Marina Danko, de arruinada a millonaria

31 / 05 / 2016 Jesús Mariñas
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La exmujer de Palomo Linares está enamorada de un empresario multimillonario suizo, Fabio Mantegazza. El torero, por su parte, ha rehecho su vida con una jueza de Valdemoro, Concha Azuara.

Padecen con la felicidad ajena pero me alegro por Marina, que ahora, nadando en la abundancia, quizá se opere con Carmen Navarro sus descolgados brazos. Nada como un amor del bueno, o lo que sea, para avivar el tedio de las cansinas tardes toreras donde solo brilló Costa Rey. El Juli pasó sin pena ni gloria, mano a mano con Castella; Enrique Ponce mostró reflejos de su veteranía de ya 37 años –no pasó de eso–; y Talavante ofreció buenos capotazos y poco más para contar. Ante los descastados toros de J.P. Domecq o los aborregados de San Lorenzo, por solo citar dos fracasos desesperantes que podrían cargarse la feria más grande y larga del mundo, todos se animaron comentando el último romance.

Envidian a Marina Danko, a la que consideraban ya tan de desecho social como a los toros retirados por poco trapío. Plato suculento, ya les gustaría verla convivir con un apuesto suizo de 64 años, divorciado y con dos hijos mayores. Estuvieron incansables en el corte, recorte y confección casi ante el Palomo Linares, que había impactado no solo por estar enamorado de la señorial jueza Concha Azuara –estampada en tigre– sino al presentarse en barrera bajo blazer blanco marfileño, como en sus grandes tardes toreras con más valentía que arte. Solía compartir cartel con El Viti, Diego Puerta y Gregorio Sánchez –el antiguo zapaterito–, casi infartó como yo viendo reunidos a Terelu Campos y la satisfecha galanura de Kike Calleja. “Somos amigos y compañeros”, me aclaró ella. La vi luminosa y satisfecha. Cenaron juntos en casi resopón. Los clásicos visten los toros con traje azul marino y prodigan corbata roja como la de Kike Calleja y ella con un Missoni –“es auténtico, fue de mamá”– verde Nilo. Favorecedor, resaltaba su delgadez al fin recuperada tras cambiarle el tratamiento. Marina de boca en boca, igual que cuando llegó de Colombia “con lo puesto”.

El pasado de Marina

Obligaba a su hermana a no subir donde vivían, luego dejó pelao al pobre Sebastián. Compraba sin tino hasta el despilfarro y algún banco hasta le retiró las tarjetas de crédito. Marina llegó a deber 60.000 euros a una firma francesa de alta costura. Suerte que los hermanos Lozano, que descubrieron al torero, siempre estaban y ahí, siguen al quite para llenar tantos huecos. Marina fue dando tumbos con sus tres hijos apiñados aunque el primero no prosperó como matador y Tatán, el último, hace y vende camisetas tras un puesto que él controla. Ella montó idilio que nadie creyó con un primo piloto y hace dos años hasta promocionó “la dieta de la alcachofa”. Mientras se desahogaba pintando tipo Viola, él llegó a ponerle las maletas en la puerta. No podía más. Fue un divorcio duro, casi tragedia, y la sostuvo con 4.000 euros mensuales de pensión que ahora deben de parecerle calderilla moviéndose entre multimillonarios. Fabio Mantegazza posee un yate de 64 metros de eslora, proféticamente llamado Marina antes de conocerla.

Me dan pelos y señales ante una Carmen Lomana quejosa de alergia. Algunas se retocan a la vista de todos porque el calor mezclado con el aire reseca el cutis mejor cuidado a la vista del respetable y lo toman por osadía. No era lo de Nuria González, que hizo debutar a su mayor Iván, ya un mozalbete, con su hermana Yolanda que tanto sabe y calla. A la caída del sol, el aire reseca los ánimos incluso más encendidos.

El rey en los toros

Don Juan Carlos, sobre la puerta de toriles porque el palco real le parece impropio y alejado, algo que no entendía Jaime de Marichalar, que, ostentoso, disfrutaba teniendo el mundo bajo sus pies del 46. El emérito de tanto mérito anda preparado para la embestida en una comedia sobre doña Sofía que estrenan en el Teatro Español. Es partidista y también deberían contarnos cuánto soportó el monarca durante cincuenta años en un matrimonio incómodo que ni se hablaba. Resultaron dos víctimas. Insufrible: recuerdo su malestar cuando el Marivent mallorquín, ahora solo Palma, me comentó alucinada sentado al lado de María Dolores de Cospedal, más juvenil con su melenita casi a lo bob.

Marivent era invadido por los parientes griegos y resultaba insoportable. Paciente, aguantó firme sin descomponerse. Lleva bien los 78 como Nati Mistral sus 87. Siempre campechano y arrogante. Una cálida Victoria Federica mientras la infanta Elena alegra con su vestuario repitiendo sombrero de paja. “Es para no despeinarme”, aclaró a sus vecinos de localidad. Con corbatas de brillante color, tan revitalizante como algún chismorreo que da la vuelta al coso.

Desde ahí tiene magnífica perspectiva. Observó la inquietud de Victoriano Valencia ante el largo enfrentamiento que su yerno mantiene con los entendidos protestones del tendido 7 y cómo el viento inquietaba a El Tato. Está feliz con Raquel Revuelta, que puso orden y estilo al caótico desfile Sálvame, donde sus evoluciones significaron autorretrato: desde la opacada Rosa Benito al muy cercano desenfado de Belén Esteban, que vende lo que hay.

Sergio Ramos lució traje gales verdoso, de tela fresca eso sí, para ocupar burladero próximo a Cristina Cifuentes, ya casi en muchos altares de la devoción madrileña. Mientras el magisterio de Curro Romero, fiel a su pelo negro hacia atrás, seguía con Carmen Tello y entendimiento los desafortunados y cansinos lances. Qué no sabrá él de tardes malas donde fue irrepetible número uno.

Nati Mistral –revestida en manchas atigradas con bandó muy estilo Sofía Regina– contó a la secretaria popular detalles de “cuando San Isidro solo duraba siete corridas y no 31 como ahora. Las corridas empezaban a las cinco lorquianas y no a las siete. Sales anocheciendo”, y recordaba recitadora única los “cinco toritos negros” tan de Federico, añadiendo que a “los mozos de Monleón” que se iban a la corrida, “los grabé quitándole la última estrofa referida a que tenía embarazada a su novia. La época no lo permitía”.

Incansable, como el monarca curioseó. El siempre atildado Rafael Spottorno, exjefe de la Casa Real, iba en mangas de camisa rompiendo su imagen de almidonado, tal el estirado Adolfo Suárez Illana. Le pregunté por su esposa María Pía, y le mandé recuerdos. Prometió dárselos personalmente, no por carta. Lo noté animado y más delgado tras soltar la pesada carga, algo que también aprecié en Alberto Aza al coincidir comiendo con Cebrián, su exjefe de prensa. Suelen citarse en el cocido que cada jueves sirven en el hotel Preciados. Supera el peladito de Lhardy, La Gran Tasca y el casi insustancial de La Daniela.

Sostengo recuento torero donde no incluyó, y podría tras faenas memorables, a Mar Flores. Con aire pretendidamente ingenua –¡a estas alturas y con hermosos 47!– ahora promociona perfume igual que Ana Boyer chancletas hawaianas, ya lo anticipé. Más habladora de lo habitual, no diré que encandiló sobre el tema candente tan vital para sobrevivir: ¿mamá se casará este año? Forzada, alimenta expectativas: “Me hace ilusión que mi madre –obvió llamarla mami como acostumbran–, se case”, suspiró y descubrimos que su voz tan poco explícita recuerda en plan chillón pero sin gracia los giros de su hermana Tamara Falcó. Pero nada nos dijo, no quiso entrar en por qué dejó el bufete en plan rendida groupie para hacerle las maletas a Fernando Verdasco y evitó profundizar en si Mario Vargas Llosa fue detonante para ella dejar villa meona. Tamara ya comentó, y lo escribí hace una semana, su sorpresa de verla marchar cuando el Nobel entró para apoltronarse como sigue en el sillón preferido de Miguel Boyer. Ana silenció qué le parece tal ¿usurpación? Mejor así.

El divorcio de Mar Flores

Y sigo analizando Las Ventas y sus concurridas tardes porque Mar solo ofreció ocho insustanciales minutos de encuentro donde realzó que “fue decisión de Javier, él sabrá por qué. Se apartó como socio familiar”. En callejón vi reír a Simoneta Gómez-Acebo; inmensa a Carmen Martínez-Bordiú, ufana sobre el capote de Talavante; y comiéndose el mundo a Gema Ruiz Cuadrado.

Mar se mostró humilde como la esclava del señor que nunca fue, ni réplica semejante en actitud supuestamente dolida o dolorosa. ¿O supuso liberación tras 18 años juntos tras no interesarle el empresario en su primera intentona antes de engañar a Fernández Tapias con Alejandro Lequio? Eso aupó a Nuria González, actual mujer del naviero vigués después de Chiqui y Juana, anteriores esposas. Mar incluso tuvo mucho con un Carlos Lozano ahora relanzado. Otro tipo de toreo con más lances, desplantes y quites y cornamenta de lo que ofrecen sin interés las tardes isidriles.

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