La prueba de fuego de Sáenz de Santamaría

16 / 11 / 2016 Agustín Valladolid
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Para la vicepresidenta, el expediente catalán puede ser el final del trayecto o la confirmación de una carrera imparable.

Mientras medio mundo contenía el aliento a la espera de los resultados de las elecciones de EEUU y el otro medio hacía vudú a Hillary Clinton para que Donald Trump fuera el elegido y a Estados Unidos se le escaparan a chorros ingentes dosis de credibilidad, aquí, en la piel de toro, aún andábamos construyendo las más variopintas interpretaciones sobre la composición del nuevo Gobierno. De las múltiples lecturas conocidas, algunas de las cuales degradaban notablemente la calidad de la discusión, la conclusión más compartida es que Mariano Rajoy había vuelto a ejercer de Mariano Rajoy, a sujetar los impulsos de los demás, no los suyos, porque, en clave estrictamente política, carece de ellos. Para el presidente, toda renovación que incorpore alguna modalidad de sobresalto no es computable.

Rajoy siempre ha dicho que es un político previsible. Pero esta vez, a la vista de la aparente complejidad de la legislatura que acaba de arrancar, había cierta expectativa de que mutaran las viejas costumbres. No ha sido así, al menos en lo que se refiere a las caras, a la foto de familia, en la que apenas hay cambios que hayan contribuido a la fabricación de buenos titulares. Lo que no impide reconocer que alguna sorpresa ha habido, si entendemos por tal el nombramiento inesperado. Y en este segmento, el de lo inesperado, sí conviene seguir con atención al elegido, en tanto que diríase seleccionado para ser uno de los caballos competidores en la carrera de la sucesión.

Para aquellos que dicen conocer al gallego, en la composición del Ejecutivo, el Rajoy 2, hay varias claves de medio y largo recorrido que se vinculan al proceso hereditario que ahora comienza. La primera es que, en la modulación combinada de tiempos y atributos que hace Rajoy, los jóvenes no tienen garantizado el cielo por el hecho de ser jóvenes. No vale salir todos los días en los medios de comunicación, abominando de la corrupción en el PP, para entrar en el Sancta Sanctorum. Hay que madurar, mojarse más, pelear el espacio en los momentos difíciles, no siempre a favor de la corriente. Los Casado, Levy o Semper todavía tendrán que remar. El poder omnímodo del number one ha frenado sus ansias. Son otros los que en esta enrevesada coyuntura están llamados a competir.

 

Los planes B

Si algo ha quedado claro es que el presidente del Gobierno y del PP ha situado en primera línea de fuego a la vicepresidenta. A Soraya Sáenz de Santamaría le ha tocado en suerte el Victorino más bravo. Ya es dueña y señora del expediente catalán. No se le va a exigir ortodoxia en ninguna de las suertes, pero sí eficacia en la resolución de la faena. Cataluña puede ser el final o la confirmación de una carrera política hasta ahora imparable. Si maneja el toro con habilidad y sabiduría, saldrá a hombros, no habrá competencia posible, nadie podrá discutirle el derecho a ser coronada como la heredera natural. Si la vicepresidenta amansa la fiera, la operación Soraya no tendrá marcha atrás. Si fracasa, dejar paso será inevitable. Se activará entonces el plan B. O uno de los posibles. Porque, hoy por hoy, y aunque más allá de la prueba a la que ha accedido someterse la vice no hay nada cerrado, la habilidad de Rajoy ha consistido en abrir el campo de juego a otros contrincantes. El tiempo dirá quién es el ganador, pero la suerte del Partido Popular es que, a pesar de los efectos de la corrupción vinculada a sus siglas, ha sabido generar banquillo.

En este punto, los rivales de Sáenz de Santamaría no están todavía definidos, pero sí sugeridos. Hay varios, y varias, pero el que no estaba previsto, la sorpresa mayor del nuevo gabinete ministerial, por lo que se intuye de segunda lectura más que por el puesto asignado, es el de Íñigo de la Serna. Joven, como la vicepresidenta (45 años ambos), ingeniero de caminos, magnífico gestor, a juicio de quienes han tenido la ocasión de testarlo. De la Serna, cuya carrera política se ha construido en un lugar donde la corrupción apenas ha hecho acto de presencia, tendrá que lidiar con un ministerio complicado, un macroministerio en el que, a golpe de inversión, se hace política de verdad. Será otro de los que van a ser puestos a prueba, el posible mirlo blanco del que habrá que echar mano si fracasan otras tentativas.

Por lo demás, hay que reseñar que María Dolores de Cospedal todavía no se da por vencida. Sabe que no puede compaginar la secretaría general del PP con el Ministerio de Defensa, pero ha elegido una cartera que no desgasta a su titular y cuyo atractivo mediático es proporcional a las habilidades del ministro o ministra de turno. Véase si no el brillo que le dio José Bono en contraste con el anodino papel de Pedro Morenés. Cospedal, ministra de Estado, pasa a ocupar un lugar de privilegio en la interlocución con Felipe VI. Además, el frente Cospedal-Zoido se convierte en un contrapeso ideado por Mariano Rajoy para equilibrar el poder “informativo” del sorayismo. Así que lo dicho: todo está atado, pero nada todavía decidido. Rajoy en estado puro.

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