Juan Gabriel deja sola a la Pantoja

13 / 09 / 2016 Jesús Mariñas
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La folclórica llora la muerte de su fiel amigo, el cantautor mexicano Juan Gabriel, que compuso el nuevo disco que Isabel grabó antes de entrar en la cárcel. El lanza-miento de este nuevo trabajo será en octubre.

Otra vez viuda, qué pena, pena. Parece una copla luctuosa, renovado lamento, digno del maestro Juan Solano que la descubrió y con el que se portó tan mal como recientemente con su representante María Navarro. Nuevo luto en el permanente vía crucis de la cantante. Encadena las desgracias como si fuesen rosarios. Otra vez inconsolable. Perdió al amigo y también al que confiaba fuese tabla de salvación. Juan Gabriel la sacaría a flote después de la cárcel y el espinoso, y todavía no resuelto, tema de Julián Muñoz y su saqueo al dinero marbellí. Tutelada por el autor de 2.000 canciones famosas, mejor autor que cantante, ya de mito a leyenda junto con grandes como Agustín Lara, el romántico Armando Manzanero, renovador del bolero, y José Alfredo Jiménez, mítico hacedor de rancheras inmortales. Cuatro genios creativos que en el caso de Juan Gabriel primero se prendó de las condiciones artísticas de Agustín Pantoja, vivió bajo su tutela durante casi cinco años, aprendió y creció musicalmente. Un bolero que acabó en tango o hasta pasodoble jaleado por una Isabel que a través de su entonces joven hermano quedó deslumbrada por el autor-intérprete que le ofrecía un mundo de oportunidades internacionales.

Él la introdujo en México, donde solo se hizo un huequito pese al apoyo, igual que Rocío Jurado. No tuvieron la suerte, o acaso el encanto, de Rocío Dúrcal, allí llamada la Señora tras seis LP a su medida. Los vinilos ahora son exhumados como algo histórico.

 

El divo de México

De un infarto, con 66 años y tras ganar 11 millones de dólares (8,9 millones de euros) el año pasado, murió Juan Gabriel –Grabiel le llama siempre Paz Padilla, tan de la Andalucía baja–, que físicamente en nada se parecía al que Isabel conoció hace veinte años. Se entendieron, él realmente deslumbrado por cómo la sevillana pisaba el escenario. Parece que esa amistad aireada rompió la colaboración con la Dúrcal, aunque algunos lo atribuyen a celos de la madrileña porque el autor distinguía más a Junior, su marido. Él se dejaba querer: lo sedujo prometiéndole relanzar su carrera de poco impacto mas allá de la Anduriña de Juan Pardo. Rocío peleó por relanzarlo pero no tuvo éxito. Y pasó a un segundo plano nunca digerido. Un mero negociador, mientras sus hijas Carmen y Shaila, a ruegos del mexicano, cantaron con su madre y un dueto paterno No estará sola, que empieza cantando Shaila, y sigue el bellezón de Carmen, tan enamorada del Luis
Guerra dueño de los Holiday Gym, y Junior remata.

Shaila, pendiente de México como gran mercado, olvidó rencores familiares lógicos “porque cuando mami enfermó y murió, Juan Gabriel no llamó ni mandó flores”. Generosa, cantó en un festival de los que lloraban al extinto. Buena ocasión de relanzarse en el país lindo y querido que, tras buenos éxitos, luego abandonó por Miami. No le funcionó tan bien y le cuesta, igual que a Terelu Campos o Rocío Carrasco, superar el lastre casi estigma de hijas de.

Juan Gabriel era la esperanza, un salvavidas, y a Isabel se le quedaron grabadas las promesas que le hizo en público en un concierto de 2014 que fue su última aparición juntos en escena. “Aquí te queremos, te cobijamos y te protegeremos”, prometió el cantante, que como solista apenas era conocido en España.  Viéndola en apuros económicos, le anticipó dinero por tres discos y una gira que ya parece irrealizable. Está en el aire mientras los cuatro herederos hurgan, husmean y repasan papeles para reclamar la cantidad mientras Pantoja no ve continuidad a un futuro relanzador propiciado por el apoyo de Juan Gabriel. Era llave que abría todas las puertas de México. Proyectaba instalarse allí.

 

Lanzamiento

 En otoño anuncian el nuevo disco de las 16 canciones grabadas en 2014, temas que algunos enterados aseguran fueron hechos en 2008 para Rocío Dúrcal y recuperados para el estilo Pantoja. El deceso aviva el morbo hasta el disparate y, aún con la gira en globo, Pantoja saldrá nuevamente beneficiada en medio de sus lloros. Ya pasó tras la muerte de Paquirri y un Marinero de luces sentido hasta el gemido con Era mi vida él. Dolor explotado comercialmente.

Triunfaban sus creaciones tal Noa Noa, homenaje al antro en el que empezó el mexicano. Verlo actuar era experiencia casi surrealista con trajes de 8.000 dólares (7.160 euros). Tenía algo daliniano, su idea del disparate hacía de él un mix artístico entre Antonio Amaya, ídolo de los 60, la desmesurada Olga Guillot, reinona del bolerón cuya paternidad aún pelean Cuba y México, y Raphael. Un compendio de exageraciones gesticuladoras, afeantes deformaciones faciales y alusiones al público enloquecido con  tamaño desmadre. Eran sal y pimienta. Guillot luego se contuvo y usaba esmoquin como con el que Juan Gabriel aparece retratado en su LP publicado en diciembre. Todavía no salió en España. Insisto que somos mercado poco propicio al intérprete.

Fue desmesurado en la actuación. Lo afirmo tras asistir a varios conciertos en el imponente Bellas Artes del D.F., donde el país monta capilla a sus artistas grandes, en el Radio City neoyorquino que al menos pisaba tres veces al año o en el Air American Auditorium de Miami, tan efectivo como sus giras incesantes por Texas, Los Ángeles, Las Vegas o Arizona. El mundo latino a sus pies siempre movedizos meneando un exceso de peso propiciado por problemas de tiroides, ya con cuerpo impropio de sus aporreados 66 años. Una persona que trabajó con él y su último representante, solo dos guiaron su carrera, me revela traumas producto de la infancia en un hospicio:

“Pese al éxito y el dinero –deja mucho más dinero que los aireados 250 millones de dólares (224 millones de euros), ella calcula unos 3.000 (2.685 millones de euros) por lo menos contando las propiedades– se movía entre sombras. Era muy generoso, ayudaba a los jóvenes
–pero nunca editó su disco con Agustín Pantoja, curioso tras trabajar durante seis años– y nunca se cansó de trabajar”. Renovó testamento recientemente tras su caída en escena de hace tres años donde, enardecido, cayó al foso. Temieron por su vida pero enseguida volvió a taconear, siempre amparado por imponentes mariachis de hasta 40 músicos.

“Cuando lo vi por primera vez en México, donde con Norma Duval actuábamos al acabar él, me pareció un alarde de Busby Berkeley y sus películas musicales de los años 30. Impresionaba tal alarde de sonido y colorido”, evoca Bigote Arrocet bajo una camiseta rosa de manga larga de las que pinta.

No dejan de solicitarlas y lo que al principio regalaba, ahora diseña “pero tú me traes la prenda, si no te importa”. Son moda en el mundillo televisivo capitalino igual que permanece el impacto del serial Campos con el añadido de la pequeña de 49, Carmen Borrego. Complementa. Amplían y casi supera cáustica ya impactante trío que siempre se vio dúo. María Teresa empieza a pedir stop de sobreexposición jaleada por los medios: “Lo hicimos, quedó bien y ya está. Algunos hasta ya me llaman Terelu”, bromea con su evidente y doble objetivo cumplido. Pero no hay forma de rematarlo. Terelu cumplió 51 años y en ¡Qué tiempo tan feliz! Le montaron sorpresiva celebración televisiva, ella repitiendo el estilo lencero siempre rematado con encajes que últimamente prodiga en cremas o azulones. A los sones de su música preferida su hermana Carmen Borrego  le ofreció una tarta vegetal de rábanos y zanahorias con una foto de ellas con su padre. No le pasma ocupar portadas porque siempre tuvo los pies en el suelo.

 

María León prepara boda

Lo suyo es dirigir y crear, como María León en Comando de élite, debut directivo de Joaquín Monzón tras su éxito en Con el culo al aire. Es parodia sobre los regionalismos, un oportuno toque a la convivencia. María prepara boda y en Asturias ha conocido a sus suegros mientras cunde la sorpresa ante los estilismos preboda de Rocío Carrasco. Cambio radical y mal entendida sofisticación: sorprenden tanto su desfavorecedor pelo tirante y sus rutilantes trajes miameros en la fallida Hable con ellas. No se entendió el alarde como de noche en la ópera en su cuasi despedida de soltera con volantazo palabra de honor por escote ante la discreta –ya era hora– Olvido Hormigos y Sandra Berneda, en la cresta de la ola no televisiva tras sus reveladoras fotos acaramelada con la liosa Nagore. Un runrún semanal, volvemos al amor, da gusto. Sorpresa-sorpresa, como el alarde de la Carrasco, más propio del calendario Pirelli al que, retratada por Peter Lindbergh, vuelve Penélope Cruz en dura competencia con Nicole Kidman, la sexi Kate Winslet, Robin Wright y Uma Thurman. Duelo de estrellas como reuniendo en un musical a Charo Reina, Belinda Washington, Marta Valverde y Edith Salazar. Ansió el nuevo año por ver tanta cara bonita. Difícil lo tiene Pe.  

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