Banderas se arruinará con la pensión

22 / 12 / 2015 Jesús Mariñas
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El actor malagueño tendrá que pagar a su exmujer, Melanie Griffith, 60.000 euros al mes, dejarle la casa de Aspen, parte de los derechos de su último cine más internacional y seis de los ocho coches que compartían

Otro 20-D impactante fuera de España: el 20-D es el día señalado en que Banderas y Melanie dejan de ser matrimonio. El momento de pasar cuentas aun sin aclarar los auténticos motivos de tamaña disolución. La atribuyan a las depres de la actriz un día emblemática, piernas únicas y siempre cálida. La disfrutamos quienes compartimos sus veranos marbelleros y cada mañana coincidíamos en bicicleta por Los Monteros, donde a pie de mar tienen La gaviota comprada, o abaratada, por Jesús Gil y Gil, tras pertenecer a Encarna Sánchez. Época en que Sean Connery coincidió con ellos y se molestó porque le quitaron parte del jardín como a Banderas o antes a Deborah Kerr.

¿Por qué, por qué?, se preguntan confusos ante un dúo deshecho tan perfecto tras el flechazo miamero de Too much:

¿resultado de sus adicciones de todo tipo, algo común en la aún meca del cine, celos infundados, porque al galán malagueño, ya cincuentón cañón, no se le conoció ninguna aventura alarmante. Acaso se arruinará al tener que abonarle 60.000 euros al mes, dejarle la casa de Aspen, parte de los derechos de su último cine más internacional, un Picasso, al que pronto revivirá dirigido por Carlos Saura en 33 días, sobre el Guernica, y también seis de los ocho coches que compartían. Tal cantidad acredita que es actor cotizado pero preparando su primera colección de mujer tras estudiar diseño en la St. Martin School.

Su primera mujer. A Ana Leza, ya tan superada, únicamente le dio 12.000 euros durante cuatro años. Ella conservó el piso de Madrid y un vitalicio con los derechos de filmes como el histórico ¡Átame! o Mujeres al borde del ataque de nervios. Fue cine nacional sin los cachés que luego recibió tras colocarse con la saga de El Zorro, donde superó a Tyrone Power. Con Ana Leza tuvo siete meses de noviazgo que apenas les permitieron conocerse físicamente. Junto a Melanie compartió fama mundial, los mejores momentos y también las crisis de ella, me cuenta alguien de la familia a quien siempre pregunto por su madre. Doña Ana compuso retablo amable y largón en aquellos veranos: “Ana ya no nos reconoce”, me aseguran, y lo siento. Generó agradecimiento y simpatías con su ternura de maestra retirada casada con un policía secreta.

Mientras, Belén Esteban nunca se recuperará del palo económico que le atizó su representante con el golpe de gracia –no desgracia, suerte– parece que simulando teatralmente un intento de suicidio donde tras reconocimiento certifican que solo fueron tres orfidales. Ni para dormir a un gato. Menuda treta acongojadora de Toño al que consideraba más que un hermano, para que te fíes de la familia. Lo que en la de Paracuellos fue impactante sorpresa demoledora especialmente en lo anímico, aunque lo “extraviado” por tal persona de confianza puede alcanzar el millón de euros: dejó de pagarle los derechos de su libro, el anuncio de sartenes y zapatos y hasta galas supuestamente benéficas donde tal personaje se embolsaba 11.000 euros de vellón. Y ella en cómoda inopia porque no podía imaginar semejante fraude en ser tan abnegado que posponía su familia para cuidarla a ella y sus intereses, que acabaron siendo suyos.

Otros engaños. Una historia y trinque que no es nuevo: el mundillo artístico conoce muchos casos: el de Karina, a quien un hermano limpió el baúl de los recuerdos, el abuso del exmarido de Carmen Maura con la misma táctica administradora, la querella de los Gasol recamándole 14 millones de euros a sus representantes, el desmorone emocional de Luis del Olmo, a quien Rogelio Rengel, que nos pagaba en Protagonistas, saqueó tras cuarenta años. El rey de los locutores apenas se alteró viendo desaparecer cinco millones. Toño la cuidó en sus horas bajas superadas de manera ejemplar. Cobró bien tamaña atención, qué tío, vaya cara.

Lo de Banderas se comentó ante su íntimo Imanol Arias que compartió con Maritxell la campaña benéfica que encabeza Genoveva Casanova, adelgazadísima. Siempre flanqueada por José María Michavila pensando en boda, que ya no se priva de cogerla por la cintura ante extraños. Su  cariñoso gesto fue recogido por una Susanna Griso que, reacia a alternar, ahora lo hace incluso con marido promocionando un nuevo programa del estilo en que Bertín se ha hecho inimitable. Ha sido el salvavidas de la Primera en el año que termina. Con calidez y muy de tú a tú saca inéditos como el futbolín que Feijóo le regaló a Rajoy o dónde está el enorme retrato ecuestre que Dalí le hizo a Carmen como regalo del abuelo Franco cuando maridó forzada con el pobre duque de Cádiz. Ella explicaba que marchaba a Burdeos para la boda de su hija Cynthia Rossy, nacida del matrimonio que, con la cabeza perdida y agonizando el franquismo, la hizo pirarse dejando los dos niños al cuidado de su padre. Fue escándalo en su tiempo luego enardecido al saberse que compartía residencia y techo con la primera esposa del anticuario. Un ménage de lo más francés.

Luego vendrían Federicci, el hortera Campos y el Chatarrero, el único con el que mantiene cierta relación. Guapa como pocas, pero dada a ganar kilos, es adicta a las Massumeh y sus tratamientos a los que va en chándal. Igual hacen la Preysler –sus últimas fotos con el Nobel solo cotizaron 1.200 euros a repartir entre diez, una ruina– que las alterna como Naty con Maribel Yébenes. Y en esa onda conservadora deben de andar Nuria González y su hermana Yolanda, Fernández Tapias o la dueña de Pandora, que no se perdieron el champaneo navideño del revitalizante dúo iraní que las revitaliza con crema de caviar digno de figurar en los canapés del Villamagna. Paloma O’Shea se dejó entrever, “voy a un concierto”, justificó rápida, pero la felicitaron porque su hija Ana Botín ha sido nombrada por Isabel II, Dama del Imperio Británico. “Es que en Inglaterra ha trabajado mucho y bien”, se esponjaba como no suele, aunque podría, ahora que su Escuela de Música empieza a colaborar con el Teatro Real festejando su segundo centenario, subrayaban ante Nieves Álvarez, siempre como recién salida de algún posado. Le puede el estilo.

“Acaba un año no muy bueno”, pasó página sin perder la sonrisa, aunque algunos consideren que separarse con tres hijos la liberó porque el fotógrafo italiano Marco era el moro de Venecia. Me enseñó la foto de sus niños. Cuánto amor de madre. Como el de Nuria y Fernández Tapias, que justificaban no pasar esta Nochevieja en Mónaco. Rompen su carísimo hábito “porque los niños están muy grandes y no vamos a dejarlos solos ni aburrirlos en cenas interminables”. Carmen Quesada, ya treinta años emparejada a Arturo Fernández y gran amiga de su hija Isabel Sensat, se dulcificaba más en angora blanca. La contrastaba con bolso y zapatos atigrados. Es auténtico reposo del guerrero con increíbles 86 años
 –¿serán las cremas Massumeh, como en la octogenaria sin parecerlo Lola Herrera?–Algo será, pero Arturo inicia tercer año triunfal haciendo de cura teatral.

“Solo me cansa estar parado...”, casi justificó tal pasión interpretativa que lo mantiene lozano, fresco, joven, hecho un pincel. “Pero, siéntate”, y se negó “porque se me arruga el pantalón”. Genio y figura. Lo exaltaron ante Beatriz Rico, recién casada con el policía Rubén Ramírez. Marchaban a Argelia “en luna de miel con el Polisario que nos invita al viaje”. Formaron corro con Teresa Viejo, que a finales de enero enriquecerá la primera cadena con un programa de búsqueda tal los de Lobatón.

“Será muy diferente porque no es en plató sino usando exteriores. Me apetece mucho aunque aspiro a vivir de mis novelas”. Apareció, y lo reconocieron, radiante, tras su desengaño con Marcos de Quinto, actual vicepresidente mundial de Coca-Cola. La cincuentona Remedios Cervantes y una floreada Sandra Ibarra hacían pareja perfecta tal Imanol, Irene Maritxell y Jorge Cadaval que, como Morancos, arrasan en el Paralelo barcelonés.

Recepción real. El americano marido de Jorge Cadaval, Ken, sin el aire endomingado de Fran Rivera y Lourdes Montes, que para recepción real a mediodía calzó sandalias ¡doradas! Impactaron como las tupidas negras medias de Letizia. La señora del torero chirrió a la Sevilla chistosa y acaso envidiando verla en el reparto por los Reyes de Medallas a las Bellas Artes, donde tardaron décadas en dársela a Manuel Benítez,el Cordobés. Flanqueado como siempre por Martina, recelosa y a punto de embestir, se enfadó al ser preguntado otra vez si algún día, centenario o milenio reconocerá a Manuel Díaz, ya de 47 lozanos y felices años, como hijo. Recompensar lo de Alaska tiene más sentido aunque, pese al empaque de los Reales Alcázares, cuya suntuosidad tanto encalabrina a los moros por lo que nos dejaron, estos repartos ya no tienen el gentío de hasta 500 invitados de los tiempos de don Juan Carlos que pasará con quien todos sabemos un fin de año al sol que más le calienta. Larga vida a S.M. Y no diré más.

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