La Pantoja pincha en Barcelona

28 / 02 / 2017 Jesús Mariñas
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El segundo concierto de la folclórica desde su regreso a los escenarios no fue tan masivo como el de Madrid. El recinto, que suelen abarrotar las estrellas del rock, le quedó grande a la cantante de Sevilla.

Habrá que mirar con lupa sus conciertos. Fluctúan o desconciertan tal ocurrió en Barcelona. Su segundo recital resucitador en comparación con el debut madrileño dejó mucho que desear. Especialmente en el vestuario rehecho, primero deshecho, por Eduardo Ladrón de Guevara que empezó metiéndole tijera al negro diseño elegido para salir a escena. Estaba más maquinado que ideado. Luego siguió alargando el traje blanco de lunares cuyos faralaes parecían de plástico. Añoranza de Lina y Justo Salao, olvidados como tantos otros. “Parecía plexiglás, le pegan una cerilla y arde”, me dijo revelando su corte y confección del que han salido otros siete modelos que ella lleva en su minigira hispanoamericana. De Perú se trajo a Chabelita en medio de polémica acerca de cómo la había adoptado. Entonces hasta se habló de compraventa con la criaturita que enterneció esta gala catalana mientras faltó el aliento siempre entusiasta de doña Ana, a la que evitaron la paliza del desplazamiento. No está para trotes, pero su hija le dedicó un tema, igual que a Juan Gabriel.

Manejaba todos los recursos artísticos de más allá donde lo tenían como único. Después de Negrete y Pedro Vargas, no hubo ídolo parecido. Su muerte frustró esos proyectos y tras la corta estancia de ahora le queda Sevilla, donde el taquillaje está agotado. Eso no ocurrió en la capital catalana, con las gradas del Palacio de Deportes sorprendiendo con llamativos vacíos. Curioso que las entradas más baratas –30 euros– se vendiesen menos.

 

Un recinto muy grande

Lo justifican por la enormidad del recinto, nada intimista. Creían tener ganado todo el terreno, al público vitoreando, y Barcelona con su espantá enfrió el entusiasmo del clan que siempre viaja y trabaja junto a Ladrón de Guevara, en su primera experiencia aflamencada tras una carrera más seria. Me cuenta cómo ideó para amortiguar la voluminosa pechuga de la artista “que no tiene mucha cadera y apenas culo, pero sí unas piernas preciosas. Me sorprendieron. Siempre me entendí con su hermano Agustín, que en nuestro primer encuentro pidió que le enseñase telas. Yo le presenté una docena de esbozos. Le encantaron”.

“¿Acabó quitándole lunares a la falda para evitar que bromeasen maliciosos con que esta llena de lunares?”, inquirí. “Fue para dar mayor ligereza al traje, que ella mueve admirablemente. La senté en una chaise-longe, en una primera imagen reflexiva”. “Sorprende por inédita en el género, cuando todas se presentan comiéndose el escenario a golpe de volante y taconeo”, continué. “Había que evitar la sensación de euforia. Convenía aparentar humildad. Creo que lo conseguimos, rompiendo moldes”.

También lo hizo Custo al debutar en la Mercedes Fashion Week madrileña, pasarela que los pone a prueba y, como ante los vacíos causados ante Isabel, marcan también tendencias sociales como ver a Simeone embobado con el impacto de su novia, Carla Pereira. Antaño ofrecían unas primeras filas repletas de lo más florido de la Villa y Corte y hoy sientan como vip a Pelayo Díaz, aupado por su cosa con David Delfín. Marisa de Borbón se codeaba con Pedro Almodóvar, y Bibiana, con Paco León. Mezclaban churras y merinas como hoy a Lorenzo Castillo y la adicta Fiona Ferrer, dúo seguido desde su casi retiro por la al fin jubilada Cuca Solana, a quien sucede Charo Izquierdo.

 

Deslumbrante Victoria Abril

Lo más llamativo de esta semana fue Victoria Abril haciendo de María Antonieta, peluca blanca incluida. Para Andrés Sardá hizo una evocación de la Revolución francesa animada con vídeos de monumentos galos, histórico pretexto para lucir déshabillés, braguitas y sujetadores bajo tricornio. Todo muy morboso. La primera parte se centró en moda de descamisados, la segunda prodigó la elegancia de los talles imperio donde la genial actriz disfrutó con el cambio de pieles a redorados. Victoria es, con Ángela Molina, la cara más importante de nuestro cine.

“Llevo ocho años viviendo en París y siete dura ya la serie que hago para televisión. Desde aquí no recibo propuestas”, lamenta Victoria sin perder el humor. Desfiló abriendo y cerrando por amistad con Alex Stiles. Sorprendieron María Jesús Ruíz con sus amoríos como cruz a cuestas, Rafael Amargo con su hijo Daniel de 12 años y Custo Dalmau con sus niñas Carlota, de 25, y Montana, de 16. Están debutando con ropa de su señor padre ante la admiración de mamá Eva. Cristina Cifuentes fue la política más elogiada desde el primer desfile y pareció esquivar a un Fran Rivera cuya presencia nadie entendió. Impactó también Mariló Montero reapareciendo tras seis meses de estancia neoyorquina. Le cambiaron las ideas.

“Ha sido excitante, pero nada parecido al calor de hogar. Por eso volví” reconoció Mariló ante su hija Rocío Crusset, de las modelos más aplaudidas y repetidas que encantó a la magnífica Nieves Álvarez: “Trabajo tanto porque tengo tres hijos”, aclaró a Raquel Sánchez Silva, Paloma Lago y Arancha del Sol. Cifuentes intenta acercar los desfiles al centro como hacen Barcelona, París, Milán o Nueva York. Rocío se colocó enseguida y lo agradece mami, no sé qué pensará el en todo despistado Carlos Herrera, lo más oído de las mañanas radiofónicas.

“Ha sido excitante, pero nada mejor que estar en casita” insistió Mariló ante un Amargo a punto de exhumar la gran revista tan añorada, la de Celia. Recuerdos de una época gloriosa con las más grandes: Queta Claver, Esperanza Roy, Maruja Tomás, Carmen de Lirio, Addy Ventura, Tania Doris, Alady, la Santpere. Con grandes músicas de genios como los maestros Alonso, Padilla, el de El relicario y temas eternos tal Luna de España, ¡Viva Madrid!, Pichi, Soy la vedete, Mírame o el “agradecida y emocionada” de Lina Morgan, que más bien hizo comedia musical hasta su muerte. Dejó desamparado el género y La Latina que ahora recuperan diez bailarines y el flamenco de Amargo con Rosa Valenty todavía única versionando con doble sentido “aquí te traigo el higo”. Cincuenta con cuerpo treintañero.

Premio Pata negra

Fue monotema esperanzado en el reparto de los premios Pata negra, homenaje anual al Guijuelo que sostiene Álvaro Luis.

De las pocas tertulias que subsisten en Madrid, la última fue el Garbanzo de plata, que presidía Antonio Mingote, con reuniones en Torres Bermejas, un superviviente tablao de la Gran Vía madrileña, donde antes abundaban. Más pujante es el Corral de la morería, alentado por Blanca del Rey, ídolo de los americanos que aquí recalaron cuando las bases militares. Ava Gardner y Orson Welles se emborrachaban en su mesa fija, recuerda ahora su dueña con emoción añorando las visitas de Ernest Hemingway que siempre le mandaba rosas.

“El jamón no solo es pata negra sino rojiblanco”, soltó la hincha Mabel Lozano a un agradecido Enrique Cerezo, a quien nadie logra meterle un gol. Y cuidado que lo intentan como presi futbolero y productor cinematográfico. Una portería imbatible. Lo admiraban desde Pepe Navarro a Marily Coll, sesentona pero lozana: “Y eso que llevo tres años sin ponerme botox”, reveló muy ufana sin mover un músculo a Antonio Catalán, gran pata negra hotelera con 220 locales y 300 empleados repartidos por el mundo.

Carmen Linares es grande cantando y recitando y ofrecía su último disco-libro con Miguel Hernández y sus Andaluces de Jaén, que Jarcha popularizó cuando no se podía.

“¿Has digerido lo tan añejo pero actualizado de tu lío con Ivonne Reyes?”, pregunté al Pepe Navarro siempre en eterna juventud acrecentada por su risa desenfadada o cínica: “Ni me afectó. Pero sí ha molestado a Lorena, mi esposa, y a mi hija mayor, de 15 años”, confesó a una impactante Amparo Moraleda que además de eficacia financiera aporta bellezón realzado en punto blanco. Isabel Gemio ante el entorno podría revivir su ¿Quién sabe, dónde?

Mientras tanto, Josema Yuste, ya cuarenta años con la impagable María José, realzada en esta ocasión en rojo, preguntó a Gemma Cuervo por qué no hace teatro. Ya con 82 a sus espaldas, la dramática actriz tan cómica en el recuerdo de Aquí no hay quien viva en trío con Emma Penella y Mariví Bilbao, lo razonó: “Necesitaría algo muy a la medida. Pero no un monólogo, que me aburriría, sino una obra de mucho reparto”, expresó ante su platinada hija Cayetana Guillén, otra de las jamoneadas con Juan Echanove ya estrenando Los sueños quevedianos en la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Dirige Gerardo Vera. “Supone mi debut en ese género dramático tras hacerlo casi todo”, dijo. Nada mejor para endulzarlo como la pata negra recibida. Una nada pesada carga de ocho kilos.

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