Jordi Pujol ya manipuló a Serrat cuando el La, la, la

05 / 08 / 2014 Jesús Mariñas
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¡Gracias!

Del que fuera president ya se sabían algunas de sus tropelías cuando intentó que el cantante representara a España en catalán en el festival de Eurovisión del 68. 

No disimulemos: oportunismo se le llama a este revival que exhumo, revelo y aireo añadiéndole morbo al escándalo nacional (son y seren gent catalana!) que supone el reconocimiento del ya no molt honorable Jordi  Pujol de tener cuentas en el extranjero. Parecen prehistóricas, coña aparte, y lo más chocante no es el “olvido” de tales caudales exiliados sino que no los haya necesitado en ¡34 años! cuando asegura que los heredó de su acaudalado padre. Doble escándalo, por tanto, que curiosamente coincide con la escapada vacacional siempre relajadora. No es la primera vez que con sol, juerga, evasión y playa pretenden amortiguar el efecto demoledor de tal reconocimiento público. Casi deprime y solo es el comienzo de nuevos descubrimientos igualmente aplastantes... ¡Porca política! Aunque no choque, alucina y descoloca, porque muchos conocían estas tropelías, similares a la que en 1968 –parece que fue ayer– tuvo por protagonista a Joan  Manuel  Serrat y su eurovisivo La, la, la, que tras superar el sórdido caso supuestamente nacionalista daría un triunfo a Massiel.

Lo contó Ramón  Arcusa, autor de la canción con Manuel  de  la  Calva en la casa miamera que Julio  Iglesias recién había comprado en Indian Creek. Sigue siendo suya pero no la habita: la ocupan Miranda y sus cinco rubísimos; él se aisló en Punta Cana. Arcusa lo soltó  sin malicia en una animada sobremesa nocturna tomando algún whisky y después, ya en España, me lo confirmó José  María  Lasso  de  la  Vega, por aquel entonces mánager del Noi de Poble Sec, a quien representaba simultáneamente con Camilo  Sesto. Los tres tenían chalés en la mallorquina Cala d´Or: el Pujol manipulador de Banca Catalana habría entregado tres millones de pesetas, todo un capital hace medio siglo, para que Serrat montase el escándalo de representar a España cantando en catalán. Era imposición coaccionadora a semanas del certamen a celebrar en Londres, inadmisible chantaje en regla con la promoción y el single castellano ya distribuido por Europa. Arturo  Kaps llevaba aquel mercadeo y a punto estuvo de infarto. El Gobierno español no transigió ante semejante condicionamiento, recurrió a Massiel, que inició su impactante carrera mundial. Algunos creen que compraron los votos ofreciendo a cambio vacaciones en Mallorca y Benidorm para que ganase la cantante salvando la honrilla patria, pero resultó indiscutible que el atrevido traje mini de Courrèges vestido por María  de  los  Ángeles prodigando dientes fue decisivo. Se convirtió en renacida Agustina  de  Aragón aun sin comulgar con el régimen franquista, que la hizo “Excelentísima Señora”, y años después ser apadrinada en su tercera boda –tras separarse de Luis  Recatero y de Carlos  Zayas, padre de su hijo Aitor–, con Pablo  Lizcano, nada menos que por Gabriel  García  Márquez.

Hace un mes largo, coincidiendo con Manolo y Ramón en el ¡Qué tiempo tan feliz! de María  Teresa  Campos, refresqué el tema. Arcusa recordó lo que yo sabía de su propia boca, entonces sin tener los 78 años increíbles de ahora. Estuvo despistando, inconcreto, acaso cauto. Calló y no descubrió quién se encargó de llevar la pasta fuera de España en un maletín, cómo pasaron aduanas aquí y allá –en tiempos de prohibición a Julio le exportaban jamones en bidones de aceite– y entregarla contante y sonante en Hispanoamérica. Decirlo sería personalizar en exceso, no le convenía ahondar. Las evasiones pujolistas no son nuevas... ¡Qué caída del pedestal, Honorable!

El agrisado Teatro Real.

Recordé todo esto repasando los detalles no diría que monumentales y sí agrisados del Teatro Real, cuando tradicionalmente los locales operísticos son oro y granate como la Fenice, la Scala o el Liceo. Gregorio  Marañón debería darle una renovación y ponerlo como los demás, sin ese aire tristón de oficina siniestra. Real que un año después albergó el eurofestival obteniendo por primera vez resultado de primer premio cuatripartito. Se repartió entre Inglaterra, Francia, Holanda y España. Salomé nos defendió heroicamente con ¡Vivo cantando! metida en un valiente pero incomprendido pijama ideado por Pertegaz donde lo que se movía y conmovía eran los canutillos turquesa en que estaba bordado. El traje se adelantó al tiempo. Hoy impactaría. La barcelonesa afincada en Valencia casi llegó a cuñada de Rocío  Jurado, al estar casada con Sebastián  García  Verneta, gemelo de Enrique, durante 14 años novio de la Chipionera (¡si ella contara!). Lo fui recuperando tan embebido en Alejandro  Fernández que prendó con su lánguido y bravío aire de macho mejicano a nuestras más significadas vips.

Era concierto destinado a vídeo y ocuparon lugares preeminentes, casi sitiales. Había que recogerlo todo a mayor gloria del divo mejicano heredero del gran Vicente. Desde el aire abstraído, o distraído y ausente, de una Isabel  Preysler que ganó en la distancia mitigadora de arrugas luego eliminadas por rejuvenecedor foto-shok, a su íntima Carmen  Martínez-Bordiú. Ella no precisa retoque al mantenerse llenita, lozana, retozando y de buen año, menos aún Eugenia  Martínez  de  Irujo, felicitándome por alguna verdad que solté sobre el lacio malcosido traje casamentero de Lourdes  Montes, donde el bailón cristalito añadido animando el cuerpo parecía sacado de una lámpara de comedor años 50. Un modelo que no pasará a las antologías del buen gusto ennoviado, todo lo contrario. Compromete su futuro diseñador –si lo tiene– sin gusto y experiencia evidenciada.

Podía tomar nota de lo que Hannibal  Laguna, realmente en estado de gracia, ideó para Carmen  Borrego, la peque de María Teresa Campos, en tarde de aire velazqueño uniéndose con José  Carlos  Bernal. Un prodigio de inteligencia estilizadora resultó el frente con anchos hombros conformando un favorecedor cruce delantero hasta la cintura, manga francesa de encaje y falda amplia rematada con cola que alargaba la figura. Como prenda prestada, en la muñeca derecha  llevó una rivière en diamantes “dejada por mi hermana Terelu”. Crecía sobre altos tacones rojos de Sara  Navarro, buen apoyo a semi-enmoñada cola de caballo, mientras la diva televisiva –a quien el amor, parece que renacido, da luminosidad– vistió cual madrina tradicional: traje de falda y manga larga en lo que antes era verde musgo y ahora llaman verde imperial, cubierto con túnica transparente salpicada de cristalitos Swarovsky. Terelu lució sofisticada en rígido raso duquesa azul noche –hoy azul cobalto, más sorpresa– con enorme lazada sobre el hombro izquierdo rematada en la cadera.

Rocío  Carrasco, otra “hija” de María Teresa que tanto la apoyó en su debut televisivo, sobresalió con su hijo –¡ya quinceañero!– emergiendo de ampulosa falda de capas superpuestas conformando remolino de tules verdes. Un ejercicio de equilibrio contrastando con cola de caballo sobre sienes rapadas, atrevido mix peluquero nada común en semejante entorno, más de crepados o melenas sueltas abundando en las jóvenes del clan, tal Alejandra  Rubio, de túnica marrón con cinturón dorado, Carmen hija o Maite, en rojo y verde. Abundaron los tonos coral como el geranio de la receñida Ivonne  Reyes o el Alejandro  de  Miguel en gasa de Sonsoles  Sanz, mano derecha de la Campos desde hace 27 años. Destacaron sobre el verde césped del quintaesenciado Club de Campo que tiene el fondo de Madrid cual estampa transformado en escenario nupcial adornado por centros de rosas moradas con nardos.

Banquete velazqueño.

Ejerció José  Carlos  Díaz, concejal de Comercio de Majadahonda, afueras capitalinas, donde residirá la repetidora pareja. Siguió banquete con enmarque velazqueño, perfecto de luz al atardecer convertido en madrugada con los cantes de Pepito, el Marismeño, comentando dolido y con ocho kilos de más al dejar de fumar que “José  Fernando es un caso perdido, me da lástima pero no puedo hacer más, no quiere recuperarse”, y Juan  Peña dándole al flamenquito mientras Fidel  Albiach emocionó al tocar revestido en chaqué, por ser testigo, dándole a la guitarra mientras Rocío impresionó con la rutilante base, historia pura, de dos grandes solitarios en forma de lágrimas entrelazadas en sortija heredados de “la más grande”. Actuaron incansables y lanzados Merche y las niñas de Supersingles, animadoras de ese nuevo boom tan acogedor de cantantes y canciones del ¡Qué tiempo tan feliz! Barrió audiencias de Tele-5 retransmitiendo la boda en directo.

Y como el rey  Felipe sugirió cambios y nuevo protocolo, tomaron nota y manos a la obra, a fin de cuentas, gente de la información. De ahí que sustituyeran la ceremoniosa marcha nupcial por el operístico Va pensiero en voz de Pavarotti y el Adorooo de Manzanero como remate a una ceremonia civil casi religiosa donde el Marismeño, a petición de la rubia novia, entonó emotivo el ya en desuso Salve madre, en la tierra de mis amores, te saludan los cantos que alza el amor…

Diferentes fueron las recibidas por Alejandro  Fernández en su comparecencia histórica, con notable repaso a hits como Te quiero, te quiero, que Augusto  Algueró regaló a su entonces esposa Carmen  Sevilla –que la semana pasada inquietó porque temieron lo peor–, llegando a Hoy tengo ganas de ti, al difícil hasta de título Concavo o convexo, de Roberto Carlos, o al Abrázame –¡ay, qué tiempo tan feliz!– que concentró miradas en Preysler al ser gran éxito de Julio. Aprovecharon para repasar  su top bordado con suaves lentejuelas rosas –en ella no hay estridencias–, la carnalidad de Carmen y también las reveladoras transparencias mostrando negro sostén bajo melena lisa y corta de la duquesita de Montoro cerca del banquero Francisco  González, pasmado como Manuel  Colonques. Está a punto de ser abuelo y de inaugurar edificio propio rediseñado por Norman  Foster en Times Square, donde el servil Tomás  Terry volverá a colocarle alfombra roja, tarea en la que es experto.

Los vi alucinados con la exhibición íntima de pantaloncito, con Mónica  Hoyos insistiendo en levantar las gasas falderas para enseñar hasta el fondo. Y lo consiguió, asombrando a una Paula  Echevarría crecida y chocando con espalda al aire y botines de pitón ¡con Madrid a 40 grados!, Alba  Carrillo (a punto ya de convivir en su nueva casa con el barbudo Feliciano  López, al que dio seguridad), Genoveva  Casanova con traje rosa (ya lucido por Terelu hace tres semanas, a ella le bailaba), Marcos  de  Quinto marchando con su rubia de vacaciones americanas muy Coca Cola, y Miguel  Bosé envejecido con barba, bigote y melena. Pasó el recital de pie, enfervorecido y entusiasta, mientras la mammaLucía se echó sombrero Panamá sobre su conjunto azulado que mantiene hasta la raíz del pelo.

Cecilia  Gómez sigue danzando en homenaje a Chavela, Lidia  Bosch no encontraba su butaca en el mismo despiste de LolaMarceli, Boris paseó para ser visto, un morenísimo Joaquín  Torres esquivó al diabólico director de ¡Sálvame! –“programa que me ha hecho de todo”, qué vas a contarme– tras lo que difundieron de su relación amparada en el “¡Válgame Dios!” de Raquel  Meroño (si las piedras hablasen). Iba llamativo con chaqueta en cuadritos Vichy rosa. La despampanante Juncal iba sola y sin compromiso mientras Mónica  Martín  Luque confirmó su boda otoñal en Marruecos, donde conoció a su pareja salvadora de su unión con el aprovechado Coco  Gómez-Acebo, hijo de doña Pilar  de  Borbón. De él cuenta y no acaba, sin punto y aparte pero sí echándole sal, pimienta y hasta acíbar. Porque el faltón hijo de mamá parece que se las trae, aunque vaya de mosquita muerta.

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