Hemos pasado de la misa en latín y de espaldas a los feligreses a la liturgia con guitarras y en el idioma del pueblo.

Lo hizo. Siempre nos lo ha dicho y en algo había que creerle. Haría “todo” lo necesario para rebajar el déficit.

Una vez que vio las aguas abiertas, Mas se puso al frente del pueblo elegido para atravesarlas hasta la tierra de promisión en la que el maná acabaría con penurias, recortes e impuestos.

Camina sin alma. Camina sobre la tierra desolada que el apocalipsis de los financieros desbocados y los políticos amordazados están dejando en nuestra tierra.

No es nuevo sino casi una constante. Una extraña fuerza impele a las personas que eligen ciertas actividades voluntariamente a querer convertirse en otra cosa.

El riesgo es demasiado grande cuando se juntan los negocios, el amiguismo, el afán de lucro, la falta de escrúpulos, aún más falta de seriedad y, como mínimo, un afán de ponerse de perfil ante las responsabilidades.

El Estado de Bienestar, que parecía, se derrumba: el PSOE solo tiene que volver a coger esa bandera.

Los electores no yerran, solo eligen las opciones que sirven a su interés. Incluso los que se quedan en casa.