Trump convalida a la ultraderecha europea

23 / 11 / 2016 Agustín Valladolid
  • Valoración
  • Actualmente 5 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
  • Tu valoración
  • Actualmente 5 de 5 Estrellas.
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
¡Gracias!

Para desconsuelo de la izquierda, la canciller Angela Merkel se convierte en el principal foco de resistencia.

En otro tiempo, cualquiera de las barbaridades dichas por Donald Trump en los últimos meses habría bastado para descartarle de la carrera hacia la Casa Blanca. Sus afirmaciones racistas, misóginas, su defensa de la práctica de la tortura, su tosca colección de mentiras de patas cortas pero eficaces... Hasta no hace mucho, uno solo de estos dislates hubiera arrojado a Trump a la alcantarilla de la historia electoral norteamericana. Y sin embargo, ha ganado. Va a convertirse en el 45 presidente de los Estados Unidos.

Nos pasaremos meses analizando los porqués de un resultado sobre el que nadie previno en serio cuando tocaba hacerlo; ni al principio, a la hora de elegir el candidato republicano, ni al final, al lanzarse el esprint del proceso de elección, es decir, la campaña como tal. Miedo, globalización, inmigrantes, desempleo, deslocalización, élite y algún que otro término suplementario formarán parte del catálogo de los más usados para explicar lo aparentemente inexplicable. Sin olvidarnos de un fenómeno tan llamativo como contradictorio: el efecto bumerán que provoca la sobreabundancia de información.

Hace dos o tres décadas, la verificación de las patrañas del magnate norteamericano habría sido más dificultosa, pero mucho más eficaz para los intereses de los demócratas. El descubrimiento y publicación de un embuste precocinado, al objeto de dañar las expectativas del contrincante, de seguro hubiera bastado para poner fin a la carrera política de quien osara utilizar semejantes artimañas. Por el contrario, a Donald John Trump el descubrimiento de sus opiniones ultramachistas, o de sus montajes insidiosos –como el que pretendía hacer creer que Obama no había nacido en EEUU–, lejos de hundirle en el escalón más bajo de las encuestas, le ha reportado grandes dividendos electorales.

Esta podría ser una primera conclusión –todavía no académica– a extraer tras el inopinado desenlace: la sobreinformación produce monstruos. Uno de los aciertos de Trump y sus asesores ha sido la elaboración diaria de su propia síntesis informativa. Con un lenguaje hosco y directo, el equipo del candidato empaquetaba para la masa los mensajes que esta quería escuchar y ver por boca del millonario neoyorquino. Mientras los editoriales del New York Times o el Post los leían poco más que unas decenas de miles de antagonistas, en las redes sociales las consignas del trumpismo circulaban a la velocidad de la luz y llegaban a millones de personas.

 

Vieja y nueva izquierda

Por lo demás, la técnica empleada por el ganador sugiere una segunda lectura, también preocupante, más relacionada con las consecuencias del sobresalto que con el diagnóstico: la victoria de Trump incrementa exponencialmente las esperanzas de todos los que en el mundo han descubierto las enormes ventajas de aplicar la metodología populista para conquistar el poder. En especial, como dice un buen amigo y mejor observador, de aquellos que, a derecha e izquierda, se tienen por muy superiores en conocimientos y/o potencial económico al estrafalario multimillonario norteamericano.

Dicho más por lo derecho: el triunfo de Trump es el mejor regalo que podían esperar los populistas del globo, en especial los radicados en países emergentes o con escasa cultura democrática; el mejor reclamo para aventureros, trastornados o, peor aún, otros magnates a los que su colega norteamericano les ha señalado el camino para convertir sus países en laboratorios en los que ensayar este nuevo cesarismo. En clave europea, Trump supone la convalidación de la ultraderecha por parte de una de las democracias más respetadas del planeta.

“El principio de un nuevo mundo”. Así ha calificado Marine Le Pen el triunfo de Donald Trump, lo que, en consonancia con el programa electoral del Frente Nacional, compartido por otros partidos hermanos del continente, significa la recuperación de las fronteras, el retroceso de competencias cedidas a Bruselas, la defensa de las civilizaciones nacionales frente a los males del multiculturalismo... La derecha radical sale reforzada, los contrapesos pierden fuelle y la paradoja es que el único freno de mediana eficacia ante la presumible expansión del trumpismo en la UE se llama Angela Merkel.

El imprevisto éxito del millonario pone en valor el liderazgo europeo de la canciller. Alemania, con el próximo nombramiento de un presidente socialdemócrata, se convierte en eje de la resistencia. Hollande, Renzi o el portugués Costa bastante tienen con aguantar el tipo en sus países. Con la izquierda tradicional apenas se puede contar, y la llamada nueva izquierda sigue sin ser un instrumento útil, ya sea por su nulo margen de maniobra (Tsipras), o por su empeño en alejarse de la transversalidad social (Pablo Iglesias).

Grupo Zeta Nexica