Cardin: “Es triste imponer la moda de lo pobre”

07 / 02 / 2017 Jesús Mariñas
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El modisto que creó el prêt-à-porter fue el invitado de honor de la Pasarela 080 de Barcelona. Pierre Cardin aprovechó la visita para presentar el musical La belleza no tiene piedad, del que es productor.

Arrollador y lúcido con 95 años, así se mostró en la Pasarela 080 de Barcelona el último mito que le queda a la gran moda. Durante hora y media de interrogatorio cautivó a todos los medios –prensa, cámaras y televisión– y arrebató sentenciando. Señaló, pero sin tirar a dar: “A mi edad no me interesa hacer más enemigos”, dijo en tono conciliador subrayando su casi tic de cruzar las manos a la altura de la cara. No perdió la sonrisa, sostuvo el buen tono mientras iba largando a veces con bala, puede permitírselo desde su Parnaso particular “tras convivir y alternar con Valentino, St. Laurent, Christian Dior o Balenciaga, que es mi preferido; fue único”, destacó al presentar tras estrenar en Venecia y Moscú un musical que ha producido sobre Dorian Gray. Lo titula La belleza no tiene piedad.

“Juego con cuerpo y alma y hago actuar con el actor desnudo. Me costó más que hacerle un traje”, ironiza, pero insiste en su amor compartido con el teatro y la ropa, que revolucionó en 1960 creando moda masculina hasta entonces imposible, firme a moldes siempre repetidos. Conmovió esquemas lanzando el prêt-à-porter que se cargó la alta moda.

Algo de cómico

“El lujo se está viviendo en las fábricas, es una pena. La moda sigue siendo mi vida, aunque intenté ser actor. ¿No ven que tengo algo de cómico”, revela sacándole rebrillos a su clara mirada azul. Corbata al desgaire, cuello desabotonado y con trajeada formalidad que irradia protesta. Genio y figura: “Sigo en esto desde hace 54 años...”.

“¿Cuándo enamoró a la entonces icónica del cine francés, la personalísima Jeanne Moreau, solo comparable a la de Garbo? Se contó que tuvieron un amor intenso que hoy puede aclararnos. ¿Fue auténtico o publicitario?” “Si lo contaron, algo habría, ya ni me acuerdo”, contestó con la risa bailoteándole hasta no saber si asegura o desmiente. Sigue a su tema:

“Hoy la moda se falsifica, imponen lo pobre y domina el desorden social. Es triste imponer la moda de lo pobre”, lo dice lanzando un ay lastimero mientras saborea un sorbito de vino blanco. “Es lo único que bebo”. Rechaza picotear una bandeja de jamón que le ofrecen. “Lo dejo para más tarde, ahora estoy hablando”, justifica. “¿Qué es lo que menos le gusta de la moda actual?”. “El desorden y las falsificaciones. Tras innovar, soy un clásico, sigo un orden, uso chaqueta y corbata y cada mañana diseño algo nuevo. Se me ocurren cosas imponibles para esta época y las llevo al atelier mientras distribuyo mis trajes viejos por la casa. Ya es museo.

Vive en el edificio próximo a La Madelaine donde tiene Maxim’s, lo más del glamour parisiense. Está lleno de historia y lo adquirió hace 35 años. “Luego me quedé con todo el edificio”, subsiste su primera boutique. Vecina al Elisée presidencial. En París realzó una cena homenaje a Sara Montiel organizada por Frédéric Mitterrand, principal hincha francés de la manchega universal. La juntó a Nureyev, entonces en la cúspide, les tocaron El relicario creado cuando el maestro Padilla vivía en la Ciudad de la Luz con Raquel, bailaron y provocaron vivas: “¿Cómo ha ido, Antonia, ¿te llevo en volandas?”, la respuesta casi me tumba, no esperábamos algo así: “Quita, quita, será el mejor bailarín del mundo, pero me ha pisaooo. Tengo los pies destrozados”. Fueron varios días de tributo internacional promovido por el sobrinazo de Mitterrand, que lo hizo ministro de Cultura. Siempre le pedía que le cantase Fumando espero, que no es música francesa como algunos piensan sino parida por un barcelonés llamado maestro Viladomat.

En los felices 30 la estrenó en el Paralelo una cupletera llamada Ramoncita Rovira, que no es modo de anunciar una reina del cuplé. Me quedó con el inventado “María Luján” heroína de El último cuplé. Luego hizo leyenda la pastosa y sexi voz de la Montiel que aquellos días franceses se alojó en el hotel Maurice, en el que Alfonso XIII vivió su dorado exilio y donde Dalí tenía suite permanentemente reservada. Recuerdo que en la entrada tenía un enorme caballo blanco disecado. Sara dio buen tute a su collarón de cuatro pisos de esmeraldas, que ella llamaba babero, y que por su riqueza dejó sin habla al embajador español en una cena en la residencia diplomática.

Antología de las más grandes

¿Qué habrá sido de ese epatante aderezo? ¿Qué pasaría con otras joyas como los dos enormes brillantes de diez quilates cada uno de los que no se separaba nunca? Quizá los vendió tras heredarlos la prohijada Thais, ahora en Miami y que a veces se ponía de collar una gargantilla que Sara usaba de diadema.

Sara ha sido rescatada en un musical de tres personajes. Va de antología que abarrota en la Gran Vía, como también La Celia, dedicado a Celia Gámez, que vino desde el mítico Maipo argentino y triunfa en su gira española. Pero no son las únicas evocadas estrellas de tan distintas épocas. Ya preparan repaso a los 92 años lúcidos de María Dolores Pradera.

Celia triunfó en 1929 estrenando Las Leandras, Millán Astray apadrinó su boda en los Jerónimos. Llamó a su Legión para protegerla del entusiasmo popular. Alfonso XIII, igualmente enganchado, le regaló un broche art decó con flores de brillantes conservado hasta el final de sus días, con 86 años. Murió en Buenos Aires y en el camposanto de la Chacarita tiene al lado a Miguel de Molina. Saritísima, así bautizada por Terenci Moix que no se dejó engatusar para escribirle memorias, arrolló en 1956 al estrenarse el primero de sus filmes cupleteros. Se ve que nuestros monarcas siempre perdieron la cabeza con las vedetes, bien lo demuestra el escándalo de Bárbara Rey.  Niega sus falsas pretensiones parece que imaginadas de que pretende cobrar dos millones de euros para desvelar lo que tuvo 17 años con don Juan Carlos.

Y vuelvo a la realidad, porque estar con Pierre Cardin eternizado es como mirar hacia atrás sin ira. Los Globos de oro norteamericanos son adelanto de los Oscar donde La La Land tiene 14 nominaciones que no entiendo ni poniéndome cursi, sensiblero o muy romántico. Imposible equipararla a Eva al desnudo de Bette Davis. Luego fue el musical Aplauso, estrenado por Lauren Bacall, ahí es nada, que en su día alcanzó idéntico récord. Las separa un mundo pero necesitamos enternecernos y nada como esas musiquitas. Y no vengan con que EEUU nunca se equivoca, ya ven lo de Donald Trump, tan infartante como ver a Bigote Arrocet no solo cocinando judías verdes auxiliado por la Campos sino transformado en bandolero a caballo, tributo a los cuarenta años de Curro Jiménez. Lo que hay que ver.

Premios para el cine español

Y si América tiene sus prólogos premiadores, no quedamos atrás, porque los Feroz marcan la pauta de nuestros más modestos pero pretenciosos Goya este año con la polémica del photocall: exigía a los fotógrafos firmar un papel asegurando que no le borrarían tal fondo comercial destacando una marca de perfume árabe que fusila las creaciones de los barceloneses Puig. La han montado, alguna tele se retiró censuradora y no sé en qué quedará la trifulca. Huele. Pero es obvio que ningún cámara es dueño de tal decisión que decide el jefe de turno. Los Feroz pueden desbancarlos al no ser tan fieros como los pintan.

Y usan el mismo ringorrango de esmoquin y traje largo con descomunal pajarita de Paco León, elegido mejor prota, como María León la más sexi por su escotazo hasta la cintura excitando en blanco y negro. Hubo emoción con Chicho Ibáñez Serrador, grande donde los haya, entusiasmo avivado al verlo en silla de ruedas como desde hace años. La residencia es un hito en el cine de terror, nada que ver con Aprobado en inocencia, donde debutó escénicamente con su madre, la gran Pepita Serrador que hizo los primeros estrenos españoles del entonces prohibidísimo Tennessee Williams.

Bárbara Lennie sigue su racha premiadora. La escogieron mejor actriz por María y los demás, oliéndoselo, se puso flor repollo sobre el hombro izquierdo. Destacó aún mas, va lanzadísima, como Aura Garrido con el casi feo tricolor tobillero más informal de la gala. Contrastó con el regio Carolina Herrera tomate de Belén Cuesta, destacada en los repartos, mientras que Leonor Watling escondió en azul Klein su pena por Bimba. Adriana Ugarte lució tripa bajo negros de Pedro del Hierro atrevido con raja hasta el muslo y Alba Flores, que enriquece la saga familiar donde Lolita es la mejor actriz del clan y se aupó más sobre ancha suela. Paula Echevarría es sinónimo de glamour y lo remarcó bajo lentejuelas de Dolores Promesas que montará una buena en el ya cercano Mercedes fashion-week como Cardin logró en una soleada Barcelona desfiladora exhumando a Dorian Gray, donde Alejandra Prat hizo debutar a sus críos ante una extasiada abuela Marian vestida de azules. Remató Puigdemont con un inacabable chorreo textil independentista donde solo le faltó tocar el arpa.

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