Vendrán días peores

29 / 08 / 2017 Alfonso S. Palomares
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Las elecciones para una Constituyente sumen a Venezuela en el caos y la acercan a la guerra civil.

Maduro celebra con su mujer el resultado de las elecciones. Foto: Nathalie Sayago/EFE

La situación en Venezuela empeora cada día y no se descarta en el futuro próximo una confrontación civil con el nombre de “guerra”. Asustan ese futuro y ese nombre, pero los observadores y analistas de distinto signo lo barajan como una posibilidad.

Nicolás Maduro el primero, porque piensa que una confrontación de esa naturaleza le daría la posibilidad de eliminar a todos sus enemigos. Si no ganamos con los votos, lo haremos con las balas, dijo hace unas semanas. La convocatoria para elegir a los 545 diputados de la Asamblea Nacional Constituyente con el fin de reescribir una nueva Constitución que otorgue excepcionales poderes a Maduro se celebró en medio de barricadas, protestas, disparos, que causaron, al menos, doce muertos.

El Dios de Maduro

Todo, bajo una intensa lluvia de gases lacrimógenos y pelotas de goma. Al abrir las urnas, el primero en presentarse para votar en su colegio electoral fue el presidente Maduro que antes de introducir su papeleta en la urna dijo: “Yo soy el primero en votar. Pido hoy la bendición de Dios para que el pueblo pueda ejercer libremente su derecho al voto democrático”. Pidió la bendición de Dios, pero el cardenal Urosa Savino, arzobispo de Caracas, manifestó en su nombre y en el de todo el episcopado que la convocatoria electoral era ilegal y estaba invalidada porque no fue convocada por el pueblo. Añadió que no solo la alta jerarquía católica estaba en contra sino que también ese era el parecer de los curas que ejercían en las comunidades más humildes.

La señora Tibisay Lucena, presidenta del Comité Nacional Electoral, manifestó que había ganado la paz. Hace falta exhibir una gran dosis de ceguera y coraje para hablar de proceso para la paz cuando quedaron tendidos tantos cadáveres. Los resultados ya estaban escritos antes del recuento, o al menos eso dicen los periodistas de la Associated Press y los enviados especiales de diferentes medios. Se basan en que durante la jornada muchos colegios registraron un evidente vacío de votantes. A pesar de esa evidencia, el Gobierno declaró que habían acudido a votar 8.089.320 millones de venezolanos, mientras que la oposición cifró la afluencia a las urnas en 2.400.000 millones. La oposición no presentaba candidatos y tampoco tuvo observadores en el recuento de votos. Lo hizo todo el Gobierno: puso las urnas, dictó las normas y proclamó los resultados. Las consecuencias de este solitario delirio solo podrán empeorar la situación. La mayoría de los países sudamericanos, entre ellos Colombia, Perú, México y Argentina, no le concederán ningún valor a los comicios, lo mismo harán Estados Unidos y la Unión Europea.

Situación caótica

Maduro está cada vez más aislado y colérico, pero decidido a mantenerse en el poder al precio que sea. La economía carece de estructura y el desabastecimiento alimentario y de otros productos básicos es alarmante. La elección no solo no ha traído la paz sino que ha renovado las protestas y las manifestaciones multiplicando el caos. Ahora lo hacen para reivindicar a los muertos y contra la farsa de los resultados, así como a favor de la validez constitucional de la Asamblea Nacional elegida en las legítimas elecciones celebradas en diciembre de 2015. La pesadillo seguirá. ¿Cuál es la solución que se plantea?, porque la pesadilla no va a ser eterna, el país está roto y destrozado.

Parece que el diálogo ya es imposible, los mediadores han fracasado, pero el país no puede resignarse al fracaso. La solución sería la retirada de Nicolás Maduro seguida de unas elecciones presidenciales. Pero esa no será la opción del presidente, su apuesta irá por elevar las medidas de represión retirando la inmunidad a los parlamentarios y contra las libertades de expresión y representación. La confrontación podrá llamarse guerra civil. Terrible.  

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