Michavila ya no esconde su amor por Genoveva
El exministro y la exmujer de Cayetano de Alba aparecieron juntos y del brazo en el funeral de un amigo. Fue una prueba de fuego y de valentía.
Fue todo un trago, sublime decisión y aplaudido paso adelante que los reafirma ya sin peros. Le echaron valor, demostraron coraje y la fuerza de su amor por encima de hipocresías sociales ya caducas. Para la mexicana es un premio a la constancia, tras separarse del ahora duque de Arjona, hasta poco antes de morir su madre solo era conde de Salvatierra. Es el ducado más antiguo de la dinastía: data de 1447, cuarenta años antes que ese Alba, auténtico blasón familiar. Ahí demostró Cayetana cómo distinguía a su hijo por encima de los demás. Él organizó con su ex de relaciones públicas internacional la exposición con los tesoros artísticos de Liria que dentro de nada llevan a Estados Unidos, igual que hacen la exquisita Ana Gamazo y Juan Abelló con la suya, pictórica y con inconmensurables bacon. Los Alba heredaron verdaderas joyas, entre ellos retratos de Xaver Winterhalter, retratista de cámara de la emperatriz Eugenia de Montijo que falleció en el palacio de la calle Princesa visitando a sus sobrinos.
Cayetano fue quien en los últimos años facilitaba a su madre dinero familiar contante y sonante. “Aunque de forma rácana y escatimándoselo, Cayetana se quejaba mucho”, me asegura su excírculo sevillano de adictas cuidadoras supliendo generosas tareas que no hacía su prole. Ellas, tan abnegadas, parecen en el exilio tras su desaparición. Han sido pospuestas, olvidadas, marginadas y hasta maldecidas vengándose así de los celos que sintieron por cómo atendían a la grandísima de España. Adoraba a su nuera Genoveva y sentía pasión por sus dos nietos, que siempre pasaban el verano con ella, bien en San Sebastián o en Ibiza, donde ansiosa y divertida reponía su arsenal de baratijas hippies. Cayetana no paró de presionarlos hasta que, con sus rubios gemelos ya con 5 años, consiguió que se dieran el sí, quiero, en el ya legendario Dueñas.
Un traje poco adecuado.
Cayetano me montó una buena cuando al describir aquello casi prefabricado conté que vistió entorchados dorados cual un domador –aunque de perros– con uniforme de maestrante que recordaba al traje circense de su suegro. Luis María Anson fue asombrado testigo de cómo, olvidando prosapia y fina educación, me mentó a la madre, algo muy del México lindo y querido. Genoveva lo azuzaba colérica en el mejor estilo malvado de María Félix. Me pusieron como un trapo, más sorprendido que afectado, y yo, por respeto a Luis María, aguanté sin rechistar.
Ir juntos y del brazo a un funeral supuso una prueba de fuego y romance de valentía para José María Michavila y Genoveva acompañando en su dolor a Paloma, Victoriano Valencia y Palomita Cuevas tras la inesperada, sorprendente y repentina muerte de su hijo y hermano Nano. Coincidió con la Navidad y eso aumenta la pena, son malos días.
No faltó nadie a lo que, además de pésame cinco estrellas –menuda racha llevamos tras lo que Naty Abascal montó para Óscar de la Renta o el réquiem por Cayetana presidido por don Juan Carlos, nuestro rey forever– reagrupó celebrities tras la Pascua. El dolor fue rebasado por la sorpresa de verlos juntos, compungidos pero acaramelados, confirmando ese flechazo que aseguran que existe incluso de antes de coincidir el pasado mayo en la boda cordobesa –¡uf, qué calor!, sudaban de recordarlo– de Verónica Cuevas, hermana de Paloma y el prematuramente extinto. Ahí, una de nuestras más elegantes debutó vistiendo de Rosa Clará, sucesora en sus gustos revestidores de los ya inalcanzables Valentino y Óscar en favores gestionados por Naty. Rosa Clará ya es diseñadora de cabecera, comentaban al verla tan entera agradeciendo condolencias bajo abrigo negro con cuello chal en visón. Fue buen soporte a su dolor compartido como el morbo –estos duelos acentúan la sensibilidad– para, auténticamente inquisidores, repasar los gestos, actitudes y posturas de Genoveva y el abogado exministro aznarista. Él lleva los asuntos internacionales de Alejandro Sanz y una Shakira a punto de tener su segundo hijo con Gerard Piqué y que, motivados por ese inminente alumbramiento, montan una “baby shower mundial” para ayudar a madres y niños necesitados. La duradera pareja invita a sus seguidores a colaborar comprando regalos: desde conjuntos de obstetricia, vacunas contra el sarampión y la polio, mantas, básculas y hasta balones de fútbol o libros de cuentos que promuevan el amor a la lectura. Shakira lo administrará y repartirá desde su Twitter y para animar a colaborar lo acompañan de una foto tierna con la cantante y el culé mostrando su imponente gravidez. Dará que hablar, como la casi infartadora y compungida asistencia del importante abogado y la rubia mexicana parece que ya asentada sentimentalmente tras meses de incertidumbre, sospechas y todo tipo de rumores.
Ella no cesó buscando mantener estatus. Y lo mismo resistió ser imagen de un joyero segundón que manteniendo el tipo en plan solidario con viajes a India, intentándolo afanosamente con un hijo de Mario Vargas Llosa y epatando a todos luciendo desorbitada exhibición peletera prestada por Miguel Marinero. Fue alarde gratuito que enmudeció a Patricia, su elegante y discreta futura exsuegra en la recepción del Nobel. Buscando mantenerse en primer plano, colaboró con Cayetano como relaciones públicas de la Fundación Casa de Alba hasta que, agonizando Cayetana, la descabalgaron por orden de Huéscar. Pero se movió más: destronó a Eugenia Silva en la gala barcelonesa contra el sida, gran obra del sabio doctor Clotet.
Genoveva expone sus fotos.
En noviembre último expuso fotos en Barcelona, recuerdo que uno de sus primeros trabajos cámara en trípode fue para el Alberto Cerdán que mantiene sus aliviadoras mechas, igual que el platinado a lo Jean Harlow de Cayetana Guillén o la melena almendrada de Arancha Sánchez-Vicario, que sigue dando clases en Miami. Huyó harta de Barcelona y de su aprovechada familia. Cerdán fue autor de su hombruna transformación física. La feminizó como añade dulzura en los tintes a Genoveva. No es esa Genovova como la rebautizó Peñafiel y sí mucho mas Genoviva. Recuerdo que, superado por ambos el trance con Anson, ante rumores reconciliadores con su ex me aseguró que “ni loca volveré nunca con Cayetano”. En la muestra barcelonesa Michavila fue acompañante de excepción ante el aplauso periodístico que así consignaba lo que se cocía. Ellos vetaron a los medios, pretendieron absurdo anonimato y se escondieron optando por presentarse oficialmente en el duelo de los tan queridos en Valencia. Tuvieron el quórum y la atención obligados. Concurrir evitó dar explicaciones, eso ahorraron. Oficializada y puesta de largo la intrigadora, cuestionada y por ellos siempre desmentida entente, colmado el morbo, dieron paso a otro despiece tras reparar que eran transparentes, y no oscuras, las medias en crep de Genoveva con inapropiados pantalones. Fue algo repetido –y muy censurado– los remarcadores leggins de la imponente Margarita Vargas –que ha perdido 20 kilos–, tan cante como el bufandón gris en visón tricotado de Carolina Adriana Herrera o el cuello cisne azul cielo de Nieves Álvarez. Ejerce disimulando hombros de pretendida elegante oficial, aupada por la TVE que pagamos todos, también recurrió a las medias claras al aire del grupito donde también militan Lidia Bosch y Nuria González, alardeando despechugada de camisa blanca junto a su más propia hermana Yolanda.
Pero, ¿es que no se fijan ni aprenden de la siempre exacta perfección de Naty Abascal? Casi demandaban indignadas ante tales deslices, descuidos o desconocimiento encontrando perfecto el luto integral pese a los zapatos de ante gris de Patricia Rato, los negros guantes hasta el codo de la adelgazada –¡y reenamorada!– Marina Danko, que lucía forro bicolor blanquinegro, mientras Bruno Gómez-Acebo optó por confortable “doble faz”; Paloma Segrelles remarcó esa cinturita que nadie abraza; Fernando Hierro, su apostura habitual; y Marta González con gabardina cerrada hasta el cuello pegada a Juan Peña como Pedro Trapote lo hizo a Begoña, de llamativo chaquetón en zigzag. Mientras bajo pantalones con cuadro Gales María Teresa Campos justificó la ausencia de Bigote “porque sigue en Chile con sus negocios, siguió desde Buenos Aires”. “Regresa en días”, anunció cerca de Susana Uribarri, que, perdonadora de infidelidades, reapareció igualmente enganchada a ese Darek de ida y vuelta. Por su bronceado parecía llegado de esquiar, lo suyo era aparente, y ojalá que dure, armonía. Se la veía ufana porque tiene la sartén y los contratos en la mano.
Ramón García se mostró optimista como “hombre salvavidas” de las tardes de la Primera, que no levantan cabeza espantando a la audiencia con una parodia de España directo. García y su capa recuperaron al público en la Nochevieja compartida por una Anne Igartiburu que pasa de todo. Y se le nota. Como a los líricos su devoción por Montserrat Caballé. La última diva reapareció en el histórico Arriaga bilbaíno tras un año doliente y sin actuar tras una caída que le obliga a ir en silla de ruedas y con fisioterapeuta sin despegarse de su lado.
La última diva.
Salió a escena apoyándose en un bastón que no empañó su Mio babbino caro a dúo con su hija Montsita Martí –todo un hallazgo musical, la hija también impactó por elegante– cantando desde Donizetti a la ovacionada habanera de Don Gil de Alcalá. Enardeció a los 1.300 espectadores rendidos a su mito pero no entendieron sus palabras finales: “A lo mejor no volvemos a vernos”, dijo emocionada a punto de cumplir en abril 81 años. Costó digerirlo como al lanzar el nuevo gourmet de El Corte Inglés en casi ceremonia gastronómica.
Apadrinó el lozano marqués de Griñón ya más padre de Tamarita que otro ex de Preysler. Conservado por su internacionalizado vino, supera cualquier embate y va ya por el tercer divorcio tras la imposible Jeannine Girod a la que Ramón Mendoza toreó durante veinte años, y Fátima de la Cierva. Con la primera no se habla pero mantiene estupendo rollo con la última. Griñón se apoyó en Beatriz de Orleans y la chic princesa Teñu de Hohenlohe, que debería contarnos la primera cena que dio a Cayetana y un Jesús Aguirre ahora resucitado –mejor dejarlo muerto como estaba–, tras el apaleamiento en el libro El cura y los mandarines, donde Gregorio Morán hace sangre de nuestras letras.
Hay que saborearlo como a las siete estrellas Michelin del gourmet donde Malena Costa brilló como juvenil hombro donde se apoya el duque Cayetano como Genoveva hace en el acreditado y rico de José María Michavila. Me aseguran que el duque que fue conde trina con tal relación. Nada me extraña conociendo su talante y su machismo. Es lo del genio y la figura, tal el despropósito de Los Chunguitos afirmando en el Gran Hermano Vip que “preferimos un hijo con cáncer antes que maricón”. Y se quedaron tan panchos, con lo gais que son sus hermanas Azúcar Moreno. Son imperdonables tics de la España eterna, ya saben. Lo del genio y la figura hasta la sepultura. No esperaba Jesús Aguirre tal removimiento póstumo.