La guerra (ya cruenta) entre Iglesias y Errejón

21 / 12 / 2016 Agustín Valladolid
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El desacuerdo entre ambos dirigentes va mucho más allá del método y presagia un Podemos partido en dos.

A simple vista, la pelea entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón parece eso, una pelea, incruenta pero pelea, y sin embargo es más una maniobra de autodefensa del segundo ante la ofensiva del primero, decidido a eliminar adversarios y hacerse con el control absoluto del partido. En un corto espacio de tiempo, Errejón le ganó la partida al jefecito en dos territorios delicados. Dos derrotas que para Iglesias fueron dos afrentas. La primera, el fracaso del pacto electoral con la Izquierda Unida de Alberto Garzón (no confundir con Izquierda Unida), desaconsejado en público y en privado por Errejón, y que provocó la pérdida de un millón de votos en junio de 2016 respecto al resultado que obtuvieron Podemos e IU por separado en diciembre de 2015; además de dinamitar definitivamente a Izquierda Unida, asunto no menor.

La segunda ocasión de especial trascendencia en la que Iglesias ha visto seriamente comprometida su autoridad fue en las primarias para elegir a la dirección de Podemos en Madrid. Íñigo, “uno de los tipos con más talento y brillantez que he conocido” (Iglesias dixit), le ganó la partida en el debate de las ideas, separado del de las caras, y lo hizo por goleada, en nueve de los diez documentos que se contraponían y que fueron votados en un proceso sin tacha democrática en el que participaron 11.600 personas. La candidatura errejonista, Adelante Podemos, encabezada por Rita Maestre, barrió en el terreno de las propuestas a la pablista. Luego, en el pulso por los nombres, el candidato de Iglesias, Ramón Espinar, superó por escaso margen a Maestre tras el toque a rebato del aparato de la organización morada, que movilizó a todos los fieles para evitar el desastre.

Madrid fue para Pablo Iglesias la gota que colmó el vaso. Un toque de atención definitivo que ha marcado su estrategia, hasta el punto de retorcer el sagrado argumento de que el proyecto está por encima de las personas. Ahora, el orden de los factores ya no es el que era. Iglesias, con su intento de imponer la votación conjunta de programas y personas en el próximo cónclave de la formación, se apunta por la puerta de atrás al discurso del “o yo o el caos”, a la metodología del blindaje de la denostada “vieja política”. Actitud sin duda chocante, pero también comprensible.

 

No es lo que parecía

Iglesias no puede arriesgarse a que vuelva a repetirse el episodio de Madrid; a que Errejón le doble el pulso en la discusión esencial, la que tiene que ver con la estrategia política, con el camino que Podemos debería seguir para fortalecerse como alternativa real de la izquierda. Tiene lógica la argumentación de Iglesias que le lleva a proclamar su nula disposición a convertirse en un secretario general de paja, que es en lo que mudaría si sus tesis, confrontadas a las de Errejón, no convencieran a la mayoría. De ahí su posición inflexible: sabe que si cede ante su “amigo” Íñigo puede pagar un precio muy alto; y que el acuerdo es casi imposible, salvo que Errejón decida sacrificarse por la causa, hipótesis no descartable pero improbable, porque el número dos tiene una gran capacidad de arrastre, también fuera de los muros de Podemos –factor que no conviene desdeñar– y, hasta la fecha, ha demostrado ser mucho mejor estratega que su jefe.

Todo eso lo sabe Iglesias, que ha dado el visto bueno a la operación para frenar a Errejón y los errejonistas. Uno y otro, Pablo e Íñigo o Íñigo y Pablo, mantienen más o menos las formas en público, incluso se hacen carantoñas retóricas cada vez que intercambian mensajes en las redes sociales; pero de puertas adentro, la guerra ya empieza a ser cruenta. Los adjetivos sobre Errejón y los suyos por parte del sector oficial hace tiempo que superaron lo estéticamente aceptable. Y lo peor: no parece que haya la menor intención de cerrar las heridas abiertas. ¿Cómo hemos podido llegar a esto?, se estarán preguntando algunos. Sencillo: Podemos no es lo que parecía, una propuesta política uniforme, sino un magma que aún debe definir sus verdaderos márgenes, a través de un proceso que debiera concluir con una definición programática realista, y con líderes capaces de aparcar vacuas oratorias y asumir valores no excluyentes en los que se puedan sentir cómodos muchos más españoles. Y es precisamente esta, la decisión sobre lo que Podemos quiere ser cuando sea mayor, la madre del cordero, la manzana de la discordia que ha acabado por enfrentar casi brutalmente a Iglesias y Errejón. Por lo que vemos y sabemos, es evidente que en las formas no están de acuerdo; pero tampoco en el fondo. Iglesias quiere pasar por encima del PSOE para después liquidarlo y recoger los restos; Errejón, modular el discurso para hacerlo más digestible, confluir con los socialistas y darle una nueva oportunidad a la izquierda. Ni parecido. Dos posiciones de imposible conciliación. Podemos le regala una nueva oportunidad al PSOE. Conviene estar atentos. 

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