruinosa y pueblerina tele gallega. A ver lo que duran como apasionada pareja. Ella no tiene suerte en amores tras aquella locura juvenil con Gale, el venezolano dueño del hotel Araguaney de la ciudad compostelana. Le puso piso en el elitista barrio de Salamanca. Pero se extinguió. No tiene suerte en el amor.

Todo lo contrario que nuestra idolatrada Preysler, que lleva cuarenta años en el candelero. Genio y todavía de envidiada figura –no se fijen en sus codos de imposible retoque para la cirugía estética–, yendo de uno a otro marido tan dispares. Para ella enamorarse supone una progresión y marcha triunfal siempre ascendente desde las quimeras de Julio Iglesias –con el que se casó embarazada de ocho meses y la deportaron a parir en Lisboa–. Luego elevó el listón y la nobleza tragó sapos al admitirla como marquesa de Griñón. El marqués salía de una borrascosa y tormentosa unión con Jeanine Giraud, luego liada durante veinte años con Ramón Mendoza, al que amedrentaba con “contar lo de Suiza”. Harto, la dejó embrujado por el chic de Naty Abascal, que le llamaba “el zorro de pelo blanco”, imaginen. Fue embaucador sostén tras dejar de ser duquesa de Feria. Las broncas con Jeanine eran comidilla agradecida como la boda del hijo de Vicente del Bosque, donde su guapa esposa, con encaje verde Nilo, salió de Los Jerónimos marcando rumbita. La mujer de Camacho optó por granates. Tuvieron a Sandra y Manolo Falcó, hoy voluntariamente retirados cultivando aceite familiar, pero ya no practican el photocall nuestro de cada día.

Lo hubo en el funeral por Lina Morgan, oficiado por el padre Ángel con un enlutado Dani Pontes. Aspiran al fortunón de la insustituible cómica. De negro fue la recuperada Paloma Gómez Borrero, muy anti Francisco, Rosa Valenty y José Manuel Parada. Menos dolido se vio, ostentoso y descarado, en La masía de José Luis, un clásico, donde no faltaron los hijos de Lucio, ni la jaranera infanta Margarita, que, irónica, demandaba a los fotógrafos “¿a quién miro?”. Gran sentido del humor no heredado por su hija, tan adusta como su padre, el educadísimo Carlos Zurita que en tanto me recuerda al duque de Alba viudo. El cumple de María Zurita ya no es nada íntimo. Hasta convidó a Mariló Montero, que mantiene sus desbarres televisivos con el dinero de todos mientras su hija Rocío se entrega de lleno en las pasarelas. Se exhibió en el Mercedes Fashion-Week con propuestas decadentes y muy déjà vu, como la línea crucero de Roberto Verino, pasarelas donde Cristo perdió la alpargata.

La Fashion-Week se traslada. Cristina Cifuentes pretende trasladarla al centro capitalino, al aire de las grandes ciudades, y renueva hasta la indumentaria política donde ya es icono como nunca lo conseguirá Manuela Carmena, imposible que pose quieta. Acudió a Duyos con su nieto, una ternura insospechada en la alcaldesa madrileña. Realzaron la première a cargo de Agatha Ruiz de la Prada, siempre luminosa incluso cubriendo de flecos el rostro de las maniquíes. Su estilosa hija Cósima restalló bajo lazo amarillo y Pedro J. mostrando en una tableta su nuevo impacto periodístico. Resucita la cabecera de El Español. Rió ante un Elio Berhanyer encogido con caña abastonada. Me costó reconocerlo y lo mismo le ocurrió a Pepe Botella, expurgado del no sé si suplicio que suponían sus photoshops de Isabel Preysler. Les dedicaba hasta tres días para dejarla joven, perfecta, irreal y luminosa. Fue excluido del fiestón neoyorquino y se ve en el resultado de todo sin estética: Richard Gere tocándole inapreciables posaderas, pillada de perfil desnarigado y una especie de desorden impensable en sus galas de Buckingham con el príncipe Carlos, “un posado que hacíamos en el hotel Ritz porque en palacio no permiten platós”. Una revelación que confirmó mis sospechas. Supone monumental engaño. Cifuentes fue jaleada por atemorizados Fermín Lucas y Cuca Solana, además de Modesto Lomba, más preocupado del negosi que de diseñar. Hablaron de cambiar el alejado emplazamiento sin glamour. Debutante en este Fashion, Naty Abascal no se lo podía creer. Le parecía ciencia ficción: “Un escenario horripilante, sin atractivos ni sofisticación. Resulta la antimoda”. Certificó desde su magisterio internacional antes de salir a las colecciones de París y Milán.

Un cumple muy concurrido. Zurita hizo una paella social: desde Jesús Vázquez al más fresco Joaquín Prat con niño a cuestas, como su hermana Alex, con sus tres críos, Alaska y Mario,Alejandra de Rojas, modernísima sobre flecos, una adusta Simoneta, Miguel Ángel Rodríguez, alguna exministra socialista y su primo Bruno, otro que no sonríe además de Mariló Montero.

De Preysler-Griñón nació el encanto de Tamarita, a quien no le funcionó, cosas de la edad, su entusiasmo por Kike Solís, hijo de la entrañable Carmen Tello, a quien los medios debemos un homenaje por la manera en que colaboró con nosotros. Ha sido expulsada del “paraíso Alba” igual que el ahora melancólico Alfonso Díez. El viudo merecía mejor trato, pero si se matan siendo hermanos, qué no harán con el siempre considerado advenedizo, cálido, sufrido y entregado sostén de los últimos tan difíciles años de Cayetana. Le endulzó la agonía. Le pagaron con la misma ingratitud que a Carmen Tello, la más generosa de sus amigas, que renunció a matrimonio, palacio, envidiada posición y título enamorada de Curro Romero. La prendó como ya había hecho con la condesa de Barcelona o la duquesa con la que nunca remató faena aunque algún libro lo insinúa. El matador me lo confirmó.

Isabel sedujo a Carlos Falcó con sus exquisitas maneras que no perdió. Más bien aumentaron con la experiencia y mundología, qué distinta de su timidez cuando en San Francisco de Sales era vecina de Carmen Martínez-Bordiú y la nietísima le impartía un cursillo de formación social alentándola a “salir, que Julio bien se divierte mundo adelante. No seas boba”. Lo había sido al principio unida al grupo en su conquista de América. Viajaba en autocar compartido con el grupo y comían bocadillos. Lo recuerda María Eugenia Fraile que, con Alfredo, integraba el pelotón de románticos. Curiosamente, la entonces duquesa de Cádiz, que estaba aburrida y hasta el tupé de su compromiso con Alfonso de Borbón le abría los ojos. Pero nunca la llevó al Pardo ni le presentó a Franco. Sería bueno descubrir qué pensaba ella de esa marginación del régimen donde Carmencita hacía y deshacía. Preysler aprendió la lección, se desentendió de la música y cuando Julio tuvo su primera gran oportunidad europea debutando en el Olympia, se presentó mediado el concierto. “Nos hemos entretenido merendando”, fue su excusa. Él bramaba entre melodía y un canto a Galicia provocando cachondeo en la Bordiú, Beatriz Valdenebro, luego consuegra de Pitita Ridruejo, y Anita Obregón, entonces poco considerada pero de la panda. Hay mucho que contar, ojalá diga sí.

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