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Un Tour de France "made in Britain"

05 / 08 / 2015 DPA
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Christopher Froome no es el único ganador de la ronda ciclista más prestigiosa del mundo.

El equipo Sky junto a Christopher Fromme con camiseta amarilla en Plumelec.

Si el Tour de France 2015 tuviera una etiqueta en ella aparecería seguro el lema "made in Britain". Christopher Froome no es el único ganador de la ronda ciclista más prestigiosa del mundo: detrás de él está la estructura del poderoso equipo Sky y la mente de Dave Braildford. 
 
 El de 2015 fue el segundo Tour para Froome y el tercero en cuatro años logrado por un ciclista británico tras el éxito de Bradley Wiggins en 2012. "Wiggo" fue el primer hombre de las islas británicas en lo más alto del podio en París. Nunca antes había pasado en las 102 ediciones que lleva el Tour.
 
 "Dominio británico", se dijo en julio en la capital francesa, situación que se repite en los últimos años en el ciclismo internacional, tanto en ruta como a nivel pista.
 
 "Brailsford, Sky y Frankenstein", tituló su suplemento del Tour el diario deportivo "L' Equipe", para quien el éxito británico es altamente sospechoso. 
 
 Con una fuerza financiera casi ilimitada -su presupuesto se estima superior a los 20 millones de euros-, el Sky pasó por el Tour como un imperio rodante, con automóviles Jaguar, una flota de 30 vehículos, entre ellos tres casas rodantes, y un restaurante. El Sky funciona como una fábrica de alta tecnología para bicicletas.
 
 La clave del éxito es Dave Brailsford. El galés, el jefe del equipo, está obsesionado con ganar. Con su base instalada en Manchester, prácticamente fusionó a la selección nacional británica de pista con un equipo profesional de ciclismo, al que además llevó a los mejores corredores del mundo. 
 
 "Con este sistema hemos transformado al Sky, y ahora funcionó de nuevo", dijo Brailsford, que en 2010 participó por primera vez con su equipo en las grandes vueltas ciclistas. En esa época fue ridiculizado cuando vaticinó, desde el primer discurso, una victoria británica en el Tour en los siguientes cinco años.
 
 Hoy ya nadie se ríe. El Sky fue atacado y cuestionado debido a su dominio. Pero Brasilsford defiende sus métodos. "Es una falta de respeto ser criticados de esta manera. Estas personas son las que deben ir a Lago Ness a esperar a que aparezca el monstruo. Es lo mismo. Con nosotros la gente nos mira con una lupa y dice: 'Mañana vamos a ver el monstruo'. Pero el monstruo no existe", graficó Brailsford.
 
 El monstruo fue Froome, con un andar demoledor que despertó suspicacias, sobre todo su ascensión a La Pierre Saint-Martin. Su extraordinaria subida fue suficiente para que mucha gente empezara a cuestionar la capacidad física de Froome.
 
 Algunos espectadores, incluso, atacaron al británico en pleno asfalto. El corredor fue rociado con un vaso de orina y fue víctima de un escupitajo mientras ascendía las empinadas cuestas de Los Alpes en la tercera semana. Y en la última etapa debió cambiar su bicicleta porque le arrojaron una bolsa que se le enredó en la cadena. 
 
 "He sobrevivido momentos muy duros durante el Tour. Por eso el maillot amarillo es muy especial", dijo Froome con la voz entrecortada en la meta de París. "El 99,9 por ciento de los aficionados son absolutamente fantásticos. Hay unos pocos espectadores que ensucian la imagen", añadió.
 
 Pero las acusaciones de doping tuvieron poco sustento. "Cuanto mayor fuera el clima hostil, más se ha unido el equipo entre sí. Todos los críticos nos han ayudado a ganar la carrera", remarcó Brailsford.
 
 Sin el carisma y la imagen de Wiggins, al simpático señor Froome, que nació en Nairobi y vive en Mónaco, le cuesta imponerse en el público. "Nunca bastante querido en Gran Bretaña, nunca entendido en Francia. Incluso ahora, después de haber ganado dos veces el Tour en tres años, debe hacer un esfuerzo al respecto", escribió el diario italiano "Corriere della Sera".
 
 Probablemente, a Froome no le importe demasiado. "Conozco la historia del maillot amarilla. Es muy especial, con sus costados buenos y sus costados malos. No voy a deshonrar el maillot", aseguró el ciclista nacido en Nairobi, en un claro mensaje a las constantes sospechas de doping que circularon durante toda la edición del Tour.
 
 Su segundo triunfo en París lo celebró primero con botellas de cervezas y luego con champagne, mientras por los altavoces se escuchaba el hit de Queen "Whe are the Champions". Pero durante la "etapa 22", el festejo con su mujer Michelle, embarazada de su primer hijo, Froome no se olvidó de todo lo que sufrió antes de llegar triunfante y abrazado con sus compañeros del equipo Sky a la meta en los Campos Elíseos.

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