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04 / 10 / 2017 Alfonso Guerra
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“No quieren reconocer que el problema político de Cataluña es el nacionalismo, que son los nacionalistas quienes vienen haciendo trampas hace muchos años”.

El Parlament durante el pleno del debate y la votación de la ley del referéndum. Foto: Marta Pérez/EFE

Cuando escribo este artículo los acontecimientos en Cataluña se están acelerando. Puede ocurrir que algunas de las manifestaciones que hago aquí hayan quedado rebasadas cuando el texto vea la luz. Si así fuera, tiempo habrá de hacer las precisiones necesarias. Sorprende la pasividad con que el conjunto de la sociedad está contemplando la puesta en práctica de un golpe de Estado en Cataluña. Los precedentes son bien diferentes. En 1981, cuando aquel 23 de febrero los golpistas intentaron subvertir la democracia, España entera se lanzó a la calle a reivindicar el derecho a la convivencia. Ahora la actuación de Puigdemont, Junqueras y otros émulos de Tejero y Milans del Bosch no han tenido una respuesta semejante. Diferente fue también lo que ocurrió en 1934 cuando Companys proclamó el Estat catalá. Las autoridades reaccionaron deteniendo al máximo responsable de aquel acto antidemocrático. Hoy no, hoy parece que la sociedad, el Gobierno, los partidos y algunos medios están anestesiados, no reaccionan, se refugian en dos búnkeres, el diálogo y el problema político catalán.

Cuando lo que está en juego es la paz civil, la convivencia, la democracia, no caben posiciones tibias, no es aceptable la posición de perfil. En la última novela de Paul Auster una joven, ante los ataques de los segregacionistas que han hecho explotar una bomba que ha matado a cuatro niñas negras en la guerra racial de los Estados sureños, dice: “Es nuestro país y no podemos permitir que nos lo quiten esos cabrones”. Sustituya usted la última palabra por la que considere más idónea (yo elijo “esos ladrones”), pero la expresión es acertada ante la rebelión frente a las leyes de los separatistas catalanes. Hay, es cierto, muchos se manifiestan contra el golpe a la democracia de los nacionalistas, pero algunos lo hacen con coartadas, como la de que en todo caso existe un problema político en Cataluña que habrá que resolver.

¿No les suena el argumento muy repetido en la época en que ETA pretendía poner contra las cuerdas al sistema democrático con sus crímenes? El momento más difícil fue el de la presentación del Plan Ibarretxe. ¿Cómo se resolvió? El Estado dijo no a aquel plan, no se le dio el pase al debate en la Comisión Constitucional. Después el equipo nacionalista vasco fue sustituido por otro que ha tomado una senda de negociación y entendimiento, olvidando la aventura del Estado libre asociado. Con Cataluña se actuó de manera contraria, se llevó el debate del manifiestamente inconstitucional proyecto de Estatuto a la Comisión Constitucional.

Allí se hizo un gran esfuerzo para resolver todo lo que era incompatible con la Constitución, pero no se quisieron abordar algunos artículos inconstitucionales, se admitieron y después el Tribunal Constitucional los declaró parcialmente inconstitucionales. Pero antes de la sentencia del Tribunal Constitucional ya se había convocado una manifestación contra ese tribunal por los nacionalistas y sus adláteres, presidida por un socialista.

Mientras tanto, el nacionalismo utilizó con inteligencia y ausencia total de ética los instrumentos que tenía a su disposición: la escuela, los medios de comunicación (especialmente TV3) y el dinero público para financiar asociaciones hispanófobas. Un adoctrinamiento sistemático, día tras día durante años, ha logrado una masa de descontentos alimentados por graves mentiras dirigidas a conseguir la manoseada desafección. Es de manual, pero hay dirigentes políticos, mediáticos y empresariales que no lo quieren ver. Baste un ejemplo que podríamos considerar paradigmático de la posición de perfil que adoptan algunos.

El presidente de los empresarios, utilizando la cantinela de la desafección y el problema político catalán, ha llegado a decir que entre “la total sumisión y la independencia” hay espacio para el acuerdo. Para el jefe de los empresarios la actual situación de Cataluña es de “total sumisión” al Estado, al Gobierno. Acaso no sabe que Cataluña cuenta con un Parlamento, que tiene un Gobierno, Policía propia, tres canales de televisión, dirige la educación desde la infantil a la universitaria, gestiona la sanidad, aplica la política lingüística que ellos han decidido, cuenta con unos recursos económicos cuantiosos... ¿Es razonable calificar tal situación de “total sumisión”? ¿Es que algunos son ciegos, sordos, torpes?

No, es que no quieren reconocer que el problema político de Cataluña es el nacionalismo, que son los nacionalistas en su insaciable afán del control del poder quienes vienen haciendo trampas desde hace muchos años y ahora desembocan en un golpe de Estado, ante lo que solo existe una posición ética, oponerse con todos los instrumentos que proporciona la democracia y la Constitución.

Con harta frecuencia oímos declaraciones sobre el intento de golpe de Estado de los nacionalistas catalanes apelando a la responsabilidad de Mariano Rajoy, él es el fabricante de independentistas, dicen. Además de un argumento ridículo es signo de cobardía. Rajoy es merecedor de muchas críticas, pero cuando un grupo nacionalista pretende la destrucción del país no es hora de apuntar a otros.

El manifiesto publicado por los profesores universitarios acierta plenamente al exigir al Gobierno que use la fuerza legítima del Estado contra quien pone en riesgo la convivencia, la paz civil, la democracia. No es aceptable la pusilanimidad de algunos que se oponen a cualquier medida coercitiva contra los que violan las leyes. ¿Hubieran aceptado que no se detuvieran a Tejero, Milans del Bosch, Armada? No son demócratas los que califican de presos políticos a los autores de un golpe de Estado contra la democracia.

El Gobierno, a mi parecer, terminará aplicando el artículo 155 de la Constitución, redactado precisamente para circunstancias como la que estamos viviendo, y aprobado por unanimidad, con la complacencia de los nacionalistas.¿Qué clase de demócratas han aparecido en España que apoyan la Constitución menos el artículo 155?

Cuando lo que está en riesgo es la libertad y la democracia no valen distracciones con asuntos menores, por muy importantes que estos sean. Por ello no puede comprenderse que un partido con una historia gloriosa como el PSOE pueda negar su apoyo al Gobierno, a los jueces y a los fiscales en su lucha contra un golpe de Estado que puede acabar con nuestro país. Escudarse en el oportunismo del partido proponente de la moción o en su actitud respecto de una propuesta propia no es aval para no estar en el lugar que le exigen sus principios. No se puede seguir de perfil.

El tiempo de ponerse de perfil se ha agotado. Estamos ante un momento crucial, una manada de lobos y un rebaño de borregos quieren destruir el país al que queremos. No podemos permitirlo, no es hora de situarse entre dos posiciones, dejen para más adelante la critica a la actuación del Gobierno, ahora comprométanse con la salvaguardia de la democracia. Los diputados, y sobre todo los senadores, deben saber que no es hora de críticas accesorias, por importantes que sean, sino de unidad contra el separatismo falsario. Es probable que el Gobierno no tenga más salida para parar el golpe a la democracia que acudir al artículo 155 de la Constitución Española. Sabemos que el partido del Gobierno cuenta con la mayoría absoluta en el Senado que exige la Constitución, pero todos los demócratas tienen el deber ético y político de comprometerse contra el golpe de Estado del nacionalismo catalán. Nada de ponerse de perfil.

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Golpe de Estado. El teniente coronel Antonio Tejero irrumpe pistola en mano en el Congreso de los Diputados el 23 de febrero de 1981. Foto: EFE

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