PSOE, el fondo de la pelea

02 / 11 / 2016 Agustín Valladolid
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El partido se la juega en la batalla entre los que defienden una idea de España y los abducidos por localismos disgregadores.

Tras el Comité Federal en el que el PSOE decidió por mayoría cualificada facilitar un Gobierno del PP, poniendo así fin a un extenuante periodo de bloqueo e inacción institucional, las dos preguntas principales son estas: 1) ¿Aguantarán el tipo los socialistas o la que algunos han llamado “abstención vergonzante” se los acabará llevando por delante?; 2) ¿Será esta una legislatura larga o corta?

Para aventurar con cierta base argumental una contestación a ambas preguntas, detengámonos antes en lo que unos y otros defendieron el domingo 23 de octubre en la sede federal del Partido Socialista. Empecemos por los defensores del No. Descartando la retórica, a estos efectos vacua, sobre la derecha corrupta e insensible, las principales ideas de los instalados en el “no es no” hacían referencia a dos cuestiones: la coherencia con las decisiones del propio Comité Federal, que en dos ocasiones anteriores decidió que no se permitiría a Rajoy formar Gobierno; y la certeza de que en la primavera de 2017 se repetirán elecciones, por lo que el “sacrificio” del PSOE será inútil y muy perjudicial para sus intereses, ya que, como consecuencia del desgaste provocado por la abstención, el batacazo electoral será aún mayor.

De entrada, habría que matizar lo de la teórica incoherencia. Es verdad que en dos reuniones previas del Comité Federal se aprobó impedir un Gobierno del PP. Pero también se recalcó que en ningún caso la dirección socialista debía buscar una alternativa a Rajoy que se apoyara en los independentistas y que unas nuevas elecciones debieran ser la “última opción, porque supondrían un fracaso colectivo”. Podría decirse, de hecho se dijo, que a Pedro Sánchez se le ponía en un callejón sin salida, pero fue él quien se encerró en el calabozo y escondió la llave con su “qué parte del no no ha entendido, señor Rajoy”. Lo que hicieron los comités anteriores al que provocó la dimisión de Sánchez fue ser leales a su secretario general, aun sabiendo que eran convocados para convalidar la estrategia personal de su líder, y evitar así el enfrentamiento en la creencia de que, como Sánchez anunció en su día a Felipe González y a otros, se acabaría permitiendo un Ejecutivo popular con condiciones.

El PSOE genuino

Por otro lado, es cierto que en el texto de los sanchistas además se habla de Cataluña, de los Presupuestos Generales del Estado (dando por buena la tesis de que el PSOE no podrá apoyarlos, como si se renunciara de antemano a mitigar los efectos de la ley más importante de cada ejercicio en las clases medias y bajas) y de otras cuestiones ajenas al caos socialista. Pero son los asuntos relacionados con los intereses particulares y partidarios los que mayoritariamente se plasman en el argumentario y el espíritu del texto votado por los 96 miembros del Federal que se alinearon contra la abstención. Como si no existieran márgenes para, desde el lugar privilegiado de primer partido de la oposición, condicionar la política de un Gobierno en minoría. La otra parte, la “vergonzante”, hablaba de “erosión” de la política ante la ciudadanía; de desbloquear el “funcionamiento normal de las instituciones”; de que “las conveniencias tácticas de los partidos no pueden imponerse a la expresión de la soberanía popular”; de que “nadie tiene derecho a obligar a los ciudadanos a votar por tercera vez por el hecho de que las dos anteriores no hayan satisfecho sus expectativas”; de la necesidad y la urgencia de dar “una respuesta eficaz desde el Estado al desafío secesionista”. Los argumentos de España frente a los del PSOE. Puede sonar fatuo, pero ese es el resumen de lo ocurrido el domingo 23, festividad, entre otros, del beato Juan Bono de Mantua. Para responder, por tanto, a la primera de las incógnitas, conviene saber cuál de los dos sectores representa al PSOE genuino: si los fieles y coherentes adalides del No –cada vez más insignificantes en sus territorios; los que se sacaron de la manga la abstención técnica de 11 diputados, a elegir por supuesto entre andaluces y extremeños–, o los que han asumido el coste de aparecer como los grandes traidores, pero que aguantan el tipo en sus circunscripciones e, incluso, ganan elecciones y gobiernan; si los que ponen por delante los intereses del PSOE o los de España; si los condicionados por localismos dispersos y a veces antitéticos, o los que siguen anteponiendo a estos los intereses de todo el país.

Esta es la pelea de fondo que el PSOE ha destapado y en la que se juega su futuro. Por el momento, lo que al PSOE le interesa es una legislatura larga, con tiempo por delante para demostrar que se puede condicionar la política de la derecha desde el Parlamento, marcando distancias con un Podemos echado al monte. Al PP también debiera interesarle poner de manifiesto que es posible hacer política para los ciudadanos desde una colaboración constructiva y muy alejada tanto del ordeno y mando de pasadas mayorías absolutas, como de la táctica derrotista de incendiar la calle a las primeras de cambio. Veremos.

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