El día después del 1-O y la responsabilidad de la izquierda

29 / 09 / 2017 Agustín Valladolid
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La izquierda tampoco ha hecho lo que le tocaba, ayudando a desmontar el discurso insolidario de las élites independentistas.

Asamblea extraordinaria de Podemos en Zaragoza el pasado día 24. Foto: Toni Galán/EFE

Uno de los mantras más utilizados en estos años por los partidarios de la independencia de Cataluña ha sido el de la excesiva contribución de esta a la caja común.

“Seríamos mucho más ricos fuera de España”, han venido repitiendo por tierra, mar y aire, consiguiendo que el muy discutible argumento calara en amplias capas de la sociedad. El secesionismo ha deformado la historia, ha incubado un sentimiento de rechazo a todo lo español en las escuelas, ha desdeñado sus propias leyes para forzar la reacción antipática y contundente del Estado, ha subvertido la neutralidad de las instituciones catalanas y ha arrinconado, con esa sutil violencia no verbal que se aplica al discrepante, a más de la mitad de la población catalana. Todo eso, y más cosas, ha hecho el independentismo sin que se haya producido hasta anteayer reacción eficaz de la contraparte. Pero lo que no debiéramos olvidar nunca es que el elemento que en mayor medida ha cohesionado al secesionismo, por encima de los sentimientos a los que tanto recurren ahora los Oriol Junqueras y compañía, ha sido el económico.

El “España nos roba”, activado por el pujolismo mientras eran sus principales intérpretes los que mangaban a manos llenas, ha sido el eje principal del relato independentista. Todo lo que luego nos ha pasado se entiende mucho mejor si tenemos en cuenta los efectos demoledores de aquel eslogan. Efectos que solo mucho después de haber penetrado de forma irreversible en la opinión pública catalana empezaron a ser discutidos. El vicepresidente Junqueras se pasó años asegurando en privado y ante nutridos públicos, incluidos los eurodiputados, esa mentira desmontada después sin dificultad, pero tarde, que tasaba en más de 16.000 millones de euros el déficit fiscal de Cataluña.

El catalán esforzado que sacrifica un más alto nivel de vida para pagar con sus impuestos el subsidio de desempleo del holgazán andaluz o extremeño, ha sido, en el fondo, la idea fuerza del apostolado que puso en marcha hace años el independentismo y que con tanto éxito se ha encargado de redondear Junqueras, el “sentimental”.

De Podemos al PSOE

La insolidaridad siempre ha estado ahí, disfrazada, rebautizada como justicia redistributiva por la propaganda oficial. Camuflada por la apisonadora frentista del secesionismo, por el pulso antidemocrático al Estado, por la falsa épica, edificada con dinero público, que ampara al débil frente al fuerte. Esto siempre fue un problema de dinero, y el gran éxito del independentismo es hacer creer a muchos que la causa es otra, que esto va de democracia y no de élites, de derechos y no de privilegios, de libertad y no de impunidad.

Siempre ha ido de dinero, y por eso no acaban de entenderse cabalmente las posiciones adoptadas por esa que se autoproclama la verdadera izquierda, que no es que se haya demostrado incapaz de oponer un relato alternativo al insolidario de las élites catalanas, sino que se muestra comprensiva con las posiciones supremacistas y excluyentes del independentismo.

No será fácil que, fuera de Cataluña, los votantes menos ideologizados de Podemos en Andalucía, Castilla, Valencia o Extremadura, que son muchos, entiendan el discurso contemplativo de Pablo Iglesias cuando tiene fijada en la nuca la mirada de Ada Colau. No parece muy coherente hablar en Madrid de explotación, de empleo precario y corrupción, mientras esos conceptos apenas tienen sitio en el discurso reivindicativo del líder de Podemos cuando la tribuna está en Barcelona.

El Podemos de Iglesias se consolida como una confederación de partidos sin criterio homogéneo que acomoda su discurso a las exigencias del localismo de turno y se aleja así de la posibilidad de convertirse algún día en alternativa moderna y fiable. Más aún, la estrategia disgregadora de Iglesias ofrece al PSOE de Pedro Sánchez una nueva oportunidad de reubicarse sin dramatismos en una centralidad política que los socialistas habían abandonado. Sería muy bueno para ellos y para el país, porque de cómo gestione el PSOE el post referéndum va a depender buena parte de su futuro. 

PSOE

El núcleo duro de Sánchez

Cuatro meses después de elegir dirección, Pedro Sánchez medita realizar algunos cambios en su núcleo duro. Sopesa, por ejemplo, que la vicesecretaria general, Adriana Lastra, sea la candidata en Asturias en las próximas elecciones autonómicas. También se ha planteado internamente relevar al portavoz, Óscar Puente. En cambio, Sánchez, a pesar de ciertos roces, mantiene la confianza en la portavoz parlamentaria, Margarita Robles.

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