Cataluña: el Estado, al rescate

26 / 04 / 2017 Agustín Valladolid
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¡Gracias!

Tanto republicanos como exconvergentes necesitan echar mano del “Estado opresor” para esquivar su fracaso.

Me lo habían avisado y se va cumpliendo pasito a pasito: la operación para desmontar el procés será complicada, saltarán chispas entre los socios de Gobierno, y será Oriol Junqueras el que haga el planteamiento aparentemente más prorreferéndum cuando en la realidad ya lo da por no celebrado y su objetivo es evitar la inhabilitación e ir a unas elecciones autonómicas en las que ERC confirme su supremacía y él acabe sentado en el despacho principal de la plaza de San Jaume.

El estruendoso fracaso de las gestiones llevadas a cabo por el independentismo en el frente internacional ha sido el factor determinante para desistir, al menos de momento, de una iniciativa disparatada por cuanto se ha querido activar en medio de una coyuntura muy poco proclive a nuevas aventuras. En medio de una explosión del populismo que le ha metido el miedo en el cuerpo a la vieja Europa y cuya expresión más inquietante no ha sido el resultado de las elecciones en Holanda, en las que los conservadores de Mark Rutte frenaron por poco al ultraderechista Wilders, ni los recortes que sufre la libertad en Polonia o Hungría, sino el brexit británico.

La muy potente idea de una Cataluña rica y vigorosa fuera de España, explotada con gran determinación y habilidad en los peores tiempos de la crisis económica, ha acabado chocando con dos realidades aún más robustas: la gran resistencia del Estado español y la mirada desdeñosa e incrédula de los principales líderes mundiales, incapaces de entender cómo personas supuestamente inteligentes se embarcaban en tan imprudente e inoportuna empresa.

Como reflejan las últimas encuestas realizadas por acreditadas empresas demoscópicas, el globo del independentismo no es que se haya desinflado, que en parte también, sino que se les ha escapado a quienes lo sujetaban a dos manos, y ahora nadie quiere descubrir quién fue el primero que aflojó los dedos. O mejor dicho: nadie quiere responsabilizarse de haber aflojado el puño, y nadie quiere dar la cara para que se la rompan y decirle a los catalanes que no, que no hay respaldo, que nada se puede hacer despreciando la legalidad, que esa mercancía no la compra nadie en la Europa civilizada.

De modo que lo que se pretende es que sea el Estado el que saque las castañas del fuego a los que provocaron esta situación. Y para ello no queda más remedio que convocar el referéndum y que a continuación sea el Tribunal Constitucional el que decida su suspensión, para así poder exclamar aquello de ¡yo no he sido! y montar una nueva operación despiste en torno a la matraca del “Madrid opresor”, y sobre ella convocar a los catalanes, una vez más, a elecciones autonómicas, las “constituyentes”, en las que los partidos independentistas volverán a prometer lo imposible y competirán por convencer al respetable de que son ellos, el PDeCAT y ERC, los que la tienen más larga, la independencia.

Pero el problema es saber cómo llegamos hasta ahí. Quién o quiénes son los abajo firmantes del decreto mediante el cual se procede a convocar la consulta y las otras disposiciones administrativas necesarias para su ejecución. 

Listo Junqueras

Hace unos días Oriol Junqueras y Gabriel Rufián propusieron que ERC y PDeCAT suscribieran conjuntamente la convocatoria del referéndum. Es decir, supongo, que los miembros del Govern pertenecientes a uno y otro partido se mojaran política y jurídicamente en la convocatoria oficial. Listo Junqueras. Él sabe que entre los consejeros del PDeCAT está el (o la) que encabezará la lista de la antigua Convergència en las autonómicas. Y sabe que el PDeCAT no tiene aparente candidato alternativo si todo el Govern es inhabilitado por volver a desobedecer al TC.

Así que Junqueras cuenta con que no tendrá que firmar, con que los exconvergentes, para salvarse a sí mismos, le salvarán a él, y que de esta forma tendrá vía libre para ser seguro número uno de ERC en las elecciones autonómicas y, según los sondeos, probable futuro presidente de la Generalitat. Lo que Junqueras querría es que ya que Puigdemont ha anunciado que no será candidato, fuera el que se tragara el sapo. Pero ahí entran en juego los intereses estrictamente electorales, y el PDeCAT no puede permitirse más desgaste del ya sufrido asumiendo en solitario la erosión de un nuevo desengaño.

Pase lo que pase, la solución que finalmente pacten los hasta ahora socios, y cada día que pasa más nítidamente enemigos, que hoy componen el Gobierno de Junts pel Sí, no les va a salir gratis. Lo de que el Estado es el único malo de esta película ya no cuela como antes, y las ambiciones particulares han acabado saliendo a flote. Sabemos, saben, que el referéndum está muerto. Pero lo que todavía se desconoce es cuántos cadáveres más serán necesarios antes de dar por enterrado el procés.

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