}

Eugenia y Coronado se venden caro

04 / 08 / 2015 Jesús Mariñas
  • Valoración
  • Actualmente 0 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
  • Tu valoración
  • Actualmente 0 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
¡Gracias!

La pareja formada por la duquesa de Montoro y el actor José Coronado ha generado más interés y morbo que la formada por Isabel Preysler y Vargas LLosa.

Dos dudas me corroen y pueden amargarme el verano: no dejo de preguntarme hasta la desazón y el insomnio si Tita Cervera logrará navegar con sus gemelitas al lado de Borja y Blanca, firme en su sostenido rechazo a las pequeñas, no sé sabe por qué. Y si los palmesanos, o su alcaldesa, echarán de Marivent a Felipe VI y Letizia de un veraneo que ella siempre soporta porque es obligación del cargo.

Pero para temazos, las impactantes parejas del verano: del criticado, “¡a su edad!” objetan, y tan envidiado romance Isabel-Vargas-Llosa, al amorío de Eugenia Alba y José Coronado, quienes se llevan los laureles, los aplausos y simpatías. Serán cosas de la edad, aunque tampoco sean veinteañeros. Tan singulares quereres devolvieron ánimo y luz a la Eugenita tan apagada tras perder a su madre Cayetana. La historia genera más interés, morbo y persecuciones y hasta incluso mayor reconocimiento que Isabel Preysler y Vargas Llosa. Por la exclusiva de su parece que elaborado más amor que amorío, pagaron 20.000 euros mientras que lo de la duquesita y el actor generó 75.000 a las tres agencias que los captaron amartelados en desfogue callejero. Ellos no se cortan un pelo yendo cogidos de la mano tal mozalbetes ilusionados.

En el mismo plan pasean el exministro José María Michavila y Genoveva Casanova. Ella, siempre tan reservada con lo íntimo que luego vende al mejor postor, y el apuesto abogado de Shakira y Alejandro Sanz, se muestran constantes, devotos y fieles a manos unidas como promocionando alguna causa benéfica. Se enganchan en actitud juvenil, un gesto que nunca hizo casada con Cayetano.

Regodeo estival. Detalle para el desmenuce en salones y hamacas. Sirven para el regodeo estival. Ante la falda avolantada de la duquesita de Montoro repleta de encajes, la luz de Patricia Pérez, el pelo ensortijado de la exótica Marta, novia de Hugo Silva, los floripondios de Paco León y un Alex de la Iglesia pisándose la corbata al promocionar Mi gran noche, filme que cuenta con el cantante Raphael y que estrena pronto. Genoveva y Michavila mantuvieron una gran efusividad comunicadora en los conciertos madrileños de Elton John, Raphael y Juanes, donde el nuevo ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, lució camisa debutando extraoficialmente en el cargo. “Y por qué no lo hizo con algunos de nuestros cantantes”, se preguntaban denunciando y tirando a dar.

Van a lo suyo pero Miguel Poveda puso en pie a Rocío Carrasco, impertérrita y distante ante las embestidas de Ortega Cano –mejor calladito con lo que puede destaparse–, su tío Amador y hasta la ignorancia de Gloria Camila. No faltaron Bosé y Bibiana, locos con el catalán mejor en la copla que con poemas reivindicativos tipo años 80.

Cambiando de tema, la ex de José Bono, Ana Rodríguez, comenta en su incompleto libro instructor, las rupturas de pareja. Su hija Amalia justificó la llamativa ausencia de los exhibidores descendientes, “algo acordado con nuestros padres; no había que echar leña al fuego”, aunque extraña que, al hablar de situaciones separadoras, esquive “por pacto, revelar las suyas”.

Leyendas y supuestos. Confunden, escama, da que pensar y engendra leyendas, posibles o supuestos como los referentes a la exclusión o apartheid en que la baronesa Thyssen tiene a sus niñas gemelas, Carmen y Sabina. Evita llevarlas a reuniones familiares de las que ahora, olvidados los rencores y dinero en mano, prodiga navegando en el Mata Mua, abriendo expos o bautizando a la pequeña de Borja y Blanca que recibió aguas regeneradoras del padre Ángel. Su céntrica parroquia de San Antón  permanece abierta las 24 horas, permite la entrada de animales, usar wifi y el baño. Y no excluye a nadie como en la más carca catedral barcelonesa que ahora prohíben el acceso a quienes lucen pantalón corto. Aunque paguen los 7 euros de la entrada y vayan de buena fe. Es como una iglesia medieval como su campanario y su imponente fachada son un pastiche neogótico como esas parte del Barrio Gótico que nada tienen que ver con la autenticidad medieval de la Ribera, donde Artur Mas y Ada Colau cavilan una política polémica.

Hemos vivido la semana del desahucio monárquico. Un desatino contestado por la calle frente a los recién llegados. Zaragoza quita el nombre de Su Majestad, dos ayuntamientos gallegos eliminan las fotos oficiales, la alcaldesa palmesana presenta un proyecto para abrir al público el palacio de Marivent cuando no esté la royal family almorzando o con Michel Obama en la bañera, claro, tal mis paisanos hicieron con Meirás aún siendo propiedad particular. El pueblo, tras suscripción popular, se lo ofrendó a Franco para asegurarse de que iría cada verano.

Igualito hicieron en Palma ofreciéndole Marivent. Barcelona decapitó el busto de don Juan Carlos, imagen de Barcelona-92, conjuntamente con el gallardo abanderamiento del príncipe Felipe. Fue un hito ciudadano. Lo viví en sus quince días, y por allí pasaron desde Valentino a Jack Nicholson, Irene Papas dirigida en Fedra por Nuria Espert, Michael Douglas y Schwarzenegger, todavía cachas. Un hito en la historia olímpica que no pudo repetirse en el Buenos Aires de hace un año que tan mal sentaron a la ahora añorada Ana Botella.

Piden que vuelva con sus modales y trajes de “señora de las de siempre “y ella se aleja más en su casa marbellera sin dejar de asistir a las ya imprescindibles noches Starlite. Son pasarela o sucursal de las citas urbanas. Y allí se prodigan desde una Bárbara Rey hecha un brazo de mar. Si ella contara... lo que ya no interesa tras Corinna. No faltaron Jordi Mollà, ya más pintor que actor, Antonia San Juan rompiendo moldes, Carlos Bardem y hasta un Bisbal sin arropo femenino, parece que recién separado. Lolita y Rosario, más floreada que su nombre, con Elena Furiase que perdió kilos, como ya le gustaría hacerlo a la redondeada Elena Benarroch muy descabalgada social y profesionalmente. Ni sombra de lo que fue en tiempos en que reinó Felipe González, su íntimo y apoyador aunque servía más estilizando a la cantora fría señora Zapatero.

Estas noches costasoleñas lanzadas por Sandra García Sanjuan, mejor con esas clámides de estilo griego, lo que ahora priva, en ellas reaparecerá Julio Iglesias tras su operación de vértebras, “nada que ver con el corazón”, me aclara su gente por tranquilizar. Lo hará en dúos con Julio José –¡al fin juntos!– dos días antes de su hijo Enrique y ni se verán, cosa que no molesta a ninguno. Guardan, mantienen y aumentan las distancias, no vaya ser que el niño comente al padre “lo feliz que está mami con el tío Mario”, estaría bueno.

Flanqueado por su amigo Imanol Arias y la ya necesaria Irene Maritxel, Antonio Banderas es reclamo de esas fiestas bien acompañado de su rubia y plácida canadiense Nikole Kimpel. No encandila como hacía Melanie chapurreando el español. Starlite y sus noches devolvió desde la Cantera el esplendor de los mejores años gilistas, hoy tan revisados. Hasta Gunilla, tan icónica y permanentemente platino, se dejó ver con el incomparable Luis Ortiz y su hijo Melote. Son rutilante memoria viva de lo que fue y no existirá, lo que el viento se llevó. Me invadió la nostalgia hasta de una Mayte Zaldívar en el pozo del olvido. A Banderas no lo acompaña su hija Estela del Carmen haciendo causa con su frágil madre. Y ahí le duele a nuestro actor–galán más internacional porque el áspero Bardem anda especializado en hacer de malo tras varias oportunidades erradas como el prota de la obra de García Márquez, El amor en los tiempos del cólera adaptada al cine, donde no pudo estar peor.

Hay que ver lo que hay que ver sin olvidar: la reina María Cristina tuteló la Expo Universal de 1890, su nieto Alfonso XII, la del 1929, Juan Carlos es asiduo de la Ciudad Condal y como Conde de Barcelona merece un respeto de estas nuevas tricoteuses, remedo de las guillotinadoras. Lo de Juan Carlos lo pareció, rebanado el busto por revolucionarias de la política pactadora tan alejada del voto popular. Fue entusiasta, entregado, confiado y desviado hacia intereses de partido.

Hago punto final bailándome las dudas: si veremos a Tita Cervera con todos sus hijos y nietos nuevamente enfrentándose a Blanca Cuesta que evita mezclarlos, y qué pensarán el rey Felipe VI y la reina Letizia si invaden su retiro palmesano tal como proyectan. ¡Con lo que los reyes y sus padres han hecho durante 40 años por mantener Palma en el candelabro! A la Reina no le faltará pretexto para salir huyendo de allí, se lo ponen en bandeja desde el ayuntamiento de Francina Armengol. Sin ellos, bien distinta, opaca, triste o irreal aunque bellísima seguirá Palma.

Grupo Zeta Nexica