Sobre lo urgente y lo importante

05 / 04 / 2017 Agustín Valladolid
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Una de las responsabilidades inmediatas del PSOE es condicionar, en clave social, la política económica de los próximos años.

El 26 de marzo, día de Santa Máxima, los exsecretarios generales del PSOE vivos concelebraron el acto de proclamación de Susana Díaz como candidata a la sede vacante. Solo faltó Joaquín Almunia, que anda hace tiempo empeñado en que los demás obviemos que él también fue secretario general de ese partido. Con el paso adelante de Díaz, los socialistas ya han hecho lo más urgente. Ahora les falta identificar lo importante. Me refiero a la militancia, que es la que va a dibujar con su voto el futuro, decidiendo si quiere un partido confortable, acogedor, ideológicamente coherente, aunque electoralmente poco competitivo, o, por el contrario, se inclina por un PSOE evolucionado, más pragmático, que intente de nuevo ser el partido que más se parezca a una España que cada día tiene menos que ver con aquella de la Transición.

No es descartable que los militantes socialistas que acudan a votar el 21 de mayo se extravíen en esa vieja dualidad: lo urgente frente a lo importante, lo coherente frente a lo necesario, lo táctico contra lo estratégico. Y no es descartable porque los militantes socialistas no son muy distintos del común de los mortales, y reciben a diario los mismos inputs que estos. A saber: una sistemática exacerbación de lo accesorio en los medios de mayor impacto social; y una insoportable y deformadora simplificación de la realidad. Ya me ocuparé de esto. De momento, y para incidir en el momento crítico por el que atraviesa el PSOE, conviene recordar aquello que repetía sin descanso Ramón Rubial referido a que un partido político es un instrumento al servicio de los ciudadanos, y no una herramienta para satisfacer ambiciones personales. No digo más. Por ahora.

Sí me parece oportuno advertir del peligro que acarrea que el temor a que el mensaje tirando a vacuo pero bien empaquetado de Pedro Sánchez cale más allá de lo esperado y condicione las posiciones del PSOE en los asuntos importantes. Cuento un episodio para aclarar el aviso. Un destacado dirigente socialista me decía hace pocos días que en el voto del Grupo Parlamentario Socialista contra la aplicación de la sentencia de la UE que exige la liberalización de la estiba, pesó, y mucho, la certeza de que un nuevo alineamiento de su partido con el Gobierno del PP iba a ser convenientemente aprovechado por Sánchez. Es decir, para no dar argumentos al enemigo interior (argumentos por otro lado envenenados), se castiga el prestigio del país y el bolsillo de los contribuyentes, que tendremos que abonar una multa diaria de 134.000 euros por el incumplimiento de la orden comunitaria.

Así que parece razonable la decisión de aparcar lo importante y esperar a que los socialistas se aclaren. “Estamos de recreo hasta finales de mayo. Después se verá, y lo que pase con los Presupuestos será determinante para la decisión que tome Rajoy sobre la duración de la legislatura. La voluntad es agotarla. En eso el presidente es completamente sincero. Pero con 137 diputados no solo depende de nosotros”. Quien así se expresa es un miembro del Comité Ejecutivo del PP, consciente de que necesitan al PSOE para abordar los grandes asuntos nacionales, pero también de que el reloj está parado hasta el 21 de mayo.

El show de Truman

Recordaba hace unos días Víctor Lapuente en El País, que la OCDE, en su último informe sobre España, junto a algunas palmaditas en la espalda, nos sacaba los colores por no estar haciendo nada para frenar un fenómeno que la crisis ha intensificado de forma alarmante y que puede ocasionar a largo plazo graves problemas, también de convivencia: la creciente fisura entre los considerados pobres y los que no lo son. Tras Grecia e Italia, recordaba Lapuente, somos el país donde el 10% más pobre recibe menos del 5% de las transferencias sociales, y el 10% más rico recibe el 20% de esas transferencias. “Robin Hood, pero al revés”, definía con acierto este desequilibrio el profesor de Ciencia Política.

La pregunta que, en clave política, tales datos sugieren, es la siguiente: con un Gobierno conservador en el poder, ¿qué partido político está en condiciones, incluso obligado, a aprovechar la debilidad parlamentaria del PP para forzar correcciones que reviertan esa tendencia desbocada hacia una profunda sima de desigualdad? La respuesta es tan sencilla como, a día de hoy, incierta. Porque, descartado un Podemos más cerca del monte que del huerto de cualquier acuerdo, y dadas las limitaciones aritméticas de Ciudadanos, es el PSOE el único con capacidad real de condicionar en clave social la política económica de los próximos años y, de paso, recuperar la credibilidad perdida demostrando que los populismos que proclaman el mundo feliz de El show de Truman, sin entornos correctores ni contrapesos, no son la solución. Se llamen Iglesias, Sánchez o Puigdemont.

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