Una May en horas bajas

20 / 06 / 2017 Alfonso S. Palomares
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Los pobres resultados de la primera ministra británica le impedirán negociar un brexit duro.

May saliendo de la sede del Partido Conservador tras las elecciones. Foto: Ben Stansall/Getty Images

Los resultados de las elecciones en el Reino Unido pueden ser el ejemplo paradigmático de ese axioma que dice que las derrotas y las victorias se miden en función de las expectativas. La primera ministra, Theresa May, había heredado de su predecesor David Cameron una mayoría absoluta en el Parlamento, podía haber aguantado toda la legislatura, pero sucumbió a la tentación de convocar nuevas elecciones con dos objetivos: ampliar la mayoría parlamentaria y consolidarse frente a los críticos de su partido, que dudaban de su capacidad de liderazgo.

Estrategia equivocada

Estas dos premisas le darían una gran fuerza para negociar con Europa un brexit duro, donde las tesis británicas se impusieran a las pretensiones europeas. Comenzó la campaña y se vio que el fuelle dialéctico de May perdía aire y su estrategia se movía alrededor del brexit, ese planeta extraño, mal conocido y rodeado de una muralla de brumas, de fábulas y milagros.

Y para colmo, el 17 de mayo se dio un tiro en el pie con el manifiesto electoral, donde proponía un copago sanitario a los jubilados más o menos acomodados. Debían afrontar ese copago hasta que les quedaran 100.000 libras esterlinas (113.000 euros). La rebelión estalló entre los jubilados con esas características, el grueso de sus votantes. El líder laborista calificó el despropósito como “impuesto a la demencia”. La frase hizo fortuna y aunque trataron de sacar la proposición del programa tory, el mal estaba hecho.

Durante la campaña se produjeron dos atentados, el del concierto de Manchester y el del Puente de Londres, con su reguero de muertos y heridos. La primera ministra hizo una pésima gestión de ambas tragedias y el líder laborista Jeremy Corbyn sacó a la luz pública que durante los tiempos de May como ministra del Interior los efectivos policiales disminuyeron en 20.000 y se recortaron los medios para luchar contra el terrorismo. La señora May se fue desinflando en las encuestas como un globo que perdiera gas a chorros. El día de las elecciones comprobó incrédula que había perdido 12 escaños y, con 318 diputados, se quedaba a 8 de los 326 de la mayoría absoluta. A pesar de todo ha formado Gobierno, un Ejecutivo en el aire mientras negocia un acuerdo con los unionistas del Ulster, la única salida posible, porque los liberales no quieren volver a embarcarse en esa aventura. El exministro de Economía, George Osborne, ha dicho: “Theresa May está condenada, solo falta saber cuánto tiempo estará en el corredor de la muerte”.

La resurrección de Corbyn

El caso contrario, un ejemplo de que el éxito está en función de las expectativas es el del líder laborista Jeremy Corbyn, nadie daba un penique por él cuando comenzó la campaña. Las encuestas le daban 22 puntos por debajo de May. Muchos comentaristas hablaban del fin del laborismo y de que este hombre de espíritu zen lo enterraría. Hizo una campaña vigorosa, centrándola en los servicios sociales y la sociedad del bienestar, manejó con acierto las palabras sobre los actos de terrorismo y quienes le daban por muerto fueron constatando cómo el moribundo resucitaba. Obtuvo 261 diputados, 57 menos que los conservadores. Le aclamaron como el gran triunfador. Esto que en circunstancias normales hubiera sido una clamorosa derrota y le hubiera costado el puesto, en la actual coyuntura le consolida como líder, sobre todo porque el grueso de sus votantes está entre los jóvenes.

Una Theresa May muy desgastada se dispone a negociar el brexit. No podrá negociar el brexit duro como pretendía, veremos cómo negocia. Nadie sabe cómo será el futuro en ese reino vagabundo en que se ha convertido a día de hoy el Reino Unido. Da la sensación de que muchos británicos buscan el futuro en una memoria llena de nostalgias que ya se llevaron los vientos de la historia.

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